Homilía en la Misa del Tercer Congreso Juvenil

Auditorio “Josefa Ortiz de Domínguez”, Santiago de Querétaro, Qro., miércoles santo 16 de Abril de 2014
Año de la Pastoral Litúrgica

Muy queridos jóvenes,
hermanos y hermanas todos en el Señor:
  1. Con alegría y entusiasmo les saludo a todos ustedes,  quienes han venido de distintas partes de nuestra diócesis a este “Gimnasio para Héroes” y poder así vivir el 3° Congreso Juvenil Católico, en este marco tan extraordinario como lo es la Semana Santa, en la que los católicos centramos nuestra mirada en el misterio Pascual de Jesucristo, muerto y resucitado, con la finalidad de renovar nuestra fe en el único Señor de nuestra vida y de nuestra historia.

  1. La imagen que los organizadores han elegido como logo y lema para este congreso me ha parecido genial y muy iluminadora, pues sin duda que así como para tener un cuerpo sano  y bien formado, necesitamos: inscribirnos a un gimnasio, aprender una rutina y ser constantes en la disciplina, así nuestro cuerpo espiritual, necesita de espacios para ejercitarse en las virtudes humanas, morales y espirituales, hacer ciertos ejercicios de rutina, pero sobretodo ser constantes en la disciplina personal para lograr la imagen perfecta de Cristo en nosotros.  La antropología cristiana nos enseña que un cuerpo sano, hunde sus raíces en la integridad espiritual de la persona. Los griegos decían “cuerpo sano en mente sana”.  Pues eran conscientes que existía una total concordancia y comunicación entre la realidad espiritual y la realidad humana. Hoy día culturalmente atravesamos un período de la historia donde aparentemente lo más importante es la imagen, el cuerpo bien formado y la belleza física; sin embargo, hemos de ser conscientes que cuando ponemos estas realidades como el fin último, terminamos frustrados y cayendo en la depresión pues son en definitiva realidades efímeras. Es justo considerar la necesaria importancia tanto de la realidad humana como de la parte espiritual e intelectual del ser humano. San Agustín decía que “Dios quiere que los seres humanos sean cuerpo y alma, y nos crea de esta manera. Al final de los tiempos la persona entera será resucitada” (Sermón 30.3.4).

  1. Queridos Jóvenes, quiero aprovechar esta tarde la oportunidad de encontrarles aquí reunidos para reflexionar con ustedes la palabra de Dios que hemos escuchado, de manera muy específica el texto del profeta Isaías (50, 4-9) que se ha leído en la primera lectura y que comúnmente es conocido como el “Tercer cántico del siervo de Yahvé”. En el cual el profeta describe la imagen de un hombre ejercitado en la virtud y en la disciplina, quien cada día se sienta para escucha la voz de Dios. Para escuchar la voz de Dios necesitamos mostrar disposición y disciplina. Dice el profeta: “Mañana tras mañana, el Señor  despierta mi oído  para que yo escuche como discípulo” (Is 50, 4). Este hombre es Jesucristo, quien en su proceso de maduración y asimilación como Hijo de Dios, atento a la voz de su Padre, entendió que no debía aferrarse a las prerrogativas de su condición divina. Sin que por el contrario estaba llamado a ser causa e instrumento para la salvación  de los hombres.

  1. Muchos de ustedes están en una etapa de su vida en la cual necesitan tomar una decisión y una determinación que les ayude y les oriente para ser felices. Quizá se sienten  confundidos y tienen miedo a equivocarse.  Créanme que esto es normal, es propio de la edad y de la etapa en la cual se encuentran. Por eso, les propongo como modelo a Jesús, él es enseñará el camino para aprender a conocer el rumbo y la vía por la cual deban encaminarse. Dice el profeta: “El Señor me ha hecho oír su palabras y yo no he puesto resistencia, ni me he echado para atrás” (Is 50, 5),  aquí está la clave queridos jóvenes: necesitamos cooperar con Dios para que su proyecto sea factible en nuestra vida. Nuestro tiempo está desorientado y confundido; a veces, incluso, parece que no conoce la frontera entre el bien y el mal; aparentemente, rechaza a Dios, porque lo desconoce o porque no lo quiere conocer. En esta situación, es importante que nos dirijamos a Cristo quien mediante su  Espíritu de Dios nos lo enseña todo, poniéndonos en una actitud de docilidad y humildad a su escucha, aprendiendo la «sabiduría del corazón» (Sal 90, 12) que sostiene y alimenta nuestra vida.

  1. Hoy, les invito a creer, lo cual significa ver las cosas como las ve Dios, participar de la visión que Dios tiene del mundo y del hombre, de acuerdo con las palabras del Salmo: «Tu luz nos hace ver la luz» (Sal 36, 10). El hombre del que nos habla el profeta Isaías en su palabras, nos muestra convencido que el Señor será su ayuda y no será defraudado (Is 50, 9). Esta convicción le bien precisamente d la «luz de la fe» que en nosotros es un rayo de la luz del Espíritu Santo que recibimos en el bautismo. No olviden jóvenes que el Espíritu Santo da al cristiano -cuya vida, de otro modo, correría el riesgo de quedar sujeta únicamente al esfuerzo, a la regla e incluso al conformismo exterior- la docilidad, la libertad y la fidelidad. En efecto, él es «Espíritu de sabiduría e inteligencia, Espíritu de consejo y fortaleza, Espíritu de ciencia y temor del Señor» (Is 11, 2). Sin él, no le fue posible a Jesús entender que era la cruz y el sufrimiento el camino de la redención. Hoy a muchos de nosotros nos da miedo y pavor el sufrimiento, no entra en nuestra lógica que para ser feliz sea necesario incluso el sufrimiento y el dolor. El Espíritu Santo infunde audacia; impulsa a contemplar la gloria de Dios en la existencia y en el trabajo de cada día. Estimula a hacer la experiencia del misterio de Cristo en la liturgia, a hacer que la Palabra resuene en toda la vida, con la seguridad de que siempre tendrá algo nuevo que decir; ayuda a comprometerse de por vida, a pesar del miedo al fracaso, a afrontar los peligros y superar las barreras que separan las culturas para anunciar el Evangelio, a trabajar incansablemente por la continua renovación de la Iglesia, sin constituirse en jueces de los hermanos.

  1. Finalmente, quiero decirles que así como ustedes allá fuera existen muchos chavos y chavas que nunca han oído hablar de este que ustedes ha escuchado y que es preciso les anunciemos y comuniquemos con alegría. Por eso hoy quisiera  invitarles a  comprometerse para que esta alegría que ustedes sienten, la anuncien de persona a persona.  No me cansaré de insistir en que “es posible lograr una Iglesia con un rostro joven”, donde tú y yo, hagamos mucho para construir una sociedad y una cultura más justa, más humana, pero sobretodo, una cultura donde Cristo sea el centro, el motor y el dinamismo de la persona. ¡Atrévanse a asumir un estilo de vida misionero! Donde llevar el mensaje del evangelio sea una adicción. Una sana adicción. El Papa Francisco en este sentido nos ha dicho: “Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la auto preservación” (Evangelii Gaudium, 27). Súmense al sueño de Papa, ustedes son muy creativos, las artes, la música, la tecnología, las redes sociales, son para ustedes instrumentos y herramientas que manejan y pueden aprovechar muy bien.

  1. Felicidades a cada uno de  ustedes por aceptar esta invitación, sigan viviendo esta semana con intensidad y créanme que si asumen un estilo de vida según el estilo e vida de Jesús serán plenamente felices. Gracias a los organizadores por ofrecernos estos espacios de evangelización y de apoyo a la Misión.

  1. Que la santísima Virgen María les acompañe en este camino y que siguiendo  su ejemplo, sepan abrir el oído de su corazón para hacer la voluntad de Dios. Amén.

 

† Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo de Querétaro