Obispos y sacerdotes del Bajío clausuran el Año de la Fe en la Basílica de Soriano

(CODIPACSQRO) Para clausurar el Año de la Fe y agradecer a Dios los frutos espirituales y las gracias recibidas en este año, ocho obispos y 350 sacerdotes de la Provincia Eclesiástica del Bajío –conformada por las Diócesis de León, Celaya, Irapuato y Querétaro–, se congregaron para caminar en peregrinación a la Basílica de Nuestra Señora de los Dolores de Soriano, ubicada en el municipio de Colón, Querétaro.

El obispo de la Diócesis de Querétaro, Monseñor Faustino Armendáriz Jiménez, presidió la celebración de acción de gracias que se llevó a cabo dentro de la fiesta litúrgica de la Presentación de la Virgen María al Templo, donde exhortó a los sacerdotes a tener como modelo de fe a la Madre del Salvador, diciendo: “quisiera que esta tarde nos fijásemos y reflexionemos en la fe de María, y que como en los finales de las grandes obras musicales, admiremos el final del Año de la Fe a través de ella, de manera que en nuestra vida sacerdotal, sea ella el “Ícono y el Modelo de nuestra fe”, que nos oriente siempre hacia Cristo, fundamento de nuestra fe y de nuestro sacerdocio”.

Así mismo, el obispo diocesano refiriéndose al Evangelio de este día sobre la Anunciación, indicó que este relato es una invitación que desea despertar la alegría, para vivir la fe como sacerdotes con gozo y confianza en el Señor, y pidió que se fijaran en las palabras que el Ángel Gabriel dirigió a la Santísima Virgen: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo” (Lc 1,28).

“Es la primera palabra de Dios a toda criatura. El saludo del ángel a María es, por lo tanto, una invitación a la alegría, a una alegría profunda que anuncia el final de la tristeza que existe en el mundo ante el límite de la vida, el sufrimiento, la muerte, la maldad, la oscuridad del mal que parece ofuscar la luz de la bondad divina. Es un saludo que marca el inicio del Evangelio, de la Buena Nueva. En estos tiempos que a nosotros nos parecen de incertidumbre y oscuridad, muchas veces con un cúmulo de problemas  y dificultades en la vida sacerdotal,  lo primero que se nos pide es no perder la alegría. Sin la alegría, la vida sacerdotal se vuelve difícil y dura”.

Don Faustino también aseguró que el sacerdote no debe temer porque Dios está con él: “son muchos los miedos que pueden despertarse en nosotros. Miedo al futuro, miedo a salir de nosotros mismos, miedo a responder con parresia a los desafíos de la vida, la familia, la pobreza y la violencia. Miedo a dialogar con las jóvenes generaciones. Nos da miedo sufrir, el sentirnos solos, no ser amados. Pero hemos de tener la certeza que el Señor está con nosotros. Necesitamos poner nuestra confianza y en nuestra seguridad en Dios. (…) La alegría es imposible cuando vivimos llenos de miedos que nos amenazan desde dentro y desde fuera. (…) Sólo se puede ser alegre en comunión con los que sufren  y en solidaridad con los que lloran. Sólo tiene derecho a la alegría  quien lucha por  hacerla posible entre los humillado. Solamente es feliz el hombre de fe”.

En este sentido, invitó a los sacerdotes a “ser promotores de una cultura de alegría”, ya que ésta es el mejor fruto y el mejor signo de fe y del compromiso con Cristo, y afirmó que es necesario llevar la alegría de Dios a los lugares donde los hermanos están tristes y abrumados por cuestiones familiares, económicas, de trabajo, entre otras muchas cosas.

Finalmente, el obispo confió a Nuestra Señora de los Dolores de Soriano, la semilla de la fe que cada uno de los sacerdotes ha recibido y cultivado, para que ella sea intercesora ante su Hijo Jesús: “Tú, Madre del «sí», que has escuchado a Jesús, háblanos de Él, nárranos tu camino para seguirlo por la vía de la fe, ayúdanos a anunciarlo para que cada hombre pueda acogerlo y llegar a ser morada de Dios”. Amén.

Karina Vianney González