Homilía en la Misa del XIII Encuentro Diocesano de Pastoral Familiar

Salón Chamali, Santiago de Querétaro, Qro., 16 de marzo de 2015

Año de la Vida Consagrada – Año de la Pastoral de la Comunicación

 

Queridos agentes de la Pastoral Familiar en la Diócesis de Querétaro,

hermanos y hermanas todos en el Señor:

 

1. Con alegría les saludo a todos ustedes en esta tarde en la cual nos encontramos reunidos para celebrar nuestra fe, encaminados por la pedagogía cuaresmal que nos conduce hacia la pascua del Señor, en un ambiente de penitencia, oración y caridad hacia los demás. Lo hacemos en el marco del XIII Encuentro Diocesano de Pastoral Familiar, que bajo el lema: “La familia, una comunidad comunicante” busca intensificar y vigorizar el proceso diocesano de evangelización, proclamando el evangelio de la familia. Saludo con afecto al P. Jaime Gutiérrez Jiménez, presidente de la Comisión Diocesana de Familia, Juventud, Laicos y Vida, gracias padre por animarnos e impulsar el proceso evangelizador con la familia.

2. Es en este contexto que hemos escuchado al palabra de Dios, la cual nos enseña que “creer en la palabra, es abrir una puerta que nos introduce a una realidad nueva”, es decir, al creer en la palabra revelada entramos desde ahora en la realidad del cielo nuevo y de la tierra nueva. Así lo expresa el profeta Isaías (65, 17-21) en el pasaje de la primera lectura que acabamos de escuchar. El fragmento propuesto abre una espiral de luz sobre el futuro, revelando las dimensiones del plan de Dios, que no se limita al destino de los individuos sino que abarca a todo el cosmos: pronto se olvidarán de las fatigas pasadas, porque el Señor se dispone a ejecutar una nueva creación, inundada de alegría. En estos versículos preen entrelazarse el canto del corazón de Dios y el de  la humanidad: al gozo de Dios por su ciudad santa, por su pueblo, renovado interiormente, responde la alegría de pueblo  por las maravillas de esta re-creación. El profeta utiliza las más bellas imágenes de la vida humana para expresar lo inefable, para indicar la vida de comunión con Dios: en la nueva Jerusalén se disipará cualquier asomo de tristeza, de soledad y de angustia.

3. Esta realidad nueva, se hace presente ya entre nosotros por medio de Jesús, quien con su ‘Palabra’ y con sus ‘Acciones’, revela las maravillas de Dios para con los hombres. Es precisamente el pasaje del evangelio que hemos escuchado. San Juan (4, 43-54) nos relata una de las escenas de la vida pública de Jesús, donde mediante su palabra realiza la curación del hijo del funcionario.  “Pues al oír éste que Jesús había venido de Judea a Galilea, fue a verlo y le rogó que fuera a curar a su hijo, que estaba muriendo” (v. 47). Jesús reprende una fe demasiado imperfecta, pero el funcionario no desiste. Como respuesta a la invocación desesperada de una humanidad que languidece y está muriéndose Jesús ofrece una palabra de vida, pero exige la fe. El prodigio de Jesús está en la palabra: si se cree y se obedece, se experimentará  el milagro final.

4. Queridos agentes de pastoral,  quizá valga aquí que nos preguntemos ¿creo en la Palabra de Dios? ¿Qué significa para mí que el hecho de estar en contacto con las palabras de Jesús? La respuesta cada uno la tiene, sin embargo, quien construye la propia vida sobre la Palabra de Dios, edifica verdaderamente de manera sólida y duradera. Los cristianos hemos sido conscientes desde el comienzo que, en Cristo, la Palabra de Dios está presente como Persona. La Palabra de Dios es la luz verdadera que necesita el hombre. Sí, en la resurrección, el Hijo de Dios surge como luz del mundo. Ahora, viviendo con él y por él, podemos vivir en la luz.

5. Considero que  la familia  en este sentido desempeña un papel extraordinario, pues ella es la primera transmisora de la palabra, del lenguaje y por ende del evangelio. Hoy, vivimos una “Crisis de la palabra” que consiste en no creer ni confiar en la palabra y por ende, nos es difícil hacer o pactar alguna alianza con el simple hecho de decirlo. Vivimos bajo el peso de lo escrito, lo firmado y lo sellado. Es en la familia donde aprendemos nuestra lengua, donde aprendemos la lengua y el lenguaje de Dios. El Papa Francisco en su mensaje para la XLIX Jornada Mundial  de las Comunicaciones Sociales para este año nos ha dicho: “Nosotros no inventamos las palabras: las podemos usar porque las hemos recibido. En la familia se aprende a hablar la lengua materna, es decir, la lengua de nuestros antepasados (cf. 2 M 7,25.27). En la familia se percibe que otros nos han precedido, y nos han puesto en condiciones de existir y de poder, también nosotros, generar vida y hacer algo bueno y hermoso. Podemos dar porque hemos recibido, y este círculo virtuoso está en el corazón de la capacidad de la familia de comunicarse y de comunicar; y, más en general, es el paradigma de toda comunicación”.

6. La Palabra de Dios transforma la vida de aquellos que se acercan a ella con fe. La Palabra no se extingue nunca, es nueva cada día. Más para que esto suceda es necesaria una fe que escucha. El que escucha confiesa la presencia de aquel que habla y desea comprometerse con él; quien escucha busca en sí mismo un espacio para que el otro pueda habitar en él; aquel que escucha se abre con confianza al otro que habla. La Nueva Evangelización nos exige que pongamos las bases antropológicas y sociales para que la palabra vuelva a recuperar su valor y su autoridad en la sociedad,  de manera que la palabra de Dios, sea una realidad creíble y podamos fundamentar la vida y la existencia a partir de ella misma. En este sentido ustedes las familias pueden hacer mucho. Especialmente dándole un lugar especial en la vida y en el hogar familiar a la palabra de Dios. Ella les enseñará el camino. La escucha de la Palabra de Dios les llevará sobre todo a valorar la exigencia de vivir de acuerdo con la ley «escrita en el corazón» (cf. Rm 2,15; 7,23). Dios habla, pero sin la escucha del creyente la Palabra se muestra dicha, pero no recibida. La Palabra de Dios despliega su eficacia, como afirma el sembrador (cf. Mc 4, 1-20), cuando se quitan los obstáculos y se ponen las condiciones para que la semilla de la Palabra dé frutos.

7. Seamos hombres y mujeres de palabra y de la palabra, creámosle a Jesús. Jesús es la Palabra viva de Dios. Sólo él puede dirigirnos esta palabra eficaz. Y lo hace de modo sereno, común, pidiendo un fe desnuda, total. Asentir y caminar fiándose de él puede ser cuestión  de vida o muerte: lo fue para aquel hombre cansado que nos narra el Evangelio, que en respuesta a su ruego, no recibió de Jesús un prodigio, sino una palabra de vida.

8. Que la Sangrada Familia de Nazaret, modelo de quien sabe escuchar, nos enseñe a ser hombres  y mujeres de  palabra; hombres  y mujeres que creamos en la Palabra y que le creamos  a la Palabra de Dios. Amén.

 

† Faustino Armendáriz Jiménez

Obispo de Querétaro