Lectio Divina: II Domingo de Cuaresma

Pbro. Lic. José Luis Salinas Ledesma
Rector del Seminario Conciliar de Nuestra Señora de Guadalupe
 

1. Lectura del Texto: Lc 9,28-36

(Se pide la luz del Espíritu Santo)


Ven, Espíritu Creador,
visita las almas de tus fieles
y llena de la divina gracia los corazones,
que Tú mismo creaste.
Tú eres nuestro Consolador,
don de Dios Altísimo,
fuente viva, fuego, caridad
y espiritual unción.
Tú derramas sobre nosotros los siete dones;
Tu, el dedo de la mano de Dios;
Tú, el prometido del Padre;
Tú, que pones en nuestros labios los tesoros de tu palabra.
Enciende con tu luz nuestros sentidos;
infunde tu amor en nuestros corazones;
y, con tu perpetuo auxilio,
fortalece nuestra débil carne.
Aleja de nosotros al enemigo,
danos pronto la paz,
sé Tú mismo nuestro guía,
y puestos bajo tu dirección, evitaremos todo lo nocivo.
Por Ti conozcamos al Padre,
y también al Hijo;
y que en Ti, Espíritu de entrambos,
creamos en todo tiempo.

 

(Cada uno lee en su Sagrada Escritura)

transfiguracion (1)En aquel tiempo, Jesús se hizo acompañar de Pedro, Santiago y Juan, y subió a un monte para hacer oración. Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se hicieron blancas y relampagueantes. De pronto aparecieron conversando con él dos personajes, rodeados de esplendor: eran Moisés y Elías. Y hablaban de la muerte que le esperaba en Jerusalén.

Pedro y sus compañeros estaban rendidos de sueño; pero, despertándose, vieron la gloria de Jesús y de los que estaban con él. Cuando éstos se retiraban, Pedro le dijo a Jesús: “Maestro, sería bueno que nos quedáramos aquí y que hiciéramos tres chozas: una para ti, una para Moisés y otra para Elías”, sin saber lo que decía.

No había terminado de hablar, cuando se formó una nube que los cubrió; ellos, al verse envueltos por la nube, se llenaron de miedo. De la nube salió una voz que decía: “Éste es mi Hijo, mi escogido; escúchenlo”. Cuando cesó la voz, se quedó Jesús solo.

Los discípulos guardaron silencio y por entonces no dijeron a nadie nada de lo que habían visto. Palabra del Señor.

 

Repasar el texto leído

(El coordinador hace las  preguntas a los participantes indicándoles el número de versículo o versículos donde se encuentra la respuesta)

  • ¿A quiénes tomó Jesús y a dónde los subió, y para qué? v.28
  • ¿Qué cambio se produjo en el rostro y en las vestiduras de Jesús? v.29
  • ¿Quiénes eran los dos hombres que conversaban con Jesús? v.30
  • ¿Cuál era el tema de su conversación? v.31
  • ¿Qué hacía  Pedro y sus compañeros? v.32
  • ¿Qué dijo Pedro a Jesús? v.33
  • ¿Qué sucedió cuando hablaba Pedro? v.34a
  • ¿Qué posó a los apóstoles cuando entraron en la nube? v.34b
  • ¿Qué decía la voz que salió de la nube? v.35
  • ¿Qué actitud tomaron los discípulos después de este suceso? v.36

 

Explicación del texto

San Lucas nos presenta una experiencia personal de Jesús que, durante una oración ardiente y transformadora, recibe luz del cielo sobre su partida (éxodo) es decir sobre su muerte, que se cumplirá en Jerusalén, la ciudad que mata a los profetas. Este relato se debe entender en clave de revelación, Jesús es presentado como el Hijo de Dios, el Mesías que se hizo hombre para salvar a los hombres por medio del sacrificio de su propia vida.

El “monte” y la “oración” están relacionados, se busca un lugar elevado como el lugar de encuentro, de diálogo y de cercanía con Dios. Orando en el monte  varias veces Jesús toma las decisiones más importantes; en este texto lo vemos obediente a la voluntad del Padre, está dispuesto a entregar su propia vida hasta la muerte para que el plan de Dios se cumpla.

Anteriormente Jesús ha anunciado su pasión y muerte, y exige como condición del discípulo que quiera seguirlo cargar su propia cruz de cada día (9,22-27). Ante un horizonte cercano de sufrimiento, se revela la verdadera gloria de Jesús, una gloria que le viene de Dios mismo. Como la voz celeste identificó a Jesús como Hijo en su bautismo antes de iniciar su misión en Galilea (3,22), así ocurre también ahora antes de que viaje a la ciudad de Jerusalén lugar de su destino.

Moisés y Elías, son representantes de la ley y los profetas, hablan entre sí del éxodo de Jesús, es decir de su muerte liberadora. Jesús explicó a los discípulos de Emaus que la ley y los profetas hablaban de lo que tenía que padecer el Mesías para entrar a su gloria. Nos recuerda también el éxodo del  pueblo de Israel por el desierto, los sufrimientos que padeció para ser liberado de la esclavitud del Faraón. La pascua de Jesús es sin duda el gran acontecimiento liberador para el Nuevo Testamento.

El resplandor de Jesús nos recuerda a  Moisés descendiendo del Sinaí (Ex 34,29), después de haber estado ante la presencia de Dios se le ha comunicado la luz de su gloria. La nube nos recuerda la presencia de la gloria de Dios sobre la tienda del encuentro en el desierto (Ex 40,35), y en el templo (1Re 8,10). Moisés y Elías eran esperados en el tiempo de la salvación (Dt 18,15-18). Jesús se presenta así como el que viene a dar plenitud a todas las realidades personales e institucionales de Israel. Él es el nuevo templo, la nueva alianza, el profeta de la última hora. Por eso se le debe escuchar, ya que su palabra es decisiva para la vida y la salvación del hombre.

El comportamiento de los tres discípulos es desconcertante, estaban cargados de sueño. Pedro habla incluso de construir tres tiendas, lo que puede ser una alusión a la fiesta judía de los tabernáculos, parece que se quiere detener en ese momento de revelación gloriosa ignorando el destino de sufrimiento que todavía tiene que padecer Jesús, y que padecerán también ellos. En realidad no sabían lo que decían.

 

2. Meditación del Texto

(Cada participante comparte su reflexión personal a todos los integrantes  del Círculo, así se enriquece el mensaje recibido por cada uno)

Seguimos avanzando por el camino de la cuaresma, la Palabra de Dios del domingo anterior no ha hecho tomar conciencia de que el mal nos acecha, que cada uno de nosotros tiene sus propias tentaciones, y que estamos llamados a vencer unidos a Jesús que fortalecido con la oración y la Palabra de Dios rechazó al demonio.

Hoy en este domingo Jesús revela su gloria, se presenta como el Mesías el Hijo de Dios que ha venido para salvar al hombre y conducirlo a la gloria eterna. Con este signo quiere alentar a sus discípulos a luchar por la vida eterna que será participación de la gloria de Dios, y decirles que después del sufrimiento viene  la felicidad verdadera. Pues momentos antes les había dicho que el Hijo del hombre tenía que sufrir mucho, ser rechazado por las autoridades, que lo matarían y que al tercer día resucitaría. Con este anuncio de su pasión, muerte y resurrección, les advierte que también ellos tendrán que cargar su cruz de cada día, que deben renunciar diariamente a muchas cosas que impiden seguirlo fielmente y alcanzar la verdadera vida. No está hablando de martirio, sino que reconoce el trabajo que cuesta cada día dejar lo que aparta de él y recibir la vida divina que ofrece continuamente.

El camino de la cuaresma debe ser para cada cristiano un camino de transfiguración, de pasar del pecado a la  vida de la gracia, dice san Pablo que nuestra misión es alcanzar la medida de Cristo, su estatura. Para lograr esa transfiguración debemos comenzar venciendo las tentaciones y rechazar el pecado, comenzar un camino de conversión constante y continua. Jesús nos da la clave para lograrlo, la oración y la comunicación profunda con el Padre del cielo, pues la renovación del hombre es gracia de Dios, es comunicación de la vida divina que recibe quien está en comunión con él. Debemos como Jesús subir al monte, buscar los lugares de encuentro: la oración, los sacramentos, la lectura de la Palabra, la caridad con los pobres.

Hoy en  nuestros días muchos hombres y mujeres tienen una mayor preocupación, buscan embellecer su cuerpo pero sólo físicamente. Se ha llegado a un exceso en el culto del cuerpo y con la pretensión de verse bien se gasta gran cantidad de dinero en todo tipo de productos y actividades. Hay un esfuerzo desmedido que en muchos casos termina en fracaso, pues no se busca la salud sino la belleza que muchas veces redunda en enfermedad. Así encontramos hoy a tanta gente obsesionada y decepcionada de sí misma, que por no tener un cuerpo como los modelos que falsamente se presentan en los medios, terminan hasta en el suicidio.

La Palabra de Dios  en la segunda lectura de la carta a los filipenses (3,17-4,1)nos enseña que “nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un salvador: el Señor Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso”. Cuando nos preocupamos sólo del bienestar personal conformándonos con las cosas de la tierra nos convertimos en enemigos de la cruz de Cristo. A Pedro le pasó algo semejante, participando de la visión gloriosa de Jesucristo quería establecerse ahí, ya no quería bajar del monte, no quería bajar a la vida ordinaria donde se sufre cuando se quieren lograr cosas grandes. Quien quiera seguirme dice Jesús que tome su cruz de cada día y me siga. Luchemos por alcanzar las cosas del cielo viviendo y aprovechado las cosas de la tierra que Dios nos ha dado.

 

3. Compromiso personal y comunitario

(Cada participante propone algún compromiso personal o comunitario que surja a partir de la reflexión del texto)

  • Intensificar durante la cuaresma los momentos de oración personal y comunitaria.
  • Trabajar en el crecimiento personal quitando toda adicción que nos lleve al pecado.
  • Leer y estudiar la Sagrada Escritura para conocer a Jesucristo y su misión en el mundo.
  • Participar en el sacramento de la reconciliación para purificarse del pecado y renovar la gracia de Dios.
  • Reconocer que la misión conlleva riesgos que se tienen que afrontar con la fortaleza de la fe.

 

4. Oración

(Se da gracias a Dios por el encuentro con él y con los hermanos a través de la Sagrada Escritura, y se pide su ayuda para cumplir los compromisos)

¡Señor de las cumbres,
mi Dios de las montañas!
Frente al cielo inmenso
escabel de tus pies,
yo digo mi oración encendida:
hazme un hombre ávido de altura y plenitud,
recio como los picachos altivos,
amigo del silencio,
contemplador de estrellas.
Hazme generoso;
que me quede en la cumbre;
que baje iluminado, lleno de tu verdad
y ayude en el valle a mis hermanos.
Dame un corazón grande como el horizonte,
Indómito para la injusticia y la mentira,
sediento de infinito
que sólo en ti se sacie.
Amén.