Lectio Divina: X Domingo del Tiempo Ordinario

Pbro. José Luis Salinas Ledesma
Presidente de la Comisión Diocesana para la Pastoral Profética

1. LECTURA DEL TEXTO: Mc 3, 20-35

(Se pide la luz del Espíritu Santo)

Ven Espíritu Creador,
visita las almas de tus fíeles
y llena de la divina gracia los corazones,
Tú eres nuestro Consolador,
fuente viva, fuego, caridad
Tú derramas sobre nosotros los siete dones;
Tú, el dedo de la mano de Dios;
Tú, el prometido del Padre;
Tú, que pones en nuestros labios los tesoros de tu palabra.
Enciende con tu luz nuestros sentidos;
infunde tu amor en nuestros corazones;
y, con tu perpetuo auxilio,
fortalece nuestra débil carne. Amén.

(Cada uno lee en su Sagrada Escritura)

En aquel tiempo, Jesús entró en una casa con sus discípulos y acudió tanta gente, que no los dejaban ni comer. Al enterarse sus parientes, fueron a buscarlo, pues decían que se había vuelto loco. Los escribas que había decían acerca de Jesús: “Este hombre esta poseído por Satanás, príncipe de los demonios, y por eso los echa fuera”. Jesús llamó entonces a los escribas y les dijo en parábolas: “¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? Porque si un reino está dividido en bandos opuestos, no puede subsistir. Una familia dividida tampoco puede subsistir. De la misma manera, si Satanás se rebela contra sí mismo y se divide, no podrá subsistir, pues ha llegado su fin. Nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y llevarse sus cosas, si primero no lo ata. Sólo así podrá saquear la casa. Yo les aseguro que a los hombres se les perdonarán todos sus pecados y todas sus blasfemias. Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo nunca tendrá perdón; será reo de un pecado eterno”. Jesús dijo esto, porque lo acusaban de estar poseído por un espíritu inmundo. Llegaron entonces su madre y sus parientes; se quedaron fuera y lo mandaron llamar. En torno a él estaba sentada una multitud, cuando le dijeron: “Ahí fuera están tu madre y tus hermanos, que te buscan”. Él le respondió: “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?” Luego, mirando a los que estaban sentados a su alrededor, dijo: “Estos son mi madre y mis hermanos. Porque el que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre”. Palabra del Señor.

(Se pregunta a los participantes y responden leyendo los versículos en su Biblia)

  • ¿En qué lugar entró Jesús y con quién? v.20
  • ¿Quiénes se enteraron? v.21a
  • ¿Qué decía la gente de Jesús? v.21b
  • ¿Qué decían los escribas de Jesús? v.22
  • ¿Qué decía Jesús en parábolas y a quién? v.23
  • ¿Qué ejemplos enseña Jesús? vv.24-26
  • ¿Cómo se puede saquear la casa de un hombre fuerte? v. 27
  • ¿Qué es lo que se les perdonara a todos los hombres? v. 28
  • ¿Cuál es la blasfemia que nunca se le personara a los hombres? v. 29
  • ¿Porqué les decía esto Jesús? v.30
  • ¿Quiénes llegaron a buscar a Jesús? v. 31
  • ¿Qué le avisaron a Jesús? v. 32
  • ¿Qué respondió Jesús? vv. 33-34
  • ¿Quiénes son la madre y los hermanos de Jesús? v. 35

Explicación del texto

Jesús regresa del monte a la casa, de la cercanía de Dios al encuentro con los hombres. La multitud lo necesita, y aunque la tarea es extenuante, cumple con celo la causa que se le ha confiado. Como en la realización de todo trabajo bueno surgen las críticas, pero ahora vienen también de sus propios parientes quienes se oponen a su obra y a quienes apoyan los maestros judíos.

Jesús está en casa, pero los suyos lo buscan fuera de su casa e incluso piensan que también está fuera de sí. Es un aviso contra la pretensión de juzgar las cosas de Dios desde los criterios puramente humanos o desde mezquinas preocupaciones por la fama, la salud o el negocio. La acusación que hacen los escribas es grave. Una persona en estas condiciones debía ser castigada con la muerte por lapidación. Con las parábolas desenmascara las falacias de sus adversarios y revela su identidad.

Es superior a Satanás, él es el depositario y administrador de las fuerzas divinas. Quien se obstina en verlo como endemoniado, cae en el único pecado imperdonable: rechazar la verdad con los ojos abiertos, rehusando la oferta del perdó