Alocución al terminar el Concierto ofrecido por la Escuela Diocesana de Música Sacra y el Conservatorio J. Guadalupe Velázquez en el XXX Aniversario de Ordenación Sacerdotal

Teatro del Seminario Conciliar de Nuestra Señora de Guadalupe
Santiago de Querétaro, Qro, a 11 de septiembre de 2012


Venerados hermanos en el episcopado,
queridos sacerdotes,
muy queridos seminaristas,
apreciados miembros de la vida consagrada,
queridos amigos y familiares,
hermanos todos:

1. Es para mí motivo de alegría encontrarme con ustedes y recibir su creativo y multiforme homenaje con ocasión del 30° aniversario de mi ordenación sacerdotal. Estoy sinceramente agradecido con ustedes por su cercanía en esta circunstancia tan significativa e importante para mí. Hoy les agradezco su amistad y la amabilidad que me manifiestan.

2. Gracias por su presencia y sus muestras de afecto y respeto. De modo especial agradezco al Padre Martín Lara Becerril, Vicario General  en nuestra Diócesis, el ofrecimiento que tan amablemente me ha hecho en nombre de todos ustedes y expresarme su compromiso por colaborar en la tarea de hacer presente el Reino de Dios entre nosotros.

3. Doy vivamente las gracias a todos los artistas por el talento, el empeño y la pasión con que proponen a la atención de todos nosotros, las obras maestras de la tradición musical y religiosa. En estas obras, de las que hoy hemos escuchado una muestra significativa, está presente de modo profundo el alma de nuestro pueblo y con ella la fe cristiana, que encuentran una expresión extraordinaria precisamente en la devoción y en el canto litúrgico que siempre la acompaña. De hecho, existe un vínculo estrecho y originario entre la música religiosa y el canto litúrgico: en cierto modo, en la liturgia nace y de la liturgia surge gran parte de la creatividad artística de los músicos clásicos, para dar vida a obras maestras que merecerían ser más conocidas por muchos.

4. En esta noche hemos podido contemplar el fruto de la creatividad humana junto con la belleza divina, al ver plasmada la imaginación del hombre en estas piezas musicales que son un ensamble de la inspiración y la tecnología, reflejadas en el arte musical, desde lo clásico de John Rutter hasta lo moderno de John Wasson. Quiero en esta hermosa velada  rescatar las sugestivas palabras del Mtro. Cirilo Conejo Roldan, que las voces blancas y melodiosas, unidas al unísono de los instrumentos musicales  han interpretado de manera sublime, para desvelarnos “la belleza del amor al Amor”. Mediante el invitatorio de amor. Personalmente, es una obra que me apasiona y que lejos de expresar algo extraordinario, nos desvela la hermosura de la consagración a Dios y la naturaleza de nuestra dignidad humana y cristiana. “Alma para Dios nacida”, efectivamente eso es el ser cristiano, nacimos para Dios.  “Ama a tu Dios sin cesar”, solamente ama a Dios quien ha creído en Dios, quien le ha creído a Dios. “La fe cristiana, poniendo el amor en el centro, ha asumido lo que era el núcleo de la fe de Israel, dándole al mismo tiempo una nueva profundidad y amplitud”. Jesús, haciendo de ambos un único precepto, ha unido este mandamiento del amor a Dios con el del amor al prójimo, contenido en el Libro del Levítico: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (19, 18; cf. Mc 12, 29- 31). Y, puesto que es Dios quien nos ha amado primero (cf. 1 Jn 4, 10), ahora el amor ya no es sólo un «mandamiento», sino la respuesta al don del amor, con el cual viene a nuestro encuentro” (cf. Deus caritas est, n. 1). Hoy celebramos el 30° aniversario de mi ordenación sacerdotal y es una oportunidad magnifica para reconocer que en el sacerdocio es posible hacer efectivo este amor. San Juan María Vianey repetía continuamente estas palabras cuando se dirigía a Dios: “Te amo, oh mi Dios. Mi único deseo es amarte hasta el último suspiro de mi vida. Te amo, oh infinitamente amoroso Dios, y prefiero morir amándote que vivir un instante sin amarte. Te amo, Señor, y la única gracia que te pido es la de amarte eternamente. Oh mi Dios, si mi lengua no puede decir cada instante que te amo, quiero que mi corazón lo repita cada vez que respiro. Te amo, oh mi Dios Salvador, porque has sido crucificado por mí, y me tienes aquí crucificado contigo. Dios mío, dame la gracia de morir amándote y sabiendo que te amo». Hoy, puedo decir convencido, que efectivamente el sacerdocio es una manera extraordinaria de amor a Dios y de sentirse amado por él. El papa Juan Pablo II decía: “Quien habra el corazón a Cristo  no sólo comprende el misterio de la propia existencia, sino también el de la propia vocación y recoge esplendidos frutos de la gracia” (cf. Mensaje en ocasión de la XLII Jornada mundial de oración por las vocaciones, 17 abril de 2005).

5. No quisiera dejar de hacer uso de la palabra, sin antes agradecer de manera muy especial a la Escuela de Música y Conservatorio “J. Guadalupe Velásquez”, a su coro y orquesta, que bajo la dirección de sus diferentes maestros: el Mtro. Erick F. Escandón, al Mtro. Antonio Hernández Chavela, al Mtro. César Serrano, hacen posible una cultura musical en los niños y jóvenes de nuestro pueblo queretano. Hemos sido testigos de cómo en la simplicidad de hacer sonar un pajarillo con agua o de sonar un elaborado instrumento, el espíritu es tocado y llevado a lo sublime. Gracias porque propician  en la sencillez de las notas musicales, transportarnos a una realidad sublime y llena de misticismo, con el cual unimos nuestro espíritu agradecido a la Trinidad, por el don del Sacerdocio ministerial confiado en mis débiles manos. El mundo en que vivimos necesita que la verdad resplandezca y no sea ofuscada por la mentira o por la banalidad; necesita que la caridad inflame y no sea derrotada por el orgullo y por el egoísmo. Necesitamos que la belleza de la verdad y de la caridad toque lo más íntimo de nuestro corazón y lo haga más humano. Y creo que la música y el canto son medios extraordinarios para crear una cultura de la vida y de la esperanza.

6. Queridos amigos, finalmente  quiero invitarles y a todos a un amistoso y apasionado llamamiento: no separen jamás la creatividad artística de la verdad y de la caridad; no busquen jamás la belleza lejos de la verdad y de la caridad; al contrario, con la riqueza de su genialidad, de su impulso creativo, sean siempre, con valentía, buscadores de la verdad y testigos de la caridad; hagan que la verdad resplandezca en su vida y en sus obras y procuren que su belleza suscite en la mirada y en el corazón de quien las admira el deseo y la necesidad de hacer bella y verdadera la existencia, toda existencia, enriqueciéndola con el tesoro que nunca se acaba, que hace de la vida una obra maestra y de cada hombre un extraordinario artista: la caridad, el amor. Que el Espíritu Santo, artífice de toda la belleza que existe en el mundo, les ilumine siempre y les guíe hacia la Belleza última y definitiva, aquella que enciende nuestra mente y nuestro corazón y que esperamos poder contemplar un día en todo su esplendor.

7. Una vez más, gracias por su amistad, por su presencia, por sus oración que elevan por un servidor. De corazón les imparto a todos ustedes y a sus seres queridos mi bendición. Buenas noches.

 
† Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo de Querétaro