Los santos inocentes

Pbro. Filiberto Cruz Reyes

A la memoria de mi hermano Pbro. Gustavo Sanmartín,
en el día de su Pascua

 

santosInocentesBoaventura de Sousa Santos (1940, Coimbra, Portugal), uno de los sociólogos del derecho cuyo pensamiento tiene gran influencia en la actualidad, afirma que vivimos en una época en la que se plantean preguntas fuertes y se dan a las mismas respuestas débiles. Para ilustrarlo da tres ejemplos: a) Si la humanidad es sólo una, ¿porqué hay tantos principios diferentes en torno a la dignidad humana —todos con pretensión de ser únicos— y porqué a veces son contradictorios entre si?; b) ¿no habría una alternativa para un mundo en el que los 500 individuos más ricos obtienen más beneficios que los 40 países más pobres de la tierra, o lo que es lo mismo, 416 millones de personas, y donde el colapso ecológico es una posibilidad cada vez menos remosta?; c) Si la legitimidad del poder político se asienta en el consenso de los ciudadanos, ¿cómo garantizar este último cuando se agravan las desigualdades sociales y se tornan más visibles las discriminaciones sexuales, étnico-raciales y culturales? Estos temas son analizados por el autor en “Sociología jurídica crítica. Para un nuevo sentido común en el derecho” (Madrid 2009).

Si leemos estas preguntas en clave del lenguaje del Papa Francisco podríamos decir que a la primera subyace todo su discurso de no ser autoreferenciales, de salir de nosotros mismos para ir al encuentro del otro, de ir en misión a las periferias geográficas y existenciales; nuestro autor dice que la visión de occidente sobre los derechos humanos es incompleta. En la segunda pregunta podríamos ver el discurso del Papa sobre el tema de la ecología, al que dedica gran parte de su Encíclica Laudato si’: “Algunas de las estrategias de baja emisión de gases contaminantes buscan la internacionalización de los costos ambientales, con el peligro de imponer a los países de menores recursos pesados compromisos de reducción de emisiones comparables a los de los países más industrializados. La imposición de estas medidas perjudica a los países más necesitados de desarrollo. De este modo, se agrega una nueva injusticia envuelta en el ropaje del cuidado del ambiente. Como siempre, el hilo se corta por lo más débil” (n. 170). La respuesta débil de la cultura dominante que se da a esta pregunta, dice De Sousa es “que la naturaleza no merece ninguna otra racionalidad sino la de la irracionalidad con la que la tratamos y destruimos”. En la tercera pregunta podríamos recordar lo que Francisco insiste acerca del verdadero poder y su forma correcta de ejercerlo: debe ser un verdadero y auténtico servicio. Citamos un ejemplo: “Toda pretensión de cuidar y mejorar el mundo supone cambios profundos en «los estilos de vida, los modelos de producción y de consumo, las estructuras consolidadas de poder que rigen hoy la sociedad». El auténtico desarrollo humano posee un carácter moral y supone el pleno respeto a la persona humana, pero también debe prestar atención al mundo natural y «tener en cuenta la naturaleza de cada ser y su mutua conexión en un sistema ordenado». Por lo tanto, la capacidad de transformar la realidad que tiene el ser humano debe desarrollarse sobre la base de la donación originaria de las cosas por parte de Dios” (LS n. 5). Las respuestas actuales del orden imperante son débiles, dice De Sousa, porque “la democracia representativa es una respuesta débil porque los ciudadanos se sienten cada vez menos representados por sus representantes y porque el derecho ha convivido con regímenes autoritarios y con la impunidad de los más poderosos: porque con el positivismo lo que es jurídicamente correcto prevalece sobre lo que es socialmente justo; porque las clases populares han experimentado toda la vida la dimensión represiva del derecho y mucho menos su dimensión protectora”.

Necesitamos cambiar, que muchas cosas cambien, no podemos seguir siendo sólo parte de las estadísticas de los males necesarios, o de los “daños colaterales” o morir, como los santos inocentes a quienes celebramos este 28 de diciembre, por una «decisión de Estado». Los atentados de este año, las masacres en todo el mundo, la inmigración aquí, en África y en Europa así lo exigen.