2do. DÍA DE NOVENARIO DE PREPARACIÓN A LA FIESTA LITÚRGICA EN HONOR A NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES DE SORIANO.

Novenario de preparación a la fiesta Litúrgica en Honor a Nuestra Señora de los Dolores de Soriano. Segundo Día.

𝐍𝗼𝘃𝗲𝗻𝗮 𝗲𝗻 𝗽𝗿𝗲𝗽𝗮𝗿𝗮𝗰𝗶𝗼́𝗻 𝗮 𝗹𝗮 𝗙𝗶𝗲𝘀𝘁𝗮 𝗟𝗶𝘁𝘂́𝗿𝗴𝗶𝗰𝗮 𝗱𝗲 𝗡𝘂𝗲𝘀𝘁𝗿𝗮 𝗦𝗲𝗻̃𝗼𝗿𝗮 𝗱𝗲 𝗹𝗼𝘀 𝗗𝗼𝗹𝗼𝗿𝗲𝘀 𝗱𝗲 𝗦𝗼𝗿𝗶𝗮𝗻𝗼.
𝟮𝗗𝗢. 𝗗𝗜́𝗔
𝑉. ¡Ave María Purísima!
𝑅. Sin pecado concebido.

𝗦𝗘𝗡̃𝗔𝗟 𝗗𝗘 𝗟𝗔 𝗖𝗥𝗨𝗭.
PERSIGNARSE: Por la Señal + de la Santa Cruz, de nuestros + enemigos, líbranos + Señor Dios Nuestro.
SANTIGUARSE: En el nombre del Padre, + y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

𝗔𝗖𝗧𝗢 𝗗𝗘 𝗖𝗢𝗡𝗧𝗥𝗜𝗖𝗜𝗢́𝗡.
Señor mío, Jesucristo, Dios y hombre verdadero. Creador y Redentor mío, por ser tú quien eres, y porque te amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberte ofendido. Quiero y propongo firmemente confesarme a su tiempo. Ofrezco mi vida, obras y trabajos en satisfacción de mis pecados. Y confío en tu bondad y misericordia infinita que me los perdonarás y me darás la gracia para no volverte a ofender. Amén.

𝗢𝗥𝗔𝗖𝗜𝗢́𝗡 𝗜𝗡𝗜𝗖𝗜𝗔𝗟.
Amorosísima Madre Dolorosa, Tú has escogido esta Imagen y este Templo y Misión de Soriano, para conservar la fe de los que ocurrimos a este lugar a venerarte. Aquí ante esta tu Imagen de Soriano, nos recuerdas los Dolores que sufriste al pie de la Cruz por nuestras almas, y nos mueves a penitencia y confesión de nuestras culpas, para que podamos volver a nuestras tierras y familias con limpios corazones, y llenos de la Paz de Dios. Así te acuerdas de tus misericordias, y logras que el sacrificio de Jesús tu Hijo nos aproveche, y te muestras Madre, cual Jesús te constituyó en el monte Calvario al decirte: “ve ahí a tu Hijo.” Pues, Oh Madre, mueve mi espíritu a dolor de mis muchos pecados, y con tu poder cambia mi corazón. Y con la confianza de que así lo haces ya conmigo, me vuelvo a mi Dios, mi Dueño y mi Redentor, diciéndole: Me pesa de haber pecado; me pesa por ser Dios mi Padre, y tan bueno; y me pesa porque con mis culpas he sido causa de los Dolores de Jesús y de María. No volveré más a pecar. Así sea.

𝗠𝗘𝗗𝗜𝗧𝗔𝗖𝗜𝗢́𝗡.
«EL MARTIRIO DE MARÍA».
La ley de la encarnación es la ley de padecimiento. Nuestro Señor fue varón de Dolores y padecimiento redimió al mundo; su pasión no fue solamente un acaecimiento de su vida, sino todo el fin de ella y su propio desenlace. EL calvario no se diferenció de Belén ni de Nazaret: los sobrepujó en grado, no en naturaleza, los treinta y tres años fueron duración de un padecimiento perpetuo, bien que vivió especie y intensidad.
Pues bien, esta misma ley de padecimiento a que Jesús quiso someterse comprende a todos cuánto le siguen y aún los abraza y rodea, tanto más cuando son más Santos hasta envolverlos totalmente.
Está ley la vemos aplicada a todos los apóstoles para Pedro y su hermano Andrés la Cruz, para Pablo la espada, para Santiago la lapidación; la degollación para Bartolomé, para Juan aceite hirviendo y para todos los Santos y Santas, bajo diversas formas de padecimientos externos, un interno y perpetró padecer, irá con ellos a todas partes.
Todos han tenido que ser envueltos en la nube y salir de ella envueltos con rostro radiante, porque todos han visto y vivido de cerca la faz del crucificado.
¿Cómo pues había de eximirse de esta ley la madre de Jesús, que entre todas las criaturas ha sido la más estrecha unida con Él?
No es, por tanto, de maravillar si María padeció, más que nadie después de Jesús, la inmensidad de sus Dolores no tiene por qué sorprendernos ni chocarnos, antes bien, nos parecerá un resultado propio de todo cuanto sabemos acerca del gran misterio de la encarnación.
La medida de los padecimientos de la madre no será otra sino la grandeza del amor quE su Hijo tiene, así como la profundidad misma de los dolores de la Madre será la mejor medida del amor que Ella profesa al hijo.
No obstante ser Ella exenta de culpa, la veremos casi sometida a la misma ley vivificante de la expiación; y a despecho de las mil diferencias que tan manifiesta distinción pone entre la compasión de María y la pasión de Jesús, comprenderemos por qué la unión de la madre con el hijo los hace inseparables.
Dispongámonos pues a ver cómo los Dolores de María son superiores a cuanto ellos podamos imaginar, solo con la ayuda de la fe y del amor podemos contemplarlos y percibir algo de su hermosura y su singularidad. Con estas contemplaciones podemos también acrecentar nuestra devoción a la pasión de nuestro Señor Jesucristo.
Ruega por nosotros dolorosa madre, para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro señor Jesucristo. Amén.
(Hagamos un momento de meditación, y luego la petición)

𝗥𝗲𝘇𝗮𝗿 𝗲𝗹 𝗔𝘃𝗲 𝗠𝗮𝗿𝗶́𝗮 𝘁𝗿𝗲𝘀 𝘃𝗲𝗰𝗲𝘀.
𝑉. Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre, Jesús.
𝑅. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros los pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

𝗢𝗥𝗔𝗖𝗜𝗢́𝗡 𝗙𝗜𝗡𝗔𝗟.
Oh, santa Madre de Dios, al sumergirme en el océano de tus dolores y contemplar lo que has padecido junto a tu hijo por mi salvación y la salvación de mundo entero, el arrepentimiento de mis pecados invade mi corazón y surge, en mí, un firme propósito de enmienda y cambio de vida. Además, tengo la plena confianza de que Tú acoges, en tu corazón inmaculado y dolorido, mi humilde suplica que ahora te presento (hago mi petición por la que estoy haciendo esta novena) … Oh dolorosa Madre, entrégala a tu divino Hijo, Nuestro Señor Jesucristo; y así, asociándome contigo a su pasión, pueda yo merecer participar de su gloriosa resurrección, Amén.
¡Ruega por nosotros, Virgen Dolorosa!
Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

𝗦𝗘𝗡̃𝗔𝗟 𝗗𝗘 𝗟𝗔 𝗖𝗥𝗨𝗭.
PERSIGNARSE: Por la Señal + de la Santa Cruz, de nuestros + enemigos, líbranos + Señor Dios Nuestro.
SANTIGUARSE: En el nombre del Padre, + y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
𝑉. ¡Ave María Purísima!
𝑅.. Sin pecado concebido.
𝗖𝗔𝗡𝗧𝗢 𝗙𝗜𝗡𝗔𝗟
Ruega por nosotros Dolorosa Madre.
*Ruega por nosotros,
Dolorosa Madre,
para que tu Hijo
no nos desampare.
Salve mar de penas,
Salve triste Madre,
Salve Reina hermosa,
llena de piedades.
*Ruega por nosotros, etc.
De tus ojos penden
las felicidades,
míranos Señora,
no nos desampares.
*Ruega por nosotros, etc.