PALABRA DOMINICAL: DOMINGO DE LA EPIFANÍA Mt 2, 1-12. ¡Emprendamos el viaje!

DOMINGO DE LA EPIFANÍA

Mt 2, 1-12. 

¡Emprendamos el viaje! 

Mons. Faustino Armendaris

 

La tradición popular no enseña que hoy celebramos la fiesta de los santos reyes, en la cual los niños reciben regalos. Sin embargo, la liturgia llama a esta fiesta la ‘fiesta de la Epifanía’, porque celebra que Dios se manifiesta a todos, en la ternura de un niño y que la salvación traída por él, es para todos los pueblos, todas las razas y culturas.

En el evangelio de este día, escuchamos el relato del acontecimiento que da sentido y originalidad a la identidad de esta celebración. San Mateo (2, 1-12), nos narra que “cuando Jesús nació en Belén de Judá, en tiempos del rey Herodes, unos magos que venían de Oriente, se presentaron en Jerusalén con la certeza del nacimiento  del nuevo rey de los judíos, pues han visto  su estrella en el Oriente y por eso fueron a dorarlo” (cf. vv. 1-2). Esto nos permite pensar y reflexionar lo siguiente.

El acontecimiento del nacimiento del Hijo de Dios, situado en un tiempo y en un espacio muy determinados, fue un acontecimiento cuyas dimensiones históricas traspasaron las murallas de Jerusalén, y que gracias a la fe de quienes así lo vivieron hoy podemos nosotros ser testigos de ello; más aún, el cosmos entero dio testimonio de dicha realidad, pues “ha surgido una nueva estrella”. De tal manera que los magos, a partir de este signo nuevo en el cielo, es como se han dado cuenta de lo ocurrido. De los magos el evangelista no nos da más detalles, no se dice nada más sobre su historia o sobre su identidad, sin embargo, podemos entender que sin duda,eran hombres conocedores del cosmos, sabían las leyes de la naturaleza y conocían el cielo. Eran hombres de ciencia y de razón. Eran hombres deseosos de conocer a Dios. Al darse cuenta de que algo nuevo había ocurrido. Emprenden el viaje que les llevaría hasta el lugar donde los signos de los tiempos y de la naturaleza, les indicarían el lugar preciso dónde es que ha ocurrido aquello que han visto. Su objetivo es claro, adorarlo. Tributo que sólo se le puede dar a Dios.

En esos magos están representados todos aquellos hombres y mujeres que sin haber conocido a Dios y sin haberse encontrado con su persona, estudian la naturaleza y se dan cuenta que en ella Dios escribe y manifiesta su plan de salvación, pero que algo nuevo es necesario. Los magos constituyen un modelo de identificación positivo: los creyentes, pueden descubrir en su viaje el propio camino de fe que les movió a la búsqueda de Jesucristo. El Evangelio hoy nos enseña que la naturaleza les condujo hacia Cristo, pero que solamente en su persona y con su nacimiento en la historia, la revelación es plena y total.

Dejemos que los signos de los tiempos, nos ayuden a identificar el camino para llegar a Cristo. Leamos en las leyes de la naturaleza el itinerario para llegar a Dios y no dudemos en emprender ese viaje de la fe que sea capaz de ponernos en contacto con el verdadero “Sol de justicia” que ilumina con su palabra, con su sabiduría, con su verdad, el cosmos, la tierra, el hombre, nuestra  vida. Hoy muchos confunden esto cuando a diario consultan su horóscopo, creyendo que su vida se resolverá  por lo que diga o no diga. Sólo la luz de Cristo puede desvelarnos nuestra identidad; sólo la luz de Cristo es capaz de conocer y entender el futuro; sólo la luz de Cristo es el camino para entender la voluntad de Dios. Emprendamos el viaje que nos conduzcahasta donde está Cristo, para encontrarnos con su belleza, sabiduría, ternura, amor, que sea capaz de satisfacernos y ver cumplidas todas las esperanzas que nuestro corazón desea. Emprendamos el viaje que nos conduzca hasta donde está Cristo, esperando ser adorado. La luz de Belén sigue resplandeciendo en todo el mundo. San Agustín recuerda a cuantos la acogen: “También nosotros, reconociendo en Cristo a nuestro rey y sacerdote muerto por nosotros, lo honramos como si le hubiéramos ofrecido oro, incienso y mirra; sólo nos falta dar testimonio de él tomando un camino distinto del que hemos seguido para venir» (Sermo 202. In Epiphania Domini, 3, 4).

Dejemos a la ciencia y a la razón nos conduzcan hasta Cristo y una vez entrados con su persona dejemos que la fe, nos lleve de alegría, de paz y de amor.  El lenguaje de la creación nos permite recorrer un buen tramo del camino hacia Dios, pero no nos da la luz definitiva. Al final, para los Magos fue indispensable escuchar la voz de las Sagradas Escrituras: sólo ellas podían indicarles el camino. La Palabra de Dios es la verdadera estrella que, en la incertidumbre de los discursos humanos, nos ofrece el inmenso esplendor de la verdad divina. Queridos hermanos y hermanas, dejémonos guiar por la estrella, que es la Palabra de Dios; sigámosla en nuestra vida, caminando con la Iglesia, donde la Palabra ha plantado su tienda. Nuestro camino estará siempre iluminado por una luz que ningún otro signo puede darnos. Y también nosotros podremos convertirnos en estrellas para los demás, reflejo de la luz que Cristo ha hecho brillar sobre nosotros