PALABRA DOMINICAL: DOMINGO 27º DEL TIEMPO ORDINARIO Lc. 17, 1 – 10

LA FE ES DEJAR HACER A DIOS EN NUESTRA VIDA

San Lucas reúne en este párrafo del evangelio varias palabras de Jesús que tienen una fuerte vinculación con la vida de comunitaria: no escandalizar, perdonar siempre, tomar conciencia de la fuerza de la fe, etc. De nueva cuenta Jesús nos sorprende que al dirigirse a los discípulos pronuncie una advertencia tan severa: “Es inevitable que sucedan escándalos, pero hay del que los provoca…”. Fustiga especialmente a quien escandalice a los pequeños, es decir, aquellos marginados social y religiosamente que han optado por el camino de la sencillez. Los discípulos a los que Jesús se dirige son aquellos de ascendencia judía y ortodoxa. Estos, con sus ansias de poder, de creerse en posesión de la verdad, de apelar a la ley y a la ortodoxia, de su orgullo por no ser como los demás puede escandalizar a los pequeños o sencillos. No tener en cuenta la sencillez y la escasa preparación de los hermanos merece el más severo señalamiento de Jesús.

El Señor también habla de la fe y se describe a los discípulos que se acercan reconociendo la debilidad de su fe y El aprovecha la ocasión para instruirles sobre el enorme poder con que cuenta el hombre que confía en Dios, Por pequeña que sea, la fe es capaz de realizar lo imposible. No se trata de creer lo nunca visto ni afirmar lo n o experimentado; la fe consiste en la obediencia permanente.

Creer no es algo teórico, es adherirse o apoyarse en Alguien. El creyente descansa en el Señor, se abandona en sus manos. Muchos son los salmos que nos enseñan a clamar al Señor desde nuestros cansancios. A confiarnos en El, “como un niño en brazos de su madre”.

Vemos por tanto, en la respuesta de Jesús, que El no define la fe ni les aumenta la fe, sino que les señala el camino para permanecer en la fe. Este camino es la perseverancia en la obediencia a Dios. Porque la fe no aumenta por gramos, ni por metros, ni por litros; no hay medida ni cantidades para la fe. La fe y el aumento de la fe es la apertura y disponibilidad a Dios, dejar a hacer a Dios en nuestra vida. Para resaltar esta disponibilidad, Jesús emplea la imagen del siervo que trabaja en el campo. El siervo es siervo en el campo y cuando llega a casa. El siervo no exige nada al amo. Es lo que tenemos que hacer.

Lo que os pide a los creyentes es obediencia y confianza. Esa confianza que sabe que Dios siempre conduce a buen puerto, que Dios tiene salidas que no conocemos ni tenemos derecho, por el hecho de ser creyentes, a pedir que nos las adelante. Podemos vacilar en la fe y tenemos derecho a confesar la poca fe que hay en nosotros. Pero si queremos aumentar la fe solo nos resta una cosa: cuidar y aumentar la obediencia a Dios. Este es el reto, y que el Papa Francisco concretiza todavía más: «la fe lleva siempre al testimonio. La fe es un encuentro con Jesucristo, con Dios, y de allí nace y te lleva al testimonio […] una fe sin obras, una fe que no te implique, que no te lleve al testimonio, no es fe. Son palabras y nada más que palabras».