MISA SOLEMNE EN EL LXXII ANIVERSARIO DE LA CORONACIÓN DE LA VIGEN DE GUADALUPE.

San Juan del Río, Qro. 19 de enero de 2020.

Mons. Fidencio López Plaza, X Obispo de la Diócesis de Querétaro, visito la Parroquia San Juan Bautista, para presidir la Solemne celebración Eucarística, con motivo del LXXII Aniversario de la coronación de la imagen titular del Santuario de Ntra. Sra. De Guadalupe, San Juan del Río, Qro. Esta Misa fue concelebrada por el Pbro. Javier Bocanegra Morales Párroco de esta comunidad, Pbro. Eusebio Superior de los Josefinos, Pbro. Javier Mexicano de los superiores Xaverianos, Pbro. Luis Miguel Pintor Paulín, Pbro. Juan Pablo Licea Núñez Vicarios de esta parroquia, Pbro. José Baruc Luciano Pérez y Pbro. Solomon de los Xaverianos,  cabe mencionar que todos los que acudieron de manera presencial siguieron los protocolos señalados por protección civil, para evitar  contagios por la pandemia.

En el momento de la Homilía Mons. Fidencio les compartió diciendo: “Hermanos Sacerdotes y Diáconos. Hermanas y hermanos todos en nuestra fe católica.

Sean todos bienvenidos a la casa materna. Ahora con el calor de cada hogar desde el que nos acompañan virtualmente, convergemos en este santuario sencillamente para mirar y dejarnos mirar por nuestra querida madre de Guadalupe.

Al papa Paulo VI le gustaba hablar de la Santísima Virgen María, como el paradigma de la Iglesia evangelizada y evangelizadora, como la madre que lleva en su vientre la alegría que se hizo carne. El papa Francisco por su parte, ha enriquecido esta bella imagen mariana, proponiendo a María como el paradigma de la Iglesia discípula y en salida misionera, caminando siempre presurosa, sin demora, sin asco y sin miedo a las montañas de Judea, y a todas las montañas y Judeas del mundo donde hace falta la alegría. La misma María que transformó una cueva de animales en la casa de Dios, es la misma que ha venido con rostro Guadalupano, a transformar un monte de piedras y espinos en un jardín lleno flores, de flor y canto. Por eso, sin Dios la vida termina en un Tepeyac sin flores y sin el canto de los pájaros. Sin Jesús, la luz desaparece y perdemos el camino, sin María, nos sentiríamos tristes y en la orfandad.

Su llegada llenó de alegría.

El fruto del vientre de la Santísima Virgen de Guadalupe ha obrado, en el plano de la alegría, una revolución difícil de exagerar. Él ha venido a invertir la relación entre el placer y el dolor. EL Jesús por la alegría que encarnaba, soportó la cruz sin miedo y la transformó en el signo supremo de amor y de glorificación.

Ya no es el placer que termina en el sufrimiento, ni la vida que camina hacia la muerte, ahora es un sufrimiento que lleva a la vida y a la alegría plena. No se trata sólo de una diferente sucesión de dos cosas, sino más bien se trata de la alegría que tiene la última palabra, porque es para siempre. Cristo una vez resucitado de entre los muertos ya no muere más, la muerte ya no tiene dominio sobre Él. La Cruz termina con el viernes santo, la dicha y la gloria del domingo de Resurrección se extiende para siempre. Sin Dios, la vida termina el viernes y el día termina en la noche; con Dios, la vida es una noche que no termina en un día sin ocaso.

Para el mexicano ser guadalupano es algo esencial.

La alegría, la luz y la armonía que la Virgen de Guadalupe vino a traernos, ha generado una vibración difícil de retener. Nuestra historia nacional registra ideas, imágenes y sentimientos, que dan testimonio de que, en los escenarios y momentos más difíciles e imprevisibles, los mexicanos hemos sido capaces de juntar nuestras manos y nuestros corazones, de fortalecer la comunión y la solidaridad, y de generar consuelo y esperanza.

Esto es lo que está ocurriendo y estamos verificando en nuestros días. La alegría encarnada en el vientre de nuestra Guadalupana irradia aún un nuevo resplandor en tiempos de crisis sanitaria, económica y social causada por la pandemia COVID-19. Es impresionante contemplar cómo la fe, la esperanza y la caridad se renuevan en estos tiempos.

La fe en tiempos de pandemia, nos ha llevado a redescubrir que con Jesús la salud está en casa; que sin Jesús comienza la corrupción; que “donde abunda la muerte, sobre abunda la vida”; que la casita sagrada que vino a solicitarnos nuestra Madre de Guadalupe, además de ser la Basílica ubicada en el Tepeyac, es también el corazón de cada mexicano, es la casa de cada familia y es la creación: “la casa común” donde vivimos todos, donde todos nos enfermamos, donde todos nos alegramos y nos entristecemos.

La esperanza, nos ha llevado a pensar y a sentir, que otro mundo es posible y que el cielo nuevo y la tierra nueva de las que habla el libro del apocalipsis, nos pone en la perspectiva del sueño imperecedero de Dios, de la Santísima Virgen y de muchos hermanos destacados en vivir la esperanza que no defrauda.

Los hombres y mujeres más destacados de la historia han sido personas con capacidad para vislumbrar lo que otros no pueden percibir. Personas de las que, podríamos decir, tenían como un telescopio de largo alcance, que les hacía mirar lejos y soñar con lo imposible. Por eso para no quedarse en sueños y sin futuro, es necesario precisar los sueños en objetivos y estrategias que nos ayuden a responder quién, cómo, cuándo, dónde y con qué hacer operativo un “plan para resucitar”. Esta es la frase con la que el Papa nos hablo en la noche de la pascua debemos tener capacidad de crear y recrear, el plan que Jesucristo y la virgen inauguro con su muerte y resurrección.

La caridad en tiempos de pandemia, la hemos vivido con un llamado urgente a la comunión y a la solidaridad. Necesitamos de una verdadera sacudida para que caiga todo lo que nos estorba y nos impide sencillamente mirarnos como hermanos, como hijos de Dios y de Nuestra Madre de Guadalupe. Ciertamente estamos en el tiempo de la globalización, sabemos que en cualquier parte del mundo podemos encontrar una marca de bebida universal, un celular, y casi todo de todo. Pero tenemos que aceptar que a este mundo globalizado le hace falta Jesús y que necesita con urgencia hacer operativa la globalización del amor y de la fraternidad.

Refrendamos nuestro compromiso de seguir construyendo la casita sagrada.

Los obispos de México hemos elaborado un Plan de Pastoral en el que nos comprometemos y les invitamos a renovar el compromiso de renovar el compromiso de seguir construyendo la casita sagrada, que María de Guadalupe vino a solicitarnos, en este sentido, el evangelio que acabamos de escuchar, nos presenta a María discípula y en salida misionera, como dos movimientos inseparables en la vida de cada cristiano y en la vida de la Iglesia el que es discípulo es misionero y el misionero para que sea autentico también tiene que ser autentico discípulo, en estos dos movimientos encontramos la materia prima para continuar el compromiso de seguir edificando la casita sagrada, que nuestra madre, nos ha venido a solicitar y que los  

 Obispos mexicanos les invitamos a refrendar, “porque como dicen nuestro documento la casita sagrada representa un elemento común de identidad de este pueblo, un signo de unidad, un espíritu de familiaridad”. Porque “la «casita sagrada» es un lugar donde nadie se siente extraño; un lugar de encuentro, convivencia y cercanía con los seres queridos; un lugar donde se comparten las experiencias de la vida. Pero esto no ocurre, cuando no construimos la «casita sagrada» entre todos, más de uno se sentirá extraño y con mucha facilidad se irá de casa”.

Que nuestro querido señor San José, que nuestra querida madre en su advocación de Guadalupe y su Hijo Jesucristo el Buen Pastor, nos cobijen y nos acompañen. Que así sea.

Al final de la celebración un momento antes de la bendición, el padre Javier agradeció a los sacerdotes concertantes su presencia, de igual manera a Mons. Fidencio, a quien los fieles le brindaron un aplauso para como signo de agradecimiento por su precia como Pastor Diocesano y posteriormente  se entonó el Salve Regina, a la Virgen de Guadalupe a quien también le bridaron un aplauso y posteriormente Mons. Fidencio les dio la bendición.