3er DOMINGO DE ADVIENTO “BENDICIÓN DE VIENTRES”

Santa Iglesia Catedral, Ciudad Episcopal, Santiago de Querétaro, 17 de diciembre de 2017.

 

El domingo 17 de diciembre de 2017, Mons. Faustino Armendáriz Jiménez, Obispo de Queretaro, presidió la Celebración Eucarística, en punto de las 9:00hrs.  En la Santa Iglesia Catedral, con motivo del “3er domingo de Adviento, cabe destacar que en esta celebración se realizó la   Bendición de Vientres” muchas futuras madres se acercaron a recibir la bendición de manos de Mons. Faustino, para ellas y sus bebes que se están gestando en el vientre materno.  Concelebraron esta Santa Misa, el Pbro. Efraín Isasi Cano (Presidente Diocesano de la Pastoral Juvenil), Pbro. Javier Coellar Ríos (Presidente Diocesano para la Pastoral de la Vida), Pbro. Víctor Rogelio García Sánchez, Pbro. Rafael Gavidia Arteaga. y M.I. Sr. Cango. J. Guadalupe Martínez Osornio, Rector de la Catedral.

El Pastor Diocesano, agradeció y se alegró por la presencia de todas las futuras mamas, quienes esperan con alegría el fruto de su vientre, al igual que en este tiempo de Adviento esperamos al Salvador, es por y para ustedes esta Santa Misa. En su Homilía, Mons. Faustino, dijo:

“Muy queridas mamás, hermanos y hermanas todos en el Señor: Con alegría me complace poder saludar a todos ustedes en esta mañana en este III Domingo de Adviento que nos encamina y nos prepara para la celebración del misterio de la Navidad. Me alegra recibirles en esta catedral a todas ustedes queridas madres, que esperan con tanta alegría y entusiasmo al fruto de su vientre, con la esperanza que Dios les bendiga a ustedes y a sus criaturas ya desde ahora.  Gracias por decir “sí a la vida”. Gracias por colaborar de esta manera con Dios”.

“El embarazo es una época difícil, pero también es un tiempo maravilloso. La madre acompaña a Dios para que se produzca el milagro de una nueva vida. La maternidad surge de una «particular potencialidad del organismo femenino, que con peculiaridad creadora sirve a la concepción y a la generación del ser humano». Cada mujer participa del «misterio de la creación, que se renueva en la generación humana».  Es como dice el Salmo: «Tú me has tejido en el seno materno» (139,13). Cada niño que se forma dentro de su madre es un proyecto eterno del Padre Dios y de su amor eterno: «Antes de formarte en el vientre, te escogí; antes de que salieras del seno materno, te consagré» (Jr 1,5). Cada niño está en el corazón de Dios desde siempre, y en el momento en que es concebido se cumple el sueño eterno del Creador. Pensemos cuánto vale ese embrión desde el instante en que es concebido. Hay que mirarlo con esos ojos de amor del Padre, que mira más allá de toda apariencia (AL, 168). La mujer embarazada puede participar de ese proyecto de Dios soñando a su hijo: «Toda mamá y todo papá soñó a su hijo durante nueve meses […] No es posible una familia sin soñar. Cuando en una familia se pierde la capacidad de soñar los chicos no crecen, el amor no crece, la vida se debilita y se apaga». Dentro de ese sueño, para un matrimonio cristiano, aparece necesariamente el bautismo. Los padres lo preparan con su oración, entregando su hijo a Jesús ya antes de su nacimiento” (AL, 169).

“Hago mías las palabras del Papa Francisco: “A cada mujer embarazada quiero pedirle con afecto: Cuida tu alegría, que nada te quite el gozo interior de la maternidad. Ese niño merece tu alegría. No permitas que los miedos, las preocupaciones, los comentarios ajenos o los problemas apaguen esa felicidad de ser instrumento de Dios para traer una nueva vida al mundo. Ocúpate de lo que haya que hacer o preparar, pero sin obsesionarte, y alaba como María: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su sierva» (Lc 1,46-48). Vive ese sereno entusiasmo en medio de tus molestias, y ruega al Señor que cuide tu alegría para que puedas transmitirla a tu niño” (AL, 171).

“En este domingo la Palabra de Dios nos presenta nuevamente la figura de Juan, pero a diferencia del domingo pasado que se le llamaba ‘el bautista’ hoy su persona y su misión es definida como ‘testigo de la Luz’. Resulta paradójico que algo tan evidente como la luz requiera de un testigo. El evangelio de san Juan quiere dejar muy claro que la presencia de Dios entre nosotros no se impone, no es violenta ni fuerza a nadie; siempre es posible evitarle y prescindir de ella. El logos eterno de Dios, hecho hombre en Belén, es la Luz verdadera que exige la libre decisión del hombre, Dios se ha querido manifestar con sencillez, su cercanía a los hombres es tan ordinaria que se corre el riego de no notarla. Por eso es necesario testigos. El cuarto evangelio quiere ser un testigo de Jesús, la Luz verdadera que está entre los hombres pero que muchos no conocen.

“La identidad de Juan como testigo queda manifiesta gracias a las preguntas por parte de la comitiva enviada de Jerusalén, por ciertas sospechas sobre su forma de vida. El interrogatorio empieza con un ex abrupto y sin la mínima gentileza. ¿Quién eres tú? Es gracias a la interpelación sobre su identidad que Juan puede auto definirse como testigo de la Luz. Esta pregunta puede ir dirigida a cada uno de nosotros, la sociedad plural en la cual vivimos muchas veces nos exige incluso con violencia dar respuesta sobre quiénes somos, pues solo en la medida en que tomemos conciencia de nuestra verdadera identidad podemos vivir en la verdad”.

“Todo creyente que toma en serio su fe se convierte en testigo de Jesucristo, es decir anunciador de la verdad para hacer creíble el evangelio de Jesucristo. El hecho puede sonar paradójico, pero es real. Hoy por todas partes vemos muchas decoraciones con motivo de la Navidad, pero para muchos el nacimiento de Jesús es ignorado, su persona es totalmente desconocida, incluso para muchos cristianos; hoy también se cumplen las palabras del evangelio «en medio de ustedes hay uno al que ustedes no conocen”.

“Hoy motivados por la Palabra de Dios, meditemos sobre nuestra identidad cristina. ¿Quién soy yo? Responder con humildad y verdad a esta pregunta nos ayudará a vivir con mayor compromiso nuestra propia vocación y misión; el tiempo de adviento sea un impulso para tomar conciencia de que somos testigos de la Luz, todos los católicos debemos ser ‘discípulos y misioneros’ para que nuestros pueblos en Él tengan vida”.

Concluyó diciendo a todos los fieles: “Aprovechemos este año y hagamos de él una experiencia fascinante. Que la Virgen María, la mujer joven, nos inspire con su amor de Madre. Amén”.

Al término de la Celebración, Mons. Faustino invitó a todas las futuras mamas a que subieran junto con él, al presbiterio para darles la bendición solemne por su dulce espera