HOMILÍA EN LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA, con motivo del Encuentro Nacional de Santuarios

 

Basílica de Nuestra Señora de los Dolores de Soriano, Soriano, Colón Qro., 14 de abril de 2016.
Año de la Misericordia – Año de la Programación y Evaluación de PDP

“Los santuarios como lugares privilegiados de la misericordia de Dios”

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Queridos sacerdotes y diáconos,
Queridos agentes de pastoral,
Muy estimados hermanos y hermanas todos en el Señor:

1. Con el gozo de celebrar a Cristo Resucitado, cobijados por el clima de la Pascua, en el contexto de este 51° Congreso Nacional de Santuarios, nos reunimos para la celebración de nuestra fe, en esta Basílica de Nuestra Señora de los Dolores de Soriano, donde de manera perenne, la misericordia del Señor se derrama con abundancia en la vida y en el corazón de tantos hombres y mujeres que a diario peregrinan con la esperanza de experimentar el amor de Dios y la generosa intercesión de la Santísima Virgen María, especialmente para pedir por la salud, tanto espiritual como corporal.

2. Me alegra poder saludarles personalmente y reiterarles el saludo de bienvenida que el pasado día martes el P. Wenceslao Ferrusquía Navarrete, les ha dirigido en mi nombre y que la Comisión organizadora presidida por el P. Rogelio Cano López, les ha reiterado con su hospitalidad y sus amables atenciones. Siéntanse en su casa y sean bienvenidos a esta Diócesis que los recibe y acoge con gran alegría.

3. El día de hoy la liturgia de la palabra que acabamos de escuchar, nos presenta en el libro de los hechos de los apóstoles (8, 26-40), un episodio extraordinario: la conversión del eunuco etíope. San Lucas en su afán de seguir presentando la difusión del evangelio a grupos cada vez más alejados del judaísmo oficial nos relata este episodio. El Señor por medio de su ángel envía a Felipe hacia el sur, y en el camino se encontró con un etíope. Se trata de un hombre de confianza y ministro de Candace, reina de los etíopes, y encargado de los tesoros. Diríamos en un lenguaje muy particular, el eunuco era un hombre muy importante, influyente y rico, aunque por su condición física excluido de la ley de Dios. Había ido a Jerusalén para cumplir con sus deberes religiosos. Es decir, había ido en peregrinación hacia el Santuario de Dios para poder así adorarle y recibir de él su gracia y su bendición. En su peregrinación —imaginamos— compró entre otras cosas, un rollo manuscrito de la Biblia el cual en su camino de regreso, leía hasta que se encuentra con un trozo del profeta Isaías (53, 7-8) que le abre los ojos del corazón y le provoca una revolución interior que lo movió a cuestionarse seriamente y acudir a Felipe para interrogarle sobre el significado de aquellas palabras. Teniendo como resultado la adhesión a la fe, mediante el bautismo.

4. Queridos hermanos, este texto tiene mucho que enseñarnos. En primer lugar es una invitación que el Señor nos hace como a Felipe para que tomemos conciencia de la necesidad de comprometernos cada vez más en la evangelización y de explicar el sentido de la Escritura, pues hoy en día sigue habiendo muchos eunucos que peregrinan constantemente hacia los santuarios de México y del mundo; quizá son hombres y mujeres de bien, y guardan en su corazón un profundo sentimiento religioso que les lleva a vivir y actuar de manera recta; observan las costumbres y tradiciones de una herencia religiosa que han heredado de sus padres, pero en realidad su fe sólo se fundamenta en esto porque no han tenido la oportunidad de encontrarse con la persona de Jesús y con el mensaje puro del Evangelio; muchas veces se quedan en la observancia de una religiosidad popular que los lleva a satisfacer su fe, sin realmente ahondar en el misterio del amor de Dios, sin estar evangelizados. En este sentido se debe entender que como Felipe, también nosotros somos enviados por Dios para explicar el evangelio, ofreciendo una catequesis centrada en la palabra de Dios. “Es indispensable que la Palabra de Dios «sea cada vez más el corazón de toda actividad eclesial»” (EG, 174).

5. Me llama la atención que el Eunuco era peregrino —y como señala el texto—, solía visitar en peregrinación el templo de Jerusalén. Es ahí donde adquiere los medios para poder, a su regreso, disfrutar de su visita al lugar santo. Ustedes y yo sabemos que a los santuarios concurre un gran número de personas de todas las edades y condiciones sociales, muchas de las cuales se han alejado de la vida de fe, y viven al margen de la pertenencia eclesial. No se trata de personas indiferentes, sino de personas en búsqueda del sentido de la vida y de las cosas, a veces con un corazón sincero y a veces simplemente impulsadas por la tradición o la costumbre. Ir en peregrinación hacia metas que revelan el paso de Dios significa, por lo tanto, acercarse a la misericordia de Dios, después de haber emprendido un camino interior de conversión, que conduce a la purificación y a la paz, suscitando un renovado entusiasmo por traducir el Evangelio en la vida cotidiana. “Antenas de evangelización” (cf. S. Juan Pablo II)

6. Para algunas personas el lugar santo, puede ser el único vínculo con la comunidad eclesial. Para otras en cambio, en el contexto de una Iglesia que es como ha dicho el Papa “un hospital de campaña”, el santuario hace las veces de “clínica especializada” que suministra una palabra que cura, una voz que alienta y hasta una invitación a revisar las opciones de vida según la conciencia. Sin embargo, lo esencial de todo esto es el encuentro vivo con la palabra de Dios. Pues solamente—como hemos escuchado en el texto—, fue la palabra divina lo que conmovió las entrañas del eunuco y lo que le llevó a querer conocer y entender aquello que leyó, al grado de pedir ser bautizado. Esto nos enseña que la pastoral en los santuarios, deberá ser cada vez más bíblica. Pues sin duda que “Las Sagradas Escrituras son fuente de la evangelización” (EG, 174); una pastoral que permita al peregrino entrar en contacto directo con el evangelio y con la palabra de Dios y cada uno pueda motivarse para continuar un proceso de evangelización y catequesis al regreso de su vida ordinaria, para poder comprometerse, abrazando y asumiendo la fe, lleno de alegría. Por lo tanto, hace falta formarse continuamente en la escucha de la Palabra. La Iglesia no evangeliza si no se deja continuamente evangelizar.

7. Si bien es importante saber que la pastoral de los santuarios exige atender y recibir muy bien a los peregrinos, tanto espiritual como material, es necesario que pensemos también y sobre todo, en la “Pastoral del regreso” que ofrezca elementos que sirvan a cada peregrino para su regreso a casa. esta pastoral del regreso debe estar inspirada en la “espiritualidad del regreso” que corone todo el itinerario del peregrino. Para el peregrino en efecto el regreso no coincide con el simple volver hacia atrás. La experiencia de la misericordia lo ha cambiado y deja señales evidentes al retomar los ritmos cotidianos. El regreso forma parte de la peregrinación y debe interpelar a los peregrinos a vivir cristianamente su vida al regresar a su comunidad y a consolidar los vínculos con ella, ante todo contando con lo que ha vivido y tal vez, contribuyendo en la renovación de la manifestación eclesial de la fe, de la esperanza y de la caridad. “La aceptación del primer anuncio, que invita a dejarse amar por Dios y a amarlo con el amor que Él mismo nos comunica, provoca en la vida de la persona y en sus acciones una primera y fundamental reacción: desear, buscar y cuidar el bien de los demás” (EG, 178).

8. Que hermoso sería que a quienes peregrinan en grupo, se les ofrecieran elementos para que a su regreso a casa, en sus comunidades y parroquias, pudieran formar círculos bíblicos, y pequeñas comunidades de vida que les ayuden a crecer y a fortalecer su fe y después de un serio proceso formativo, estos grupos desempeñaran su acción evangelizadora como discípulos misioneros y como testigos creíbles de la misericordia mediante el ejercicio perenne de la caridad.

9. Queridos hermanos y agentes de pastoral reunidos para este Congreso, nuestra tarea es muy desafiante, sin embargo, no desfallezcamos en hacerla con alegría. Pues sin duda que los frutos que surjan de nuestro trabajo, serán muchos, pero sobretodo será ocasión para construir caminos que ayuden a tantos eunucos a encontrarse con el verdadero Dios por quien se vive. Amén.

+ Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo de Querétaro