Carta Pastoral Nº 5: Sobre la plenitud de los tiempos: Cristo, ayer, hoy y siempre

La celebración del Tercer Milenio de la Encarnación

 

Al Presbiterio Diocesano,
a los miembros de la Vida Consagrada,
a todos los Fieles Laicos:

 

Salud, paz y bendición en el Señor Jesucristo.

1. Con el favor de Dios llevaremos a cabo nuestra VII Asamblea Diocesana de Pastoral el próximo 20 de noviembre del presente año, de 1996. En esta asamblea queremos tomarle el pulso a nuestro caminar eclesial para hacer una evaluación del proceso que ha seguido la aplicación del Plan Diocesano de Pastoral, sobre todo, tratar de abrir nuevos horizontes pastorales para prepararnos a celebrar dignamente el Gran Jubileo del año 2000.

2. Nos proponemos enfatizar la mirada hacia el futuro, porque la finalidad del Gran Jubileo de la encarnación del Hijo e Dios en el seno de la Santa María Virgen consiste en celebrar a Jesucristo revitalizando nuestra fe y vida cristiana, lo cual lleva consigo necesariamente un examen de conciencia no sólo personal sino comunitario, como pueblo peregrino de Dios.

3. Los últimos pasos de este caminar han sido trazados por el Plan Diocesano de Pastoral, que ahora debe recibir nuevo impulso de dos documentos de gran relieve pastoral: el Proyecto Pastoral 1996-2000 (PP), del Episcopado Mexicano, y la carta apostólica Hacia el Tercer Milenio (TMA), del Papa Juan Pablo II. Ambos documentos nos permitirán apreciar los logros, detectar las carencias y abrir nuevos espacios pastorales, tanto diocesanos como parroquiales, a la vida abundante de gracia que el Señor ofrece al mundo mediante el sacramento de salvación que es la Iglesia.

4. La finalidad más inmediata de la presente carta pastoral es preparar y servir de apoyo a la VII Asamblea Diocesana y, posteriormente, proporcionar a los agentes de pastoral y a los grupos parroquiales material de reflexión y análisis para revitalizar el plan de pastoral.  Como la carta apostólica Hacia el Tercer Milenio, del Papa Juan Pablo II, no es un documento fácil, me propongo tocar algunos de los elementos más relevantes que sostienen y justifican sus propuestas pastorales y espirituales. También he procurado tener en cuenta las sugerencias que recibí del presbiterio en el último retiro y las propuestas hechas por los señores decanos en la reunión del pasado 20 de agosto. Añadiré algunas preguntas para reflexionar en grupo y algún párrafo delProyecto Pastoral 1996-2000 de la CEM para irnos familiarizando con él.

 

Tema Primero: La plenitud de los tiempos

5. San Pablo dice que el nacimiento del Hijo de Dios de María santísima tuvo lugar “en la plenitud de los tiempos” (cf Ga 4, 4). Esta expresión de la Biblia apunta a un tiempo anterior de preparación y de espera que, casi como de repente, llega a su madurez o plenitud y luego se prolonga hacia el futuro. La imagen que subyace en esta expresión es la de la mujer que concibe un hijo en su entrañas, lo alimenta en lo oculto de su seno y lo da a luz. El nacimiento de un niño lleva a su plenitud el maravilloso proceso de gestación de una mujer y la convierte en madre.

6. Ese proyecto de Dios se inició en el Antiguo Testamento, con la promesa que le hizo a Abraham de darle una descendencia numerosa por medio de la cual llegaría su bendición a todos los pueblos de la tierra (cf Gn 12, 1-3). La promesa se cumplió cuando María dio a luz al Salvador de todos los hombres, a Jesucristo Nuestro Señor. El Antiguo Testamento estaba preñado de Jesucristo y el Nuevo Testamento lo presenta radiante y glorioso como Salvador del mundo.  Jesucristo es el único “hijo de mujer” cuyo nacimiento fue preparado y anunciado con anticipación, trayendo al mundo“una gran alegría” (Lc 2, 10).

7. Con la encarnación del Hijo de Dios, el tiempo y la historia han llegado a su madurez, a su plenitud. En ese omento Dios entra en el tiempo del hombre y hace de la historia humana unahistoria de salvación. No puede haber momento más importante, ni mayor cercanía de Dios con el hombre. Nunca el hombre podrá recibir mayor honor ni mayor gracia: “Hemos visto su gloria, gloria del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Jn 1, 14). La encarnación del Verbo es culmen y centro de la historia humana; por eso el tiempo se comenzó a contar antes y después del nacimiento de Cristo. El tiempo quedó preñado de eternidad.

8. No es posible, pues, esperar un acontecimiento mayor ni una salvación distinta de la que nos trajo Cristo con su venida. Podemos mejorar nuestra vida cristiana, debemos conocer mejor su Evangelio y preocuparnos por llevarlo  a todos los hombres, pero no tenemos por qué esperar otra salvación u otro salvador. El hecho fundamental ya está realizado y cumplido en Cristo y por Cristo; oramos y nos esforzamos para que su obra salvadora se manifieste entre nosotros y en el cosmos, con todo su esplendor: “Ahora somos ya hijos de Dios, pero aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal como es” (1 Jn 3,2). Ésa será su segunda venida gloriosa, que en la Biblia se llama parusía. Todo lo que se predique distinto o contrario a esta enseñanza: reencarnación, ciclos cósmicos, mensajes astrales, Nueva Era, etc., es ignorancia, falta de fe o llanamente superstición.

Para reflexionar en grupo:

  1. Uno del grupo explique qué significa “plenitud de los tiempos”.
  2. ¿Es correcto decir que estamos en “los últimos tiempos”?  ¿Por qué? Vea Hb 1, 1-2.
  3. ¿En su parroquia hay católicos que crean en la reencarnación, que sigan la Nueva Era, que consulten su horóscopo, las cartas, etc.?

Diga cuáles supersticiones existen en su comunidad.

La voz de nuestros obispos: “Nuestra opción fundamental en este Proyecto Pastoral es: Proclamar a Jesucristo, vida y Esperanza de México, comprometiéndonos a trabajar, en el espíritu de la Nueva Evangelización y del Jubileo del Año 2000, por una Iglesia más evangelizada y misionera, una sociedad más justa y solidaria, una cultura de la vida y de la esperanza” (PP 5). Coméntelo.

 

Tema Segundo: Cristo, plenitud y centro de la revelación

9. El Concilio Vaticano II enseña que “la economía cristiana, por ser alianza nueva y definitiva, nunca pasará, ni hay que esperar otra revelación pública antes de la gloriosa manifestación de Jesucristo Nuestro Señor (cf 1 Tm 6, 14; Tt 2, 13)” (DV 4). Por eso, todo lo que necesitamos para nuestra salvación está contenido en la Palabra de Dios, presente en la Sagrada Escritura y en la tradición viva de la Iglesia.  Ninguna revelación “privada”, atribuida a algún santo o a la Sma. Virgen, puede tener el mismo valor salvífico que la revelación “pública”, es decir, la hecha para toda la Iglesia y que se “cerró” con la muerte de los apóstoles. Las revelaciones “privadas”, en caso de ser auténticas (y Dios puede servirse de los santos o de su Madre Santísima para hacerlo), sólo pueden recordarnos y animarnos a cumplir lo ya mandado por Cristo y contenido en el Evangelio, en las enseñanzas y en la vida de la Iglesia. Cristo es la Palabra de Dios hecha hombre y, en Cristo, el Padre nos ha dicho todo lo que tenía que decirnos: “Éste es mi Hijo amado: ¡Escúchenlo!” (Lc 9, 35). Él es “el camino, la vedad y la vida” (Jn 14, 6), el único camino verdadero hacia la vida.

10. Podemos tener la certeza de que no estamos solos en este mundo, ni vamos caminando sin rumbo, ni venimos a esta tierra por acaso.  Venidos de Dios, él nos conoce por nuestro nombre, tiene un proyecto para nuestra vida y, lo más consolador, él está con nosotros y nos acompaña en nuestro caminar. El Hijo de Dios, al hacerse hombre, se hizo peregrino con nosotros hacia el Padre. Para los cristianos, sí hay camino al andar. Cristo lo recorrió antes y los sigue recorriendo con nosotros: “Si Dios está con nosotros, ¿quién podrá estar contra nosotros?” (Rm 8, 31). Aquí radica la solidez de nuestra esperanza y la certeza de nuestra victoria. Los cristianos somos un pueblo de vencedores.

11. Cristo, mediante el misterio de su encarnación, muerte y resurrec- ción, es el centro de nuestra fe, de nuestra vida y de nuestra historia. Esto es lo que celebra el calendario litúrgico de la Iglesia, enseñándonos así algo muy importante: el deber de santificar el tiempo y de guardar las fiestascristianas, especialmente el domingo o día del Señor. El tiempo de nuestra vida está cargado de la presencia de Dios y debemos aprovecharlo alabando al Señor, ganándonos el pan con nuestro trabajo, haciendo el bien a los hermanos, y no malgastarlo en francachelas, glotonerías, banalidades. A esto le llama la santa Biblia vivir en la presencia del Señor. Cristo es el centro del tiempo y de la historia, la plenitud de la revelación y el Señor de nuestra vida.

Para reflexionar en grupo:

  1. ¿Va usted a misa “cuando le nace” o cuando debe?
  2. ¿Qué diría a quienes no van a misa los domingos? ¿Quién le organiza a usted el domingo: la televisión, el fútbol, el club, el partido político, los amigos…  o el Señor Jesucristo?
  3. ¿Es cierto que “un mundo nos vigila”?

Uno del grupo explique qué es la Divina Providencia.

La voz de nuestros obispos: “Somos hombres de fe que creemos en la fidelidad del Dios de las promesas, por eso vemos con serenidad nuestro futuro.  Creemos que el Dios que conduce nuestra historia es el Dios del amor, y el amor es siempre digno de confianza.  Quien se siente amado tiene esperanza en un futuro mejor, porque sabe que el amor es perseverante y su duración no tiene fin” (PP 10).  Coméntelo.

 

Tema Tercero: Cristo y las religiones

12. El Santo Padre quiere que se incremente el “diálogo interreligioso” y “realizar encuentros comunes” con las grandes religiones del mundo (cf TMA 53).  Con esto el Papa se propone subrayar dos cosas de suma importancia:

a)   el aprecio y respeto que siente la Iglesia por todos los que buscan sinceramente a Dios por diversos caminos, en las grandes religiones, y

b)   que todas esas religiones, en su búsqueda del bien y de la verdad, y en su anhelo de felicidad, tienden a encontrarse y a lograr su plenitud en el cristianismo: “El Verbo encarnado es el cumplimiento del anhelo presente en todas las religiones de la humanidad”(TMA 6). Cristo, en cierto modo, ya está presente en lo que hay de bueno en todas esas religiones.

13. En las religiones no cristianas es el hombre quien busca a Dios, y lo hace “como a tientas” (cf Hch 17, 27), con muchas dificultades y no sin errores y desviaciones.  En el cristianismo, al contrario, es Dios quien sale al encuentro del hombre y lo busca para que viva con Él. En el cristianismo la iniciativa es de Dios, no del ser humano. Existe, pues, una diferencia notable. No es cierto que todas las religiones sean iguales, aunque en todas se pueden encontrar elementos de verdad y de bondad que debemos reconocer, porque todo lo bueno y verdadero, aunque exista fuera del ámbito visible de la Iglesia, viene del Espíritu Santo. Y como éste es el mismo Espíritu de Jesucristo, la perfección de todas las religiones está en Jesucristo, Salvador del mundo.

14. El respeto que debemos a los hombres que practican y se adhieren a las grandes religiones del mundo no se contradice con la certeza que tenemos los cristianos de poseer la verdad ni implica soberbia, porque la fe es un don que hemos recibido gratis de Dios. Más bien, nos obliga a dar gracias a Dios y a llevar una vida de acuerdo con la verdad del Evangelio que poseemos, a fin de que los hombres “viendo vuestras buenas obras glorifiquen al Padre que está en los cielos” (Mt 5, 16). Ciertamente, la falta de testimonio de los dis- cípulos de Cristo es motivo de alejamiento de muchos hombres de él.

Para reflexionar en grupo:

  1. Pregunte a su párroco qué significa “economía cristiana”,  “revelación pública” y “revelación privada”. Ponga un ejemplo de revelación privada.
  2. Enumere las grandes religiones no cristianas y diga cuál es su diferencia fundamental con el cristianismo.
  3. Explique por qué no todas las religiones son iguales y qué juicio merecen los que invocan todavía a Tlaloc, van a cargarse de “energía” a Teotihuacan o a la Peña de Bernal, etc.

La voz de nuestros obispos: “La presencia y la acción de la Iglesia están encaminadas a que llegue a todos la vida nueva que Jesús nos transmite por su Espíritu. Cuando los corazones se abren y se dejan transformar por la Palabra de Dios, surgen comunidades cristianas, vivas y dinámicas, las cuales, a semejanza de la Iglesia primitiva, viven de tal modo la caridad fraterna que se convierten en un signo convincente y atractivo que invita a los hombres a formar parte de la Iglesia de Jesucristo” (PP 24). Coméntelo.

 

Tema Cuarto: La libertad religiosa

15. “En materia religiosa, ni se obligue a nadie a actuar contra su conciencia, ni se le impida que actúe conforme a ella, pública o privadamente, solo o asociado con otros” (DH 2), enseña el Concilio.  La libertad que tiene todo hombre o mujer de creer y practicar su fe es un derecho humano fundamental. Nadie puede ser obligado ni impedido a hacerlo y, por eso, a este derecho se le ha llamado “libertad religiosa”.

16. Debemos notar que, para el Concilio Vaticano II, esta libertad religiosa no aprueba ni favorece el “indiferentismo” religioso, pues no dice que todas las religiones sean iguales o que todas sean verdaderas. La libertad religiosa rechaza toda injerencia externa y violenta para obligar o prohibir a una persona o a una comunidad el profesar una creencia y vivir conforme a ella, salvos siempre los derechos de los demás y la paz social. Si hubiera personas o grupos religiosos que quisieran imponer su doctrina, ellos mismos estarían negando la libertad religiosa. Éste parece ser el caso de algunas sectas fundamentalistas agresivas. Estos grupos o sectas no pueden equipararse con las grandes religiones de las que hablamos en el tema anterior.

17. Este principio conciliar se complementa con otro de no menor importancia que dice: “Todos los hombres están obligados a buscar la verdad, sobre todo en lo que se refiera a Dios ya su Iglesia, y, una vez conocida, a abrazarla y practicarla” (DH 1). Todas las religiones buscan encaminar al hombre hacia el bien y hacia Dios, el máximo bien. Por eso, si Dios habla al hombre, si sale a su encuentro y le dice cómo quiere ser adorado y obedecido para el propio bien del hombre, éste tiene el grave deber de escucharlo y obedecerlo. Dios ofrece la salvación a todos y no niega la fe a quien lo busca con sinceridad.

18. Por esta razón el cristiano, que ya conoce la verdad y al Dios verdadero, tiene el grave deber de obedecer el mandato de Cristo y “predicar el Evangelio a toda criatura, hasta los confines de la tierra” (cf Mc 16, 15). Esto debe hacerse con firmeza, pero con respeto a las personas y a su cultura, porque “la verdad del Evangelio no se impone sino por la fuerza de la misma verdad, que penetra, con suavidad y firmeza a la vez, en las almas” (DH 1). La razón última de este convencimiento y de esta actitud radica en que Jesucristo es “la luz verdadera que alumbra a todo hombre que viene a este mundo” (Jn 1, 9). La Iglesia no obliga a nadie a creer. Es el mismo hombre quien se obliga a sí mismo, por su propio bien, a buscar la verdad y, una vez encontrada, a seguirla. Ésta es la verdad que hace libre al hombre.

Para reflexionar en grupo:

  1. ¿Sabe a qué se debió la persecución religiosa en México?
  2. ¿Sabe cuáles son las deficiencias y restricciones a la libertad religiosa que contiene la nueva Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público?
  3. Analice de qué manera atentan algunas sectas contra la libertad religiosa de las personas.

La voz de nuestros obispos: “Queremos proclamar, con nuestra vida y con nuestra palabra, que Jesucristo es el centro del cosmos y de la historia, que Él da sentido a nuestra vida y a la misión de la Iglesia, bajo el impulso del Espíritu Santo.  Así trataremos de superar las múltiples idolatrías que nos esclavizan y así queremos responder a los desafíos de la sociedad mexicana y defender el derecho de creer y de esperar la vida revelada por el Padre en su único Hijo” (PP 60).  Coméntelo.

 

Tema Quinto: El acontecimiento cristiano, hecho irrepetible e irreducible

19. “Existe la urgente necesidad de ilustrar y profundizar la verdad sobre Cristo como único Mediador entre Dios y los hombres, y como único Redentor del mundo, distinguiéndolo bien de los fundadores de otras religiones, en las cuales también se encuentran elementos de verdad, que la Iglesia considera con respeto, viendo en ellas un reflejo de la Verdad que ilumine a todos los hombres” (TMA 38). Obedeciendo al Santo Padre, vamos a tratar de “ilustrar y profundizar más la verdad sobre Cristo” para no igualarlo con cualquier otro fundador religioso, ni confundir al cristianismo con cualquier otra religión por más elaborad que sea.

20. Ya dijimos que el respeto por las grandes religiones no debe llevarnos al “indiferentismo” religioso.  En efecto, en el cristianismo tenemos, en primer lugar, no una doctrina ni una enseñanza moral, sino una persona: Jesucristo. El nuevo Catecismo de la Iglesia Católica comienza citando a san Juan: “Padre, ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado Jesucristo” (Jn 17, 3). El centro de nuestra fe y el corazón del cristianismo es una persona que se llama Jesucristo, que nació de la Virgen María, que padeció y murió en tiempos de Poncio Pilato, que resucitó al tercer día de su muerte y ahora vive ante el Padre intercediendo por nosotros. Los budistas predican las enseñanzas islámicas, pero no a Mahoma; los marxistas siguen la doctrina económica de Marx, pero no a Carlos Marx. “Nosotros, en cambio, predicamos a Cristo, y a Cristo crucificado” (1 Co 1, 23).

21. A este Cristo histórico, muerto y resucitado, ahora glorioso y presente en su Iglesia, es al que servimos, predicamos y adoramos los católicos. Quien no ame, adore e imite a Jesucristo, no puede llamarse cristiano. San Pablo usa una expresión muy dura: “Si alguno no ama al Señor, sea maldito” (1 Co 16, 22), pues Cristo es la bendición del Padre para nosotros. Es claro que Cristo predicó su Evangelio, nos propuso su doctrina y nos enseño a vivir conforme a la voluntad del Padre mediante sus mandamientos. La doctrina cristiana es sublime y la moral cristiana es saludable para la humanidad. Ni Cristo es igualable a otro fundador religioso, ni la moral cristiana es superada por alguna otra. El “hecho cristiano” es único, irrepetible e irreductible a cualquier otro hecho religioso.

22. Algo muy importante se sigue de todo esto, ye s que el cristianismo no puede reducirse a una serie de acciones humanitarias y al cultivo de ciertos valores. La Iglesia católica no es una asociación filantrópica o de beneficencia, aunque haga el bien en abundancia.  Ella es, antes que nada, la esposa de Cristo, su cuerpo místico. La Iglesia es un misterio: tiene su origen, su vida y su destino en Dios. “Por Cristo, con Cristo y en Cristo” damos al Padre todo honor y toda gloria, y amamos y servimos a nuestros hermanos.  Por eso lo llamamos Nuestro Señor, el Kyrios, “el mismo ayer, hoy y por los siglos” (cf Hb 13, 8).

Para reflexionar en grupo:

  1. ¿En qué se diferencia y supera el cristianismo a otras religiones?
  2. Explique uno del grupo qué significa el que Cristo sea “El Señor”, y diga quién manda en su vida.
  3. ¿Qué idea tienen de la Iglesia los maestros de su escuela, los líderes políticos, los medios de comunicación?
  4. ¿Cree usted que conocen a la verdadera Iglesia de Jesucristo?

La voz de nuestros obispos: «Con la entrada de Cristo al mundo, el Padre nos dijo el Sí definitivo(cf 2Co 1, 20) que garantiza su decisión irrevocable de salvación en beneficio de todos. El nacimiento de Jesús es el comienzo del “Evangelio” o anuncio de Buenas Noticias; todo lo que él hizo y dijo no fue sino el testimonio de que comenzaba el “año de gracia” (cf Lc 4, 19) o tiempo en que se cumplían las profecías antiguas, fundamento de la esperanza de Israel» (PP 12). Coméntelo.

 

Tema Sexto: ¿Qué es un jubileo?

23. Ya hemos hablado de la importancia del tiempo para el cristiano y del deber de santificarlo, de descubrir y agradecer a Dios su presencia en medio de nosotros. Esta costumbre viene del pueblo de Dios desde el Antiguo Testamento. Vamos a leer un pasaje del libro del Levítico: “Durante seis años sembrarás tu campo, podarás tu viña y recogerás tus frutos, pero el séptimo año será año de descanso absoluto para la tierra en honor del Señor” (Lv 25, 3-4). Más adelante leemos: “Contarás siete semanas de años, siete por siete, o sea cuarenta y nueve años. El día diez del séptimo mes harán sonar la trompeta. El día de la expiación harán que resuene la trompeta por toda su tierra. Declararán santo este año cincuenta y proclamarán la liberación de todos los habitantes del país.  Será para ustedes año jubilar y podrán volver cada uno a su propiedad y a su familia […] En el año jubilar cada uno recobrará sus propiedades” (Lv 25, 8-10.13).

24. El año séptimo era llamado año sabático o de descanso, y el año cincuenta era llamado año jubilar, de gran júbilo y alegría, porque en ese año se devolvían las propiedades, los esclavos recobraban la libertad, se perdonaban las deudas y se dejaba descansar la tierra, significando con esto que Dios era el dueño de todo. De esta manera se comenzaba de nueve y se reordenaba la vida social, para que hubiera equilibrio y equidad en el pueblo de Dios.

25. Jesús inaugura su vida pública como su jubileo, como la inauguración del año de gracia del Señor. Oigamos este pasaje maravilloso de san Lucas: «Llegó a Nazaret, donde se había criado.  Según su costumbre, entró en la sinagoga un sábado, y se levantó para hacer la lectura […] encontró el pasaje donde está escrito: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar la buena noticia a los pobres; me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y a dar vista a los ciegos, a libertar a los oprimidos y a proclamar un año de gracia del Señor” […]  Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido ante ustedes esta profecía» (Lc 4, 16-19.21).

26. Comenta el Papa en su carta: “El jubileo, para la Iglesia, es verdaderamente este año de gracia, año de perdón de los pecados y de las penas por los pecados, año de reconciliación entre los adversarios, año de múltiples conversiones y de penitencia sacramental y extrasacramental”(TMA 14). “El término jubileo expresa alegría; no sólo alegría interior, sino júbilo que se manifiesta exteriormente, ya que la venida del Hijo de Dios es un suceso exterior, visible, audible y tangible (1 Jn 1, 1). Es justo, pues, que toda expresión de júbilo por esta venida tenga una manifestación exterior. Indica que la Iglesia se alegra por la salvación” (TMA 16).

27. Este jubileo de Jesús incluye como elemento determinante el evangelizar a los pobres; por eso“se debe subrayar más decididamente la opción preferencial de la iglesia por los pobres y marginados” y debe haber “un compromiso por la justicia y la paz, en un mundo como el nuestro marcado por tantos conflictos y por intolerables desigualdades sociales y económicas” (TMA 51). El jubileo cristiano comienza con la reconciliación y el perdón de las ofensas sigue con la devolución de los bienes tomados al prójimo y la remisión de las deudas, y culmina con el gozo de la liberación y de la salvación. El Santo Padre concluye recordándonos que “las riquezas de la creación se deben considerar como un bien común a toda la humanidad […] el año jubilar debe servir al restablecimiento de la justicia social” (TMA 13).

Para reflexionar en grupo:

    1. ¿Cuáles son los elementos más importantes de un jubileo? Puede leer Dt 15, 1-15.
  • ¿A cuánto asciende la deuda externa de México?
  • ¿Quién la causó, quién es el responsable y quién la está pagando?
  • ¿Conoce usted a alguien que levante la voz a favor de los pobres del mundo como lo hace el Papa?  Coméntelo.

La voz de nuestros obispos: «Creemos que es sincera nuestra aceptación de Jesús muerto y resucitado cuando se manifiesta en la disposición para el servicio. Quienes quieren ser discípulos auténticos de Cristo Jesús se preocupan especialmente de “anunciar a los pobres la Buena Noticia […] proclamar la liberación a los cautivos […] dar libertad a los oprimidos” (Lc 4, 18-19). Ahora que nos acercamos a la celebración del Jubileo del año 2000, el Papa nos urge a vivir ese ideal que Cristo anunció en la sinagoga de Nazareth al “proclamar el año de gracia del Señor” (Ibid.), en una verdadera preocupación y compromiso hacia los que más sufren.  No puede ser auténtica y madura nuestra fe cuando no transforma nuestra vida personal y social de acuerdo con los valores del Evangelio (cf TMA 12) y no se traduce en obras (cf St 2, 14)» (PP. 28). Coméntelo.

 

Tema Séptimo: Los riesgos que debemos evitar

28.  1º) Las sectas. El final de un siglo, y más de un milenio, no deja de crear cierto ambiente de expectación, de fascinación y hasta de temor, bastante irracional a veces, causado por lo desconocido. Por eso se desarrolla la tendencia casi irresistible de buscar seguridades, no importa de dónde vengan y aunque sean momentáneas. Se pierde de vista lo amplio y lo grande, se desconfía de todo y se busca apoyo en lo inmediato, no importa que sea un calvo ardiendo.

29. En un ambiente así florecen con facilidad los grupos cerrados y las sectas, sobre todo las de corte apocalíptico y alarmista. Perturban la conciencia de la gente, crean expectativas e inducen a temores irracionales hacia el futuro para poder ofrecer una seguridad y protección momentáneas mediante la pertenencia a un grupo reducido y hasta fervoroso. Es evidente que este fervor y esta protección no se pueden mantener por mucho tiempo.  No se puede vivir sanamente en el temor, ni un grupo reducido y una doctrina fatalista e incoherente pueden sostener toda la vida y dar respuesta a los grandes interrogantes de la existencia. De aquí resulta un sentimiento de frustración que puede tener dos salidas: el abandono del grupo, terminando en la indiferencia y hasta increencia religiosa, o el endurecimiento del líder, que estrecha su círculo mediante amenazas para evitar que lo abandonen sus seguidores.  Se llega así al fanatismo, enfermedad religiosa y social que no raras veces desemboca en la agresión o en la autoinmolación.

Para reflexionar en grupo:

  1. ¿Conoce usted alguna secta alarmista que predique el fin del mundo?  Descríbala.
  2. ¿Por qué una secta no puede dar una respuesta coherente y sólida a los grandes interrogantes de la existencia?
  3. ¿Conoce católicos que hayan abandona la Iglesia?

¿Qué les diría?

La voz de nuestros obispos: “Es indispensable llevar a los católicos a la adhesión personal a Cristo y a la Iglesia para responder al ataque delas sectas y nuevos grupos religiosos, afianzando la devoción al misterio de la Eucaristía, a la Sagrada Escritura leída en la fe de la Iglesia, a la Santísima Virgen, Madre de Cristo y Madre de la Iglesia, y fortaleciendo la comunión y obediencia al Papa y al propio Obispo” (PP 73). Coméntelo.

30. 2º) El milenarismo. El milenarismo es la doctrina que predica un reinado de mil años, y milenaristas son los grupos que difunden estas enseñanzas y viven en una constante angustia esperando el fin del mundo ya próximo. Estos movimientos o grupos religiosos se apoyan en una interpretación material y fundamentalista de algunos textos bíblicos, especialmente del Apocalipsis (20, 1-10), que anuncian la venida de Cristo y su reinado por mil años. El fenómeno del milenarismo fundamentalista florece siempre que la humanidad pasa por una situación crítica con altas dosis de angustia personal y social, momentos de violencia generalizada, cambios en los modelos culturales, descubrimientos de nuevos territorios o hallazgos astronómicos, final de siglo, de milenio o de era astrológica. Es, pues, un fenómeno recurrente y complejo.

31. La interpretación milenaria del Apocalipsis siempre fue rechazada por la Iglesia y es tan vieja como la propia Iglesia. Son de la misma catadura los antiguos ebionitas y montanistas y los recientes testigos de Jehová, mormones, adventistas y los inventores de la Nueva Era. La razón de tal rechazo es muy sencilla: el libro del Apocalipsis usa un lenguaje de tipo simbólico; los mismos números no indican cantidades ni fechas, sino cualidades y periodos.  Por eso “mil años” significa un tiempo largo y prolongado, como los 144 000 (= 12 x 12 x 1000) significa una multitud incontable. El Papa nos advierte que con la celebración del Gran Jubileo “no se quiere inducir  aun nuevo milenarismo, como se hizo por parte de algunos al final del primer milenio”  (TMA 23).

32. Hay, pues, que estar sobre aviso y no esperar acontecimientos cósmicos espectaculares. El año 2000 no será ciertamente muy distinto en el calendario civil del año 1999 o del 2001. No se trata de esperar novedades cósmicas o astronómicas, sino de un adviento espiritual para prepararnos a celebrar a Jesucristo y darle gracias por el don de la redención. Desde el momento de su santa encarnación en el seno de María Santísima, el año de gracia ha comenzado a correr para la humanidad y se extenderá hasta que Dios quiera y permita, para ofrecer a los hombres de todas las razas y lenguas, esparcidos por todo el mundo, el acceso a la salvación. Pero la salvación ya se realizó, “de una vez por todas” (Hb 9, 12), por medio de Jesucristo, y quienes esperan otra salvación “quieren crucificar de nuevo al Hijo de Dios” (cf Hb 6, 6).

Para reflexionar en grupo:

  1.  ¿Hay ideas y secta milenaristas en su comunidad? Coméntelo en grupo y describa lo que enseñan y hacen.
  2. Lea Hebreos 9,24-28 y la nota explicativa de su Biblia. Coméntelo.
  3. Pídale por favor a su sacerdote que le explique de manera más amplia el sentido simbólico del Apocalipsis, especialmente de los números y fechas y algunos nombres,  vgr.Harmagedón, el 666, número de la bestia, etc.

La voz de nuestros obispos: “Estamos en la etapa final de este siglo y de este milenio, es el momento de abrir el corazón a las inspiraciones del Espíritu Santo. María, vida, dulzura y esperanza nuestra, es la Estrella que guía con seguridad nuestros pasos al encuentro del Señor”(PP 153). Coméntelo.

33. 3º) La banalización. El festejado del año 2000 es Jesucristo, «verdadero Dios y verdadero hombre, Señor del cosmos y tambiénSeñor de la Historia, de la que es “Alfa y Omega” (Ap 1, 8; 21, 6), “el Principio y el Fin” (Ap 21, 6)» (TMA 5). No podemos olvidar que la Iglesia trata de festejar a Jesucristo, “Redentor del mundo, el único Mediador entre Dios y los hombres porque no hay bajo el cielo otro nombre por el que podamos ser salvados (cf Hch 4, 12)”  (TMA 4), de manera que el Jubileo “deberá confirmar en los cristianos de hoy la fe en el Dios verdadero revelado por Cristo, sostener la esperanza prolongada en la espera de la vida eterna, vivificar la caridad comprometida activamente en el servicio a los hermanos” (TMA 31). Se trata, pues, de poner en el centro de nuestra celebración a Jesucristo y de festejarlo renovando nuestra vida teologal de fe, esperanza y caridad.

34. El Jubileo del año 2000 debe ser una fiesta cristiana y celebrarse cristianamente. Una gran tentación será la banalización, como suele suceder con todo lo cristiano cuando cae en manos de los mercaderes del comercio, del turismo y de la televisión. Así ha pasado con las fiestas más queridas para los cristianos: en la Navidad, por ejemplo, ya no es el nacimiento de Jesús el centro de la celebración, sino el extranjerizante y grotesco Santa Clos; en la Semana Santa lo que se anuncia y vende son playa y sol, y lo que menos interesa es que el Hijo de Dios haya dado su vida por nosotros. Hasta las celebraciones “religiosas” de esos días se convierten en espectáculos y pasatiempos, más que en memorial celebrativo del máximo misterio de nuestra fe.  En una palabra, corremos el peligro de vaciar de su contenido cristiano el Jubileo del año 2000.

35. A este deterioro de la fe se le suele llamar “secularismo” y muchos católicos lo viven y hasta lo miran con complacencia. Han hecho de su vida cristiana algo trivial, o, como dice el Papa, “han perdido el sentido trascendente de la existencia humana, y sufren el extravío en el campo moral, incluso en los valores fundamentales del respeto a la vida y a la familia” (TMA 36). Son católicos de relumbrón, a quienes las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia sobre el respeto a la vida, sobre el aborto, los anticonceptivos, la fidelidad matrimonial, la justicia social, etc., poco les importa. A esos descuidados hijos de la Iglesia el Papa los exhorta a examinar “qué parte de responsabilidad deben reconocer frente a la desbordante irreligiosidad, por no haber manifestado el genuino rostro de Dios, a causa de los defectos de su vida religiosa, moral y social” (TMA 36). San Pablo decía que cristianos así sin “enemigos de la cruz de Cristo” (Flp 3,18).

Para reflexionar en grupo:

  1. La Navidad y Semana Santa que celebra su familia, su comunidad, ¿son cristianas?
  2. ¿Qué piensa regalarle su parroquia a Jesucristo para el año 2000?  Platíquelo con su párroco.
  3. Describa cómo se celebra la fiesta patronal de su parroquia o pueblo, y distinga los elementos cristianos de los comerciales, paganos, etc.

La voz de nuestros obispos: “A pesar de su extraordinaria capacidad para la transmisión de valores y para forjar una nueva cultura, constatamos que los medios de comunicación entre nosotros, con frecuencia trasmiten y fomentan antivalores, manipulación de la verdad, degradación de la mujer, consumismo, hedonismo, desintegración familiar y violencia” (PP 129). Coméntelo.

 

Tema Octavo: La Iglesia santa de los pecadores

36. El Santo Padre nos exhorta, como preparación al Gran Jubileo, al arrepentimiento y a la penitencia por nuestros pecados. Este tema es delicado, principalmente porque es más fácil acumular culpas en otros que reconocer y enmendar las propias. Esto sucede sobre todo cuando, sin perspectiva histórica, se juzgan acciones del pasado o cuando, como en nuestra patria, se ha vivido un anticlericalismo feroz.  Cualquier defecto de un hijo de la Iglesia se convierte en festín para los medios de comunicación, siempre al servicio de los poderosos.

37. Nuestra fe y experiencia nos enseñan que, mientras caminamos por este mundo, estamos expuestos a las caídas y al polvo del camino.  “Si decimos que no tenemos pecados, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros”, dice san Juan (1 Jn 1, 8). Por eso la Iglesia nos exhorta a pedir perdón por los pecados, en primer lugar por los pecados personales: “Yo confieso que he pecado mucho…”. Quien no reconoce primero su pecado, no tiene ningún derecho de inculpar a los demás.

38. Pero aquí se impone una distinción: una cosa es la Iglesia tal y como la pensó y quiso Jesucristo, y otra la condición de cada uno de sus miembros. La Iglesia, en cuanto Iglesia de Jesucristo, es santa e inmaculada, porque es su esposa y su cuerpo místico. Su cabeza es Cristo, el Santo de Dios, y en ella circulan la gracia y la vida de Cristo; tiene la santa palabra de Dios y los santos sacramentos, y es morada del Espíritu Santo. Por todo esto la llamamos nuestra santa Madre la Iglesia.

39. Pero la Iglesia santa abraza en su seno a los pecadores. El Papa es claro: “La Iglesia, siendo santa por su incorporación a Cristo, no se cansa de hacer penitencia ©…ª Ella reconoce siempre como suyos, delante de Dios y delante de los hombres, a los hijos pecadores” (TMA 33). No es la Iglesia, somos sus hijos quienes pecamos y la manchamos; ella, en cambio, no se avergüenza de nosotros, sino que nos acoge maternal y cariñosa, y nos invita a la penitencia. Nuestra santa Madre de la Iglesia, herida por los pecados de sus hijos, los invita a unir sus lágrimas penitenciales a las suyas incontaminadas.

40. En concreto, el Papa nos invita a pedir perdón a Dios por las siguientes culpas de sus hijos:

1º  Lo pecados contra la unidad de la Iglesia: “Entre los pecados que exigen mayor compromiso de penitencia y de conversión han de citarse ciertamente aquellos que han dañado la unidad querida por Dios para su pueblo”… “Es necesario hacer enmienda, invocando con fuerza el perdón de Cristo” (TMA 34).

2º El pecado de intolerancia y violencia: “Otro capítulo doloroso sobre el que los hijos de la Iglesia deben volver con ánimo abierto al arrepentimiento, está constituido por el consentimiento manifestado, especialmente en algunos siglos, con métodos de intolerancia e incluso de violencia en el servicio a la verdad” (TMA 35).

3º Los pecados del presente: “A las puertas del nuevo milenio los cristianos deben ponerse humildemente ante el Señor para interrogarse sobre las responsabilidades que ellos tienen también en relación con los males de nuestro tiempo” (TMA 36). Y el Papa enumera algunos:

    1. “La indiferencia religiosa que lleva a muchos hombres de hoy a vivir como si Dios no existiera”.

      • “La falta de discernimiento, que a veces llega a ser de aprobación de no pocos cristianos frente a la violación de fundamentales derechos humanos por parte de regímenes totalitarios”.
      • “La corresponsabilidad de tantos cristianos en graves formas de injusticia y de marginación social”.
      • “El examen de conciencia debe mirar también a la recepción del Concilio, ese gran don del Espíritu a la Iglesia al final del segundo milenio” (TMA 36).

Para reflexionar en grupo:

    1. ¿Conoce alguna institución, distinta de la Iglesia, que pida perdón por sus pecados? ¿Es justo denigrar a la Iglesia por las faltas de algunos de sus hijos?
      • Señale los casos más notables de violación a los derechos humanos y diga cuál es la responsabilidad de los cristianos al respecto.
      • ¿Qué decir de los cristianos que se abstienen de votar, o que votan por determinado candidato o partido sólo para salvar sus propios intereses?
      • Diga cuáles son los documentos más importantes del Concilio Vaticano II y de qué tratan.

La voz de nuestros obispos: “Ciertamente los desafíos que se presentan hoy a la Iglesia son numerosos y desproporcionados ante nuestros recursos y capacidades. En todo México sufrimos las consecuencias del pecado que impide la promoción integral de cada persona y lastima la dignidad de nuestro pueblo. Se trata del pecado que deforma y degrada nuestros valores culturales, el pecado que se introduce en la misma Iglesia, como comunidad y en cada uno de nosotros y así paraliza o debilita nuestra labor evangelizadora”  (PP 149). Coméntelo.

Tema Noveno: La Iglesia de los santos y de los mártires

41. La Iglesia de Jesucristo sigue produciendo frutos de santidad. Si abraza todavía en su seno a los pecadores, muchísimos de sus hijos llevan una vida ejemplar de imitación a Jesucristo, una vida de virtud y santidad. El calendario litúrgico da testimonio de innumerables hijos de la Iglesia elevados al honor de los altares y celebra, con particular esplendor, la Solemnidad de Todos los Santos, de todos los que ya han conseguido la plenitud de la salvación. Esa Iglesia del cielo es la más importante, y a ella esperamos unirnos algún día. Pero también en la Iglesia peregrinante por esta tierra hay muchos frutos de santidad: en matrimonios cristianos, en jóvenes generosos, en hombres y mujeres consagrados al servicio de Dios y de sus hermanos. Los pecados se notan mucho, pero los frutos de santidad son más numerosos.

42. Un particular testimonio de la santidad de la Iglesia son sus mártires. La Iglesia nació del costado del Crucificado y esa sangre sigue corriendo en la Iglesia, fecundándola, mediante la sangre de sus mártires. Oigamos las hermosas palabras del Santo Padre: «La Iglesia del primer milenio nació de la sangre de los mártires: “La sangre de los mártires es semilla de cristianos” (Tertuliano)» (TMA 37). Si no hubiera sido por esa siembra, la Iglesia no hubiera podido crecer y fortalecerse como lo hizo al final del primer milenio. Pero ahora, añade el Papa, “al término del segundo milenio, la Iglesia ha vuelto de nuevo a ser Iglesia de mártires ©…ª Es un testimonio que no hay que dejar olvidar” (TMA 37). Es un deber cristiano recoger el clamor de justicia que los mártires elevan a Dios desde el altar, como dice el Apocalipsis:

«Vi debajo del altar, con vida, a los degollados
por causa de la Palabra de Dios y
por haber dado el testimonio debido.
Y gritaban con fuerte voz, diciendo:
“Señor santo y veraz, ¿cuándo nos harás justicia y
vengarás la muerte sangrienta que nos dieron
los habitantes de la tierra?”
Se les entregó entonces un vestido blanco
a cada uno y se les dijo:
Aguarden un poco todavía.
Aguarden hasta que se complete el número de sus compañeros y
de sus hermanos que, como ustedes,
van a ser martirizados» (Ap 6,9-11).

43. El Papa nombra a México dos veces en su carta (Nos. 22 y 24) y, una de ellas, a propósito de la persecución religiosa en la cual numerosísimos fieles católicos: jóvenes, sacerdotes, religiosos y religiosas, fueron perseguidos y derramaron su sangre por mantenerse firmes en su fe. Recientemente el Santo Padre beatificó al sacerdote mártir Miguel Agustín Pro sj y a otros 23 sacerdotes mártires del clero secular, así como a dos jóvenes de la Acción Católica y a un padre de familia que dejó viuda e hijos huérfanos.  Son la gloria de la Iglesia de México.

44. A estos mártires hay que sumar los innumerables fieles católicos, matrimonios, familias, obispos, etc., que soportaron la persecución por mantenerse firmes y defender su fe católica. Estos mártires y confesores, dice el Papa, “manifiestan la vitalidad de las Iglesias locales ©…ª El mayor homenaje que todas las Iglesias tributarán a Cristo en el umbral del tercer milenio será la demostración de la omnipotente presencia del Redentor mediante frutos de fe, esperanza y caridad en hombres y mujeres de tantas lenguas y razas, que han seguido a Cristo en las distintas formas de vocación cristiana” (TMA 37).

Para reflexionar en grupo:

  1. Uno del grupo narre algún episodio de la persecución religiosa en México.
  2. Diga por lo menos diez nombres de mártires y confesores mexicanos beatificados por el Papa Juan Pablo II recientemente.
  3. ¿Quién fue el protomártir  mexicano?
  4. ¿Podría usted decir cómo se manifiesta todavía el espíritu persecutorio contra la Iglesia en nuestra patria?

La voz de nuestros obispos: “La educación laicista que ha prevalecido en México ha debilitado el valor de la presencia y el amor de Dios entre nosotros y ha propiciado el divorcio entre la fe y la vida” (PP 1235). Coméntelo.

 

Tema Décimo: Caminemos con María hacia el Gran Jubileo

45. El Santo Padre nos presenta este tiempo de preparación hacia el Gran Jubileo como un tiempo de Adviento “que nos prepara el encuentro con Aquel que era, que es y que constantemente viene” (cf Ap 4, 8) (TMA 20). El personaje bíblico que mejor expresa toda la riqueza espiritual del Adviento es María Santísima; por eso, nos recuerda el Papa: “El Año Mariano (1988) fue como una anticipación del Jubileo, incluyendo en sí mucho de lo que se deberá expresar plenamente en el año 2000” (TMA 26). La Virgen Santísima es, pues, nuestra mejor guía hacia el tercer milenio.

46. El Papa Juan Pablo II, hace aquí una “advertencia profética” que no debemos dejar pasar: “Es difícil –dice– no advertir cómo el Año Mariano precedió muy de cerca los acontecimientos de 1989”,es decir, el derrumbe del nacionalsocialismo y de los regímenes totalitarios que en él se amparaban. No olvidemos que fueron acontecimientos inesperados y llevados a cabo sin violencia; por eso, añade el Santo Padre, “son sucesos que sorprenden por su envergadura y especialmente por su rápido desarrollo” (TMA 27). Sin duda que aquí el Papa tiene en mente la convicción de María en el Magníficat: “Derribó del trono a los poderosos y enalteció a los humildes” (Lc 1, 52). Estas palabras de María se cumplieron una vez celebrado el Año Mariano: el poderosos imperio socialista se derrumbó como estatua de pies de barro. ¿No será ésta una invitación a redoblar nuestra súplica confiada a María para que ahora se cumpla lo que a continuación Ella señala en su canto: “Colmó de bienes a los hambrientos –la inmensa mayoría de la humanidad– y a los ricos, los despidió sin nada” (Lc 1, 53)? ¿No debemos esperar un mundo más justo para el tercer milenio? Dios no puede dejar de escuchar el clamor de sus pobres.

47. De esta convicción y expectativa se deduce la propuesta de que “María Santísima estará presente de un modo, por así decir, ‘transversal’ a lo largo de toda la fase preparatoria” (TMA 43). La presencia de María “atraviesa” todo el tiempo de preparación del Gran Jubileo: el primer año en el misterio de su maternidad divina: “¡En su seno el Verbo se hizo carne!” (TMA 48); y, en el último, como “hija predilecta del Padre”, pues “El Padre ha elegido a María para una misión única en la historia de la salvación: ser Madre del mismo Salvador” (TMA 54).

48. Nosotros también, a ejemplo del Papa y con sus palabras, «confiamos esta tarea de toda la Iglesia a la materna intercesión de María, Madre del Redentor. Ella, la Madre del amor hermoso, será para los cristianos que se encaminan hacia el gran Jubileo del tercer milenio la Estrella que guía con seguridad sus pasos al encuentro del Señor. La humilde muchacha de Nazaret, que hace dos mil años ofreció al mundo el Verbo encarnado, orienta hoy a la humanidad hacia Aquel que es “la luz verdadera, aquella que ilumina a todo hombre” (Jn 1, 9)»  (TMA 59).

Para reflexionar en grupo:

  1. Comentar esta frase del Papa: “Nunca en la historia del hombre tanto dependió, como entonces, del consentimiento de la criatura humana” (TMA 2). ¿A quién se refiere?  ¿Por qué?
  2. ¿Por qué la presencia de María debe “atravesar” toda la preparación del año 2000?
  3. ¿Qué podemos esperar de María como gracia especial? Vea TMA 51.

La voz de nuestros obispos: «En el Tepeyac, Santa María de Guadalupe nos muestra gran ternura y preocupación maternal ofreciéndonos “amor, compasión, auxilio y defensa” (Nic. Mop. 30).Hemos experimentado la fidelidad de su compromiso evangelizador en las más graves crisis de nuestra historia. Compadeciéndose de todos los moradores de esta tierra, a través del mensaje a Juan Diego y por su misma imagen, nos hace sentir su presencia, alentando la esperanza y protegiendo la vida de sus hijos: “no temas esa enfermedad, ni otra alguna enfermedad y angustia. ¿No soy yo tu salud? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa?” (Nic. Mop. 120-121)» (PP 32).Coméntelo y lea también el No. 33.

 

Epílogo

49. Es indispensable que esta Carta Pastoral se estudie en todas las instancias y niveles de la Pastoral Diocesana: en las Parroquias, Colegios, Casas de Formación; en los Movimientos y Grupos Apostólicos, en los Consejos Parroquiales y que se tome en cuenta por los responsables de las prioridades pastorales. Donde se juzgue oportuno, se harán adaptaciones apropiadas la medio y a las necesidades concretas de los participantes, pero sin desvirtuar el contenido esencial.

50. Hay temas poco conocidos y nunca estudiados entre nosotros como son, por ejemplo, los que inician este escrito; pero el Papa es enfático y habla de la “urgente necesidad” (TMA 38) de abordarlos. No debemos de escatimar esfuerzos, pues se trata de lo central y medular de nuestra fe.

51. Mucho tendremos que enderezar, pero más lo que nos queda por descubrir y aprender, pues el misterio de Cristo es insondable, y su vigencia para la salvación del mundo no es sólo de Ayer, sino que lo es Hoy –el hoy de la Iglesia– y lo será Siempre.

Santiago de Querétaro, Qro., Noviembre 20 de 1996.

† Mario de Gasperín Gasperín
VIII Obispo de Querétaro