Lectio Divina: XXXI Domingo del Tiempo Ordinario

1. Lectura del Texto: Mc12, 28-34

(Se pide la luz del Espíritu Santo)


Ven, Espíritu Santo,
quiero que tú seas
mi guía y mi aliento,
mi fuego y mi viento,
mi fuerza y mi luz.

Te necesito en mi noche,
como una gran tea luminosa
y ardiente, que me ayude
a escudriñar las Escrituras.

Ven, Espíritu Santo,
acompáñame en esta
aventura y que se renueve
la cara de mi vida
ante el espejo de tu Palabra.
Agua, fuego, viento, luz,
ven, Espíritu Santo. Amén.


(Cada uno lee el texto en su Sagrada Escritura)

En aquel tiempo, uno de los escribas se acercó a Jesús y le preguntó: “¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?” Jesús le respondió: “El primero es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor; amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es éste: Amarás a tu próximo como a ti mismo. No hay ningún mandamiento mayor que éstos”. El escriba replicó: “Muy bien, Maestro. Tienes razón, cuando dices que el Señor es único y que no hay otro fuera de él, y que amarlo con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, vale más que todos los holocaustos y sacrificios”. Jesús, viendo que había hablado muy sensatamente, le dijo: “No estás lejos del Reino de Dios”. Y ya nadie se atrevió a hacerle más preguntas. Palabra del Señor.


Repasar el texto leído

(Se pregunta a los participantes y responden leyendo los versículos en su Biblia)

  • ¿Quiénes son los que dialogan? v.28.
  • ¿Cuál es el tema? v. 28.
  • ¿Qué responde Jesús? v. 29-31.
  • ¿Qué le dice el maestro de la ley a Jesús? v. 32.
  • ¿Qué  le dijo Jesús al maestro de la ley? v. 34.


Explicación del texto

Nos encontramos en la cuarta parte del Evangelio de Marcos. En las anteriores Jesús ha estado en Galilea y otros lugares de la provincia; el evangelista ha presentado muchos milagros, muchas enseñanzas y ejemplos tratando de demostrar con ello que Jesús es el Hijo de Dios.

Ahora lo presenta, según nuestro texto en Jerusalén. Es la capital, es el lugar donde están las autoridades, tanto las romanas como las judías, y son éstas segundas precisamente las que al oír de él van a buscarlo para cuestionarlo sobre las doctrinas  que él predica. Tal fiscalización era necesaria para ver si era lícito permitir su predicación o prohibirla.

La respuesta de Jesús no deja lugar a dudas, su enseñanza viene de Dios y en ningún momento contradice  lo que se enseñó en el Antiguo Testamento, por el contrario, lo reafirma, pero le da otro tinte, ya que las expresiones de Jesús son la novedad, y es que Marcos se ha esforzado en presentar a Jesús como el Mesías, el Hijo de Dios; aunque la gente lo ve como un profeta, un nuevo Moisés; de ahí que se le vea como el que da una nueva ley, la del amor a Dios y al Prójimo.


2. Meditación sobre el Texto

(Cada participante puede compartir su reflexión personal)

Amar a Dios no es un mandamiento como los demás. Pues los mandamientos señalan obres precisas que debemos cumplir o de las que nos debemos abstener. En cambio en este mandamiento de Jesús está implicada toda nuestra existencia.

Esa es la razón de por qué el amor de Dios en el Nuevo Testamento no se presenta como un mandamiento sino como el primer fruto del Espíritu que Dios da a sus hijos. Dios es el primer amado, principalmente en la persona de su hijo.

Pensar que la gente es buena o santa porque cumple los mandamiento es un engaño, más bien ha llegado al mínimo de moralidad que en algún momento se le exigió a un pueblo primitivo e irresponsable hace muchos siglos.

Amarás a Dios con todo tu corazón. Lo amarás más que a los seres que más queridos. Lo amarás con toda tu alma, con toda tu inteligencia. Dedicarás lo mejor de la inteligencia a conocerlo. Analizando tu propia vida, tratarás de comprender cómo ha guiado tus pasos. Considerando los sucesos mundiales diarios, procurarás entender cómo ha llegado el Reino de Dios.

Lo amarás con todas tus fuerzas. Y dado que en esto somos muy débiles, pedirás ayuda a Dios y a la comunidad de la Iglesia para hacer una fuerza común de amor.

El mandamiento del amor al prójimo viene en segundo lugar porque no es fácil entenderlo bien y menos cumplirlo, si ni está presente en nuestras vidas primero el amor de Dios. Lo que Dios pide es mucho más que la solidaridad al prójimo, mucho más que la ayuda al que sufre. Debemos esforzarnos por ver al otro de la misma manera como lo ve Dios. Procurarle lo que Dios quiere darle.


3. Compromiso personal y comunitario

(Cada participante puede proponer compromisos personales y comunitarios)

  • Pedir disculpa a quien haya ofendido.
  • Hacer un ejercicio de corrección fraterna.
  • Perdonaré a quien me haya ofendido.
  • Trataré de hacer presente el amor de Dios en mi familia.


4. Oración

(Se puede hacer alguna oración en voz alta donde participen quienes gusten dando gracias a Dios por la Palabra Escuchada. Se puede recitar algún Salmo o alguna oración ya formulada)

Te damos gracias Señor, por todo el amor que nos manifiestas al habernos creado, al darnos las cosas del mundo para alimentarnos y hacer una vida más cómoda. Gracias por el amor de nuestros padres, de nuestra pareja, de nuestros hijos y nuestros amigos.

Ayúdanos a que este amor que nos das de fruto en nuestra persona y se extienda cada día por medio de nosotros a otros para que poco a poco formemos tu Reino que es de amor. Amén.