La Primera Comunión

 

Reflexión sobre comprender el sentido de este sacramento.

Nadie nace cristiano, se hace por la gracia de Dios. Para llegar a serlo se necesitan tres sacramentos: el bautismo, la confirmación y la eucaristía; así se llega a ser plenamente discípulo de Jesucristo y se comienza a caminar, junto con los otros hermanos, hacia la Casa del Padre. Es un proceso pedagógico indispensable para quedar insertados en la familia de los hijos de Dios, en la Iglesia. No sería posible el bautizo de un niño, ni la comunión, si no hubiera antes una comunidad que nos recibe y acoge en su seno; la comunidad es un elemento necesario para poder ser cristiano. Nadie se bautiza solo ni se hace cristiano solo; necesita la anterior existencia de la comunidad: por la Iglesia y en la Iglesia somos cristianos. Separarse de la Iglesia, o despreciarla, es apartarse de la comunidad de la salvación.

La santa Eucaristía es el último peldaño de este proceso ascendente en la vida cristiana. Cuando se recibe por primera vez suele llamarse “primera comunión”. El cristiano participa por vez primera de la mesa de los hijos de Dios, junto con sus hermanos mayores. Es “feliz invitado a la mesa del Señor”. Esta experiencia debe repetirse cada semana, en la misa dominical, hasta que venga el Señor Jesucristo. Sin comunidad no hay Eucaristía ni hay salvación. El Concilio enseña claramente que Dios no quiso salvarnos de manera individual, como por separado, sino formando un pueblo, una familia de salvación; por eso nos decimos hijos de “nuestra santa Madre la Iglesia”, pues ella nos engendra, nos acoge, nos alimenta y nos acompaña en nuestro caminar hacia el cielo.

Los señores Párrocos y los Catequistas suelen encontrar dificultad para hacer comprender estas verdades fundamentales a algunos papás cuando sus hijos hacen la primera comunión. La tendencia natural y el ambiente cargado de liberalismo e individualismo en que vivimos, hace muy difícil comprender la necesidad de la comunidad. La palabra “iglesia” significa “comunidad” y la santa Eucaristía se llama “comunión”, porque hace la unión común de todos los bautizados, destinados a la salvación. La iglesia es comunión.

El individualismo se opone de frente al espíritu cristiano. Querer recibir la “comunión” negando la participación e integración efectiva en la vida de la comunidad, de la parroquia, es vaciar a la Eucaristía de su profundo significado. No puede comulgar con el Cuerpo eucarístico de Cristo quien no comulga con su Cuerpo místico, es decir, con la Iglesia. “No puede tener a Dios por Padre (ni rezar el Padrenuestro) quien no tiene a la Iglesia por Madre”, decía san Cipriano. Sólo el Espíritu Santo nos puede hacer comprender y vivir esta consoladora verdad.

† Mario De Gasperín Gasperín
Obispo de Querétaro