ORDENACIONES CONGERACIÓN DE LA PASIÓN DE JESUCRISTO.

Casa de formación de la Congregación de la Pasión de Jesucristo,  Corregidora, Qro., 10 de abril de 2021.

Mons. Fidencio López Plaza, X Obispo de la Diócesis de Querétaro, presidió la Sagrada Eucaristía en la Casa de formación de la Congregación de la Pasión de Jesucristo, o conocidos como Pasionistas, en Corregidora, Qro., el día 10 de abril de 2021, en la cual confirió el orden sacerdotal a los Diáconos Carlos Leonardo García y Sebastián Cruz Gómez, y el Orden Diaconal a Jonathan Emmanuel Pavón Tirado, mediante la imposición de las manos y la unción con el Santo Crisma, para ser parte del orden sacerdotal a la manera de Melquisedec,  esta misa fue concelebrada por el Superior Provincial, Pbro. Víctor Hugo Álvarez Hernández, Pbro. Eloy Medina, Consultor de Provincia, y algunos otros sacerdotes de las distintas casas de formación, Pbro. Raymundo Frausto Hurtado, Párroco de San Francisco Galileo, Pbro. Daniel Hernández Mendieta, Párroco de Nuestra Señora del Rosario en la comunidad de Bravo.

En el momento de la homilía el Pbro. Eloy Medina, Consultor de Provincia, compartió diciendo: “Hermanos y hermanas en el señor resucitado mientras celebramos la Pascua de Cristo, el acontecimiento que da sentido a nuestra vida cómo discípulos del Señor, nos hemos reunido en su nombre para acompañar a estos hermanos: Carlos Leonardo García Hernández, Sebastián Cruz Gómez y Jonathan Emmanuel Pavón Tirado, que han sido llamados por Dios para asumir radicalmente en sus vidas la causa de Cristo, ellos habiendo sido seducidos por Dios, después de recorrer un amplio camino de formación en el que se han comprometido a promover la grata memoria de la pasión de Jesucristo, desean ahora responder a la llamada divina, para ser partícipes del sacerdocio de Cristo, siendo a los hermanos y amando a la manera de Jesús, es decir hasta el extremo.

Este acontecimiento nos llena de júbilo, pues constatamos como Dios, aun en medio de las circunstancias más desfavorables continúa sembrando y cultivando  las vocaciones  en bien de la iglesia y de la humanidad, y nuestra dicha se acrecienta al descubrirse la iniciativa de Dios que los ha llamado por su nombre, ustedes están aquí con un amor sincero que los hace entrar en total comunión con Dios un amor absoluto que les lleva a decir como nuestro fundador: «Sólo deseo estar crucificado con Cristo», y un amor apasionado por la causa de Cristo que no es otra cosa sino el compromiso de servir a los hermanos, especialmente a los crucificados  de la historia.

Quisiera dirigirme a ustedes tres queridos hermanos, Dios los ha llamado por su nombre, qué afirmación tan extraordinaria, en medio de una sociedad que se va caracterizando por su poca o nula capacidad de escucha, ustedes han sido capaces de escuchar el murmullo de Dios que pronuncia su nombre, de una forma tan sutil, lo ha pronunciado su nombre y ustedes han tenido la finura de escucharlo y como señala el profeta Jeremías,  escuchábamos en la primera lectura,  esta llamada ha resonado en ustedes desde la eternidad, pues incluso antes de formarlos  en el seno materno, Dios estaba pensando en ustedes; cuando Jeremías escuchó la llamada de Dios qué lo destinaba a ser su profeta, apenas era un muchacho, cómo era de esperarse carecía de las capacidades necesarias para llevar adelante en la misión qué le estaba confiando; además de que la encomienda no era una tarea sencilla, arrancar, destruir, edificar y plantar, quizá por eso se atrevió a decir: “mira Señor que no sé expresarme, apenas soy un muchacho”.

También ustedes tres como Jeremías, podrán sentir que las implicaciones del ministerio que se les abra de conferir son sumamente ardua, en ocasiones difíciles y hasta imposible de llevar adelante, más aún, cuando nos enfrentamos a una sociedad que se vuelve cada vez más hacia sí misma, dejando a un lado la buena noticia del reino de Dios. Una sociedad donde todo parece oscuridad y sin sentido, dónde se ha perdido la capacidad de escuchar o defender únicamente a los intereses personales, a una cosa del bien común, una sociedad marcada por la creciente violencia que ha vestido de luto y temor a numerosas familias, una sociedad dolida por la falta de oportunidades, por la injusticia y la marginación social, una sociedad que atraviesa los efectos de la pandemia del coronavirus que afectaron todos los ámbitos de la vida humana, ante ese panorama tan desolador, también ustedes podrían responder como Jeremías: “Mira Señor, que no sé expresarme, mira que no encuentro la manera de llevar adelante la misión qué me has confiado, mira que no tengo los recursos ni los dotes necesarios para transmitir esperanza”; pero sin duda cómo a Jeremías, también el Señor que los llamó por su nombre, desde antes de formarlos en el seno materno, les responderá: “No tengas miedo, que yo estoy contigo para protegerte”.

Si Dios los ha llamado, Él les irá dando todo lo que necesiten para llevar adelante el ministerio que han de confíales incluso en medio de la adversidad, él estará siempre con ustedes para cuidarlos, y ustedes hermanos estén siempre con él, buscando continuamente en la oración, en el Sagrario en la meditación personal y comunitaria, que nunca falte la oración es su vida como diácono y presbítero; este será uno de los compromisos que públicamente habrán de adquirir, cuando sean interrogados por nuestro obispo, conservar y acrecentar el espíritu de oración en caso del diácono, y orar continuamente en el caso de los presbíteros.

Queridos hermanos, por el ministerio que les será conferido, ustedes estarán llamados a edificar el pueblo de Dios. Escuchamos en el libro de los Hechos de los apóstoles que después de la elección de los siete diáconos dedicados a la administración de los bienes de la primitiva comunidad cristiana, en Jerusalén se multiplicaba grandemente el número de discípulos, de acuerdo con el relato podemos afirmar que al interior de la comunidad cristiana, se dieron diversos problemas debido al descuido que se dio en la atención en la caridad, no obstante más allá de que esto ocasionará un distanciamiento o la división de la primitiva comunidad, los discípulos puestos en oración impusieron las manos a siete hombres escogidos entra la misma comunidad, para desempeñar el servicio de caridad cotidiana.

Hermanos, el Ministerio que le será conferido, como diácono o presbíteros, no es para vivirlo de manera exclusiva pensando únicamente en ustedes mismos de manera autorreferencial, es un ministerio que ha de abrirlos a la comunidad cristiana, a los más necesitados como destinatarios de la misión, pero también a los demás ministros de la iglesia. De acuerdo con el testimonio de los hechos la multitud de discípulos estrechos vínculos de colaboración con los apóstoles, buscando el bien de la comunidad cristiana, no hicieron un cisma, más bien buscaron la manera de hacer un trabajo colaborativo, busquen siempre la unidad queridos hermanos, desempeña en su ministerio en comunión con el obispo diocesano y con el presbiterio de la diócesis a las que sean enviados, y recuerden también que como miembro de esta familia religiosa, cuidada por nuestro padre San pablo de la Cruz, están llamados a ejercer el Ministerio no, a título personal sino el nombre de esta congregación, buscando siempre la edificación y santificación del pueblo de Dios; para ello deberán atender las orientaciones, envíos y encomiendas dadas por el obispo diocesano y el superior legítimo, este será otro de los compromisos que pública y libremente estarán adquiriendo cuando sean interrogados, obediencia y respeto al obispo diocesano y a su superior legítimo.

Para concluir, quisiera dirigir una palabra al elegido diácono y a los elegidos presbíteros: “Querido hermano Jonathan, al recibir el orden Diaconal, tu vida deberá tener como característica el amor de Dios, ese amor que un día te sedujo, qué te hizo salir de tu casa,  de tu país y ahora te ha traído hasta aquí, desde ese amor Jonathan atrévete a ayudar, a bendecir, a cuidar y a curar todos los que encuentres en tu camino, se misericordioso, de modo que con tu diaconía todos podamos experimentar la presencia viva del amor de Dios, recuerda el testimonio de Jesús de Nazaret el servidor por excelencia, que se insertó en el mundo para revelar la ternura del padre, llenando de alegría y esperanza a tantos hombres y mujeres que lo buscaban, con su trato cambió la vida de muchos que se veía totalmente excluidos, al acercarse a ellos, les recordó que tenía dignidad y a nosotros con su testimonio nos ha enseñado la necesidad  de hacernos servidores los unos de los otros, no olvides que deberás vivir el Ministerio en la mesa de la palabra, de la eucaristía y de la caridad, antes de acercarte a la mesa de la palabra medita el contenido de la escritura dejando que Dios mueva tu corazón, al servir en la mesa eucarística, recuerda que te encuentras ante la presencia real de Jesucristo, recuerda que está sirviendo al mismo Cristo, ante quien toda rodilla a de doblarse y al servir en la mesa de la caridad, date cuenta que te vas encontrando con el mismo Jesús, pues como decía nuestro fundador: “En la frente de los más pobres, está escrito el nombre santísimo de Jesús”.

Queridos hermanos Carlos  Leonardo y Sebastián, ustedes han recorrido el camino de su formación  al Ministerio ordenado, porque se han enamorado de Cristo, el orden del presbiterado qué le será conferido, hará  que el amor que ustedes tienen por Cristo, se identifique con el amor qué él tiene por ustedes; y de este modo escuchen esto tan extraordinario, comenzarán a actuar “in persona Christi”, por esta sublime identificación, estarán llamadas a tener los mismos sentimientos de Cristo; desempeñen el Ministerio que se les confía con alegría y entusiasmo, con humildad, sabiduría y bondad, nunca queriendo dominar o imponerse sobre los demás, sino viviendo como Jesús buen pastor qué da la vida por sus ovejas, dispuesto siempre apacentar el rebaño que se les confíe, Sanando los corazones heridos, curando a quienes viven oprimidos por la enfermedad, o por el sin sentido, iluminando a quienes se sienten perdidos en la problemática de nuestro mundo, perdonando a quienes viven cansados por la culpa y el error, como presbíteros  recibirán la encomienda de presidir la asamblea eucarística, ejercer el Ministerio de la reconciliación, enseñar la verdadera doctrina y ser colaboradores de nuestros obispos.

Que en el día de su ordenación, en este día tan especial para ustedes, les pido que recuerden las palabras que nuestro fundador dirigiera al padre Antonio Pastorel en el mismo día de su ordenación: “Por la ordenación estás obligado a ser un verdadero imitador de Jesucristo, debes aprender en la celebración de cada día las disposiciones santísimas de Jesucristo especialmente la humildad de corazón, la obediencia, la mansedumbre y la perfecta caridad con Dios y con el prójimo, acostúmbrate a celebrar los misterios Santos con una gran preparación, con santidad de vida y con la acción de gracias fervorosa y prolongada, se amante de la oración, vive el recogimiento y la soledad interior y celebra con devoción como si fuera la última vez.  Qué San José, el padre del señor, modelo de obediencia y docilidad los acompañe con su intercesión».

Momentos antes de la bendición el Superior P. Víctor, tomo la palabra para dar su agradecimiento a Mons. Fidencio y a todos los sacerdotes de las diferentes casas que en esta ocasión acompañaron, de igual manera a todos los que colaboraron e hicieron posible esta celebración, por los dos nuevos sacerdotes y un diacono para gloria de Dios y en favor de la Iglesia, y posteriormente Mons. Les dio la bendición y después se tomaron la foto del recuerdo.