MENSAJE DE NAVIDAD DE MONS. FAUSTINO ARMENDÁRIZ JIMÉNEZ OBISPO DE QUERETARO.

MENSAJE DE NAVIDAD

DE MONS. FAUSTINO ARMENDARIZ JIMENEZ

OBISPO DE QUERETARO

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A todos los sacerdotes,

a los diáconos y seminaristas,

a los miembros de la vida consagrada,

a los que sufren en el cuerpo o en el espíritu,

a todos los fieles de la Diócesis de Querétaro,

a todas las personas de buena voluntad.

«Y la Palabra llegó a ser carne y puso su morada entre nosotros y contemplamos su gloria, gloria como único del Padre lleno de gracia y de verdad» (Jn 1, 14).

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  1. Desde los inicios de su Pontificado el Santo Padre Francisco ha insistido en que la misión de la Iglesia consiste en estar permanentemente en estado de misión, en salida misionera y con las puertas abiertas, acogiendo el aire nuevo y restaurador del Espíritu Santo, renunciando a las tentaciones de la autoreferencialidad y de querer controlar el modo de ser de Dios, como si la Iglesia fuese una aduana. El jubileo extraordinario de la Misericordia, ha sido prueba de esta apertura de la Iglesia, para ir a lo esencial de ella misma, pues la Iglesia existe para ser misericordiosa y lo continuará siendo. Este tiempo, es también nuevo y como signo de ello, el Papa ha extendido a todos los sacerdotes la facultad de absolver de modo permanente del delito del aborto, que antes se reservaba a los Obispos.
  1. La Gran Fiesta de la Navidad nos pone en contacto con esta experiencia de la misericordia divina, que se acerca al hombre pecador, que viene hasta nosotros en el misterio de la Encarnación. Por eso el evangelista San Juan, hablando de este misterio de Jesucristo el Señor, nos revela la salida del Verbo Eterno del seno de Dios, para venir hasta nosotros, para vivir entre nosotros, para acampar entre nosotros, para ser como la tienda del encuentro de la tradición bíblica. De este modo, la Iglesia, se reconoce en la historia, como Iglesia que peregrina y que se encarna en la vida y circunstancias de sus hijos y hermanos, que donde están los seres humanos, ahí está ella; como signo permanente de la cercanía divina que no consiste en dar una consolación aislada y privada, sino que pone en contacto con la salud misma que es Jesucristo, el Verbo Encarnado. Dios no nos saca del mundo, sino que es Él quien decide entrar para sanarlo y salvarlo (cf. Jn 15,19).
  1. La Iglesia en cada una de las etapas de su historia, debe acampar entre los hombres; el Señor, no nos ha querido lejos de las personas sino cercanos. La Iglesia es la tienda o el santuario del encuentro con el Señor y en cada momento, siente el deseo de convertirse en una preciosa oportunidad para conducir a los hermanos al encuentro con el Señor Jesús. La Iglesia debe parecerse más a su fundador, ser signo de Jesús, porque ella es el Sacramento universal de su salvación. La tarea de la evangelización es precisamente esta maravillosa oportunidad. El amor que Él nos dona en la Navidad nos alegra, renueva y transforma, haciéndonos capaces de transmitirlo a los demás, ella nos vuelve instrumentos y mensajeros para que todas los demás, por nuestro medio, lo puedan experimentar.
  1. La comunidad cristiana, de este modo, está llamada a compadecerse de las miserias del prójimo, si quiere ser fiel a su identidad y a su misión. El ungüento suave y medicinal que sana al hombre de todas sus heridas y de las fracturas que ha experimentado en el camino de la vida, es el anuncio de Jesucristo, por eso la Navidad y la Misión son dos acontecimientos que se reclaman entre sí. No se puede celebrar la Navidad sin hacer de la misión el estado permanente de nuestra vida, a través del cual, nos encarnamos en la vida y en la historia de los hombres, a semejanza del Hijo del Hombre. Recordemos las palabras del Santo Padre Francisco: “Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades” (EG 49).
  1. En la Navidad Dios se acerca a nosotros que somos pecadores, necesitados de la misericordia. En la Encarnación se nos ha revelado cómo es el Dios con Nosotros; la Navidad, nos anuncia que no caminamos solos, que Dios es el Emmanuel, el Dios cuyo nombre es ‘el que está con nosotros’, que no nos quedamos solos, que vamos siguiendo sus pasos y que Él sigue los nuestros. La clave, es dejarnos conducir por Él y tomar conciencia de que no caminamos solos; y que Él nos invita a no dejar que nuestros hermanos caminen solos. La alegría de esta fiesta, nos hace sentirnos seguros, nos recuerda que Dios nunca abandona ni defrauda: sino que nos ofrece la salvación; alegría que nos empuja a salir en misión: para anunciar el mensaje de Cristo, para enjugar las lágrimas de los que sufren, para sanar las heridas de los más vulnerables, para apoyar a quienes se encuentran abandonados. Para llevar la luz donde más falta hace, incluso, entre quienes no le han querido recibir (cf. Jn 1, 11).
  1. Deseo de corazón a cada uno de ustedes hombres y mujeres de buena voluntad, a sus familiares y amigos, pasen con serenidad la Navidad del Señor. Que en esta Navidad resuene en todos los lugares, el feliz anuncio del ángel a los pastores de Belén: «hoy, en la ciudad de David, ha nacido un salvador, el Mesías, el Señor» (Lc 2, 11).

Fraternalmente en Cristo y María.

¡Felices fiestas de  Navidad 2016!