La Virgen María, signo maternal del amor de Dios

guadalupeUna de las oraciones más importante de  la Santa Misa que pronuncia el sacerdote, una vez que ha depositado sobre el altar el pan y el vino para consagrar, se llama prefacio y tiene la finalidad de expresar el motivo y la razón de celebrar la Eucaristía.

Con la reciente aprobación del Misal Romano en lengua española para México, se aprobaron una serie de oraciones propias para la Iglesia (Mexicana), entre ellas las oraciones para la Misa del día 12 de diciembre.

Quiero invitarles a reflexionar en el prefacio  de esta Misa, el cual lleva por título: “La Virgen María, signo materno del amor de Dios”, pues refleja el acontecimiento guadalupano de manera sintética, hermosa y con una teología muy profunda.

Dice el texto[1]:

—En verdad es justo y necesario,
 es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, padre Santo, Dios todo poderoso y eterno,
por Cristo Señor nuestro.
 
Porque en tu inmensa bondad 
has querido que tu Madre, bajo el título de Guadalupe,
fuera especial madre nuestra, refugio y Señora,
presencia viva en la historia de este pueblo tuyo.
 
Ella, mensajera de tu verdad  y signo materno de tu amor,
nos brindó compasión, auxilio y defensa,
y hoy nos invita a reconciliarnos contigo  y entre nosotros,
y a proclamar el Evangelio de tu Hijo,
para hacer que florezcan en nuestras tierras 
la fraternidad y la paz.
 
Por eso, con los ángeles y los santos,
te alabamos proclamando sin cesar.—

 

Si nos damos cuenta la obra es de Dios Padre, quien a través de su Hijo Jesucristo realiza la obra admirable de la Redención. La cual se ve reflejada en personajes tan insignes como lo es la Santísima Virgen María de Guadalupe. Con el objeto de transmitir la Buena Nueva del Evangelio en la reconciliación y la paz, no sólo de aquel momento histórico, sino también ahora en el corazón de cada uno de nosotros, de manera especial en tiempos de violencia, de guerra y de falta de concordia entre los pueblos de esta tierra.

Ella, es madre, Señora, refugio, presencia viva en la historia de nuestro pueblo.  Pues como lo han dicho los obispos reflexionando en este acontecimiento: “gracias al acontecimiento guadalupano, es decir, a las apariciones de Santa María de Guadalupe al indio Juan Diego, a la milagrosa imagen, a su mensaje y a su repercusión a través del tiempo, ―México― se transforma en una realidad cualitativamente nueva, fruto de una gracia que asume, purifica y plenifica el drama de la historia, de tal manera que: «La aparición de María al indio Juan Diego en la colina del Tepeyac, el año 1531, tuvo una repercusión decisiva para la evangelización. Este influjo va más allá de los confines de la Nación mexicana, alcanzando todo el Continente. Y América, que históricamente ha sido crisol de pueblos, ha reconocido en el rostro mestizo de la Virgen del Tepeyac, [.] en Santa María de Guadalupe, [.] un gran ejemplo de evangelización perfectamente inculturada. «En el rostro mestizo de la Virgen del Tepeyac, se resume el gran principio de la inculturación: la íntima transformación de los auténticos valores culturales mediante la integración en el cristianismo y el enraizamiento del cristianismo en las varias culturas». No fue la violencia de la espada ni la conversión forzada, sino la misteriosa atracción de María de Guadalupe la que llevó a ambos pueblos y culturas, españoles e indios, a una nueva manera de comprenderse y relacionarse desde la fe en Jesucristo ya presente en la naciente Iglesia de este Continente. Lo hizo uniendo, en una sola imagen y mensaje, la fe y la devoción católica en la «siempre Virgen Santa María», y la religiosidad y cultura indígenas en la «Madre del verdaderísimo Dios por Quien se vive.” (cf. Carta de los obispos mexicanos del encuentro con Jesucristo a la solidaridad con todos, nn. 18-19).

El Santo Padre Francisco ayer nos lo decía a todos los pueblos de este Continente:

“La aparición de la imagen de la Virgen en la tilma de Juan Diego fue un signo profético de un abrazo, el abrazo de María a todos los habitantes de las vastas tierras americanas, a los que ya estaban allí y a los que llegarían después. Este abrazo de María señaló el camino que siempre ha caracterizado a América: ser una tierra donde pueden convivir pueblos diferentes, una tierra capaz de respetar la vida humana en todas sus fases, desde el seno materno hasta la vejez, capaz de acoger a los emigrantes, así como a los pueblos y a los pobres y marginados de todas las épocas. América es una tierra generosa. Éste es el mensaje de Nuestra Señora de Guadalupe, y éste es también mi mensaje, el mensaje de la Iglesia. Animo a todos los habitantes del Continente americano a tener los brazos abiertos como la Virgen María, con amor y con ternura” (cf. Mensaje al continente americano al final de la Audiencia general del miércoles 11 de diciembre de 2013).

Deseo que cada uno de ustedes, amigos lectores,  al participar de la Santa Misa este día, escuchando este hermoso texto, no sólo nos maravillemos de su belleza literaria, sino que a través de él, hagamos nuestro el mensaje de salvación que la liturgia nos ofrece, como gracia y salvación.

Felicidades a todos aquellos que se sienten y se saben hijos de María de Guadalupe.

 

Pbro. Lic. Israel Arvizu Espino



[1] Misal Romano renovado por decreto del concilio Vaticano II, promulgado por la autoridad del Papa Pablo VI y revisado por el Papa Juan Pablo II, tercera edición típica para México según la tercer adición típica latina aprobada por la Conferencia del Episcopado Mexicano y reconocida por al congregación del culto divino y la disciplina de los sacramentos, Conferencia del Episcopado Mexicano, Buena Prensa 2013, p. 851.