Palabra Dominical: La pregunta es pública, y la respuesta ha de ser pública

XXI Domingo del Tiempo Ordinario – Mt. 16, 13 – 20

pedro-llavesEn aquel tiempo, cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?». Ellos le respondieron: «Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o alguno de los profetas».

Luego les preguntó: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?». Simón Pedro tomó la palabra y le dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo».

Jesús le dijo entonces: «¡Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre, que está en los cielos! Y yo te digo a ti que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella. Yo te daré las llaves del Reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo».

Y les ordenó a sus discípulos que no dijeran a nadie que Él era el Mesías. Palabra del Señor. 

 

El pasaje que leemos hoy ocupa un lugar relevante en el evangelio de San Mateo. Jesús ha anunciado la Buena Noticia del Reino con palabras y signos, pero se hace presente la situación crítica del rechazo de Israel cada vez más evidente y donde la muerte de Jesús aparece en el horizonte del evangelio.

Jesús lo sabe y lo anuncia, por ello el Señor pone los fundamentos de una nueva comunidad, a la que nada ni nadie podrá vencer, ni siquiera el poder de la muerte.

Ante la pregunta de Jesús, Simón Pedro confiesa a Jesús como Hijo de Dios vivo, dos afirmaciones fundamentales que recogen el credo básico de la comunidad de San Mateo y recorren toda la narración del evangelio.

Este evangelista deja claro desde el principio de su obra que Jesús es el Mesías esperado, enviado a Israel y el Hijo de Dios obediente en todo a la voluntad del Padre. Ambos títulos, Mesías e Hijo de Dios, aparecen también en el pasaje de hoy, advirtiendo a los lectores que algo muy importante está ocurriendo.

Ante la pregunta de Jesús, es Pedro quien contesta con la vehemencia que le es característica, de tal manera que la fe que profesa es propuesta como modelo de auténtica fe cristiana para todos. Por su parte la respuesta de Jesús contiene tres elementos: una bienaventuranza, una promesa y un encargo.

Es bienaventurado por proclamar su fe en Jesús, a lo cual le sigue una promesa que se muestra bajo la imagen de la construcción, de tal manera que la fe profesada por el apóstol será el fundamento sólido sobre el que se asentará el edificio del Nuevo Israel, es decir la Iglesia. Pero además es necesario subrayar la nueva misión que se especifica y que le espera a San Pedro como administrador responsable y fiel al que el Señor confiará el poder de las llaves y la capacidad de atar y desatar. Estas son imágenes en el vocabulario rabínico del tiempo que expresan la autoridad para adaptar la ley y adaptarla a las nuevas circunstancias, necesidades y situaciones. Todo esto hace eco de la importancia  del papel que San Pedro desempeñó en la vida de la Iglesia naciente; San Mateo interpreta fielmente el deseo de Jesús de reunir una comunidad de discípulos y la primacía de Pedro dentro de dicho grupo.

Es necesario subrayar que la Iglesia se presenta  en este pasaje como algo de Jesús quien dice “mi Iglesia” y que es el quien la reúne, la edifica y la consolida, de tal manera que la autoridad delegada a San Pedro tiene sentido porque expresa la voluntad del Señor.

La pregunta de Jesús es un reto que nos invita a dar una respuesta de fe hoy y aquí. El reto ante la pregunta: “Y ustedes ¿Quién dicen que soy yo?” No se trata de cumplir un trámite. Hay que implicarse y en ello nos jugamos mucho. Es el mismo Jesús quien pone a prueba nuestra adultez y madurez. La pregunta es pública y la respuesta ha de ser pública. Es hora de asumir el reto y no es escondernos para profesar nuestra fe cristiana católica. Más aun, porque es la hora de evangelizar, es tiempo de que quien se confiese católico asuma las consecuencias de su bautismo de tal manera que no puede permanecer callado. Solamente lo proclamara si Jesucristo ya lo ha tocado y ha marcado la diferencia en su vida como hombre nuevo.

† Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo de Querétaro