Homilía en la Misa del Domingo de la Pasión del Señor (o de Ramos)

Santa Iglesia Catedral,  Santiago de Querétaro, Qro., 29 de marzo de 2015

Año de la Pastoral de la Comunicación Social  – Año de la Vida Consagrada

 

 

Hermanos y hermanas todos en el Señor,

muy queridos jóvenes:

 

1. Con alegría y con gran esperanza les saludo a todos ustedes en esta tarde en la cual nos hemos reunido para conmemorar la entrada triunfal de Jesús a la ciudad Santa de Jerusalén;  entrada que “manifiesta la venida del Reino que el Mesías – Rey llevará a cabo mediante la Pascua de su Muerte y de su Resurrección” (cf. CEC, 560). Así lo hemos querido manifestar con la sugestiva procesión que hemos emprendido y que hemos realizado por algunas calles de nuestra ciudad. Con esta celebración damos inicio a la Semana Santa, es decir, la semana en la que guiados por la liturgia iremos recorriendo paso a paso los misterios centrales de nuestra fe. Hoy, además, celebramos en toda la Iglesia la XXX Jornada Mundial de la Juventud, que este año nos invita a reflexionar sobre  la sexta Bienaventuranza: «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» (Mt 5,8). Con la intención de mostrarle a cada joven que “Dios ha puesto en el corazón del hombre y de la mujer un profundo anhelo de felicidad, de plenitud”.

2. Felicidad que sólo se logra cuando se reconoce a Cristo como el Mesías y como el Señor de la propia vida. Dicha felicidad encuentra su origen en la elección personal que el mismo Señor le dirige a cada persona  y, que tras su maduración en el discipulado llega a ser una experiencia de vida capaz de transformar el corazón. Esta experiencia se sella con la alianza de amor en la cruz. Entregando la vida y poniéndose al servicio de los demás. Jesús en este sentido nos pone el ejemplo y por eso hoy nos recuerda que  el señorío y el triunfo de la vida, sólo son posibles cuando se ha pasado por el sacrificio de la cruz.  Me alegra que en esta Santa Misa se hayan hecho presentes ustedes queridos jóvenes, pues su testimonio de fe y de alegría no sólo nos fortalece, sino que además nos llena de esperanza. El Señor Jesús les invita para que junto con él, suban hacia Jerusalén y puedan así mediante la cruz, alcanzar la felicidad verdadera.

3. La liturgia de este día, tan rica en sus gestos y en sus oraciones, centra nuestra mirada en el señorío de Cristo, quien ha deseado establecer en el corazón de cada hombre el Reino de Dios. Esta tarde deseo reflexionar con ustedes sobre tres actitudes que considero es muy importante tener en cuenta al iniciar esta semana, pues de manera transversal tocan nuestra vida cristiana de todos los días y que durante estos días nos pueden ayudar a vivir con mayor profundidad la celebración de nuestra fe: La ‘alegría’, la ‘escucha’ y la ‘generosidad’.

a. En primer lugar la actitud de la Alegría. La procesión de Ramos es —como sucedió en aquella ocasión a los discípulos— ante todo expresión de alegría, porque podemos conocer a Jesús, porque él nos concede ser sus amigos y porque nos ha dado la clave de la vida. Pero esta alegría del inicio es también expresión de nuestro «sí» a Jesús y de nuestra disponibilidad para ir con él a dondequiera que nos lleve. Una alegría que brota del júbilo de seguir a Jesús, de conocerle y de amarle hasta perder el miedo de entregar la propia vida. ¡Seguir a Cristo debe ser para nosotros la fuente de nuestra alegría! Sin embargo, el salmista se pregunta: “¿Quién puede subir al monte del Señor? El de corazón limpio y manos puras y que no jura en falso” (Sal 23). Los que suben y quieren llegar verdaderamente a lo alto, hasta la altura verdadera, deben ser personas que se interrogan sobre Dios, personas que escrutan en torno a sí buscando a Dios, buscando su rostro. Manos inocentes son manos que no se usan para actos de violencia. Son manos que no se ensucian con la corrupción, con sobornos. Corazón puro: ¿cuándo el corazón es puro? Es puro un corazón que no finge y no se mancha con la mentira y la hipocresía; un corazón transparente como el agua de un manantial, porque no tiene dobleces. Es puro un corazón que no se extravía en la embriaguez del placer; un corazón cuyo amor es verdadero y no solamente pasión de un momento. Nuestra vida debe ser así, una perenne peregrinación por los caminos de la vida detrás de Jesús pero viviendo alejados de las hipocresías, de las intenciones mezquinas, de la corrupción, delas esclavitudes. “Cada uno tiene que aprender a descubrir lo que puede “contaminar” su corazón, formarse una conciencia recta y sensible, capaz de «discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que agrada, lo perfecto» (Rm 12,2)” (Franmcisco, Mensaje para la XXX Jornada Mundial de la Juventud). Nosotros somos los primeros que necesitamos mantenernos firmes en esta esperanza y ser un signo visible, claro y brillante para todos que nuestra alegría se fundamenta en la justicia.  ¡Vivamos alegres!

b. En segundo lugar la actitud de la ‘Escucha’. Me llama la atención que tanto en la primera lectura tomada del profeta Isaías como en la segunda de la carta de San Pablo a los Filipenses, se subraya el tema de la escucha, como el camino que  a Cristo le ha favorecido para entender su misión por la humanidad y poder así ser instrumento de salvación. Considero que hoy en día necesitamos aprender a escuchar. Cosa que es diferente de saber oír. Escuchar significa: poner atención o aplicar el oído para oír [algo o a alguien]’. Por tanto, la acción de escuchar es voluntaria e implica intención por parte del sujeto, a diferencia de oír, que significa, sin más, ‘percibir por el oído [un sonido] o lo que [alguien] dice’. San Benito en el prólogo de la Regla escribe: “Escucha, hijo, la enseñanza del maestro y aplica el oído de tu corazón. Acoge con gusto esta exhortación de un padre entrañable y ponla en práctica,  para que por el esfuerzo de la obediencia vuelvas a aquel de quien te apartaste por la dejadez de la desobediencia. Quienquiera que seas, te dirijo mi exhortación a ti que, renunciando a tu voluntad, tomas las ilustres y heroicas armas de la obediencia para militar bajo Cristo Señor y verdadero rey” (San Benito, Regla de los monjes). Esta exhortación de San Benito, nos propone establecer una “escuela” en la que se enseñe la ciencia de la salvación de tal forma que los discípulos, perseverando en ella hasta la muerte, “merezcamos llegar a ser partícipes del Reino de Cristo”. Queridos hermanos, queridos jóvenes, si queremos conocer que es lo que Dios nos pide,  necesitamos aprender a escuchar. ¡Durante estos días hagamos el esfuerzo de abrir el oído del cuerpo pero sobre todo el oído del corazón!

c. Finalmente la actitud de la ‘Generosidad’, la cual supone las dos anteriores. En la lectura del evangelio que se hacía para la bendición de las palmas, escuchamos como Jesús le pide a sus discípulos ir al pueblo por el burro, sobre el cual debía hacer su entrada mesiánica a Jerusalén (cf. Mc 11, 1-10). Un gesto muy simple pero de un profundo significado mesiánico en el plan de la salvación. Dios ya tiene su plan y sabe por dónde llevarnos, lo que nos pide es ser simplemente sus colaboradores. Jesús consciente de esto nos llama a colaborar con él, en su tarea mesiánica. Nos pide realizar acciones muy sencillas pero que suponen una generosidad alegre y confiada. Muchas veces en nuestra vida Dios nos pide hacer cosas un poco simples, que sencillamente a nuestra lógica y a nuestra razón le parecen ilógicas o irracionales, sin embargo, en el plan de Dios tienen un profundo significado y una gran importancia. Esta quizá es una tentación pastoral en muchos de nosotros, pensamos que Dios nos debe pedir algo extraordinario y grande para que valga la pena. No, Dios también nos pide cosas pequeñas. La respuesta depende de cada uno. En los discípulos la respuesta fue pronta, al grado que le echaron encima sus mantos y Jesús montó en él. Un gesto de generosidad muy profundo y de mucho significado, pues el ‘manto’, representaba para un judío el signo de la esencia dela persona y de los que hay en su interior, pues lo exterior muestra lo interior. Queridos hermanos y hermanas, la generosidad que Dios nos pide, no es una generosidad externa, es la donación de uno mismo, es la renuncia a todo aquello que pueda impedirnos reconocer a Jesús como nuestro Dios, de manera que poniendo nuestra persona y nuestra vida, colaboremos con él para poder llevar a cabo la obra redentora. Poner nuestro propio manto sobre el burrito es reconocerle la divinidad de Jesús. ¡Pongamos nuestro manto para que Jesús pase sobre él!

4. Estas tres actitudes harán que la vivencia de nuestra fe cristiana y la norma de nuestra vida no se reduzca a un ‘mero recuerdo’, sino a un asumir lo que Dios ha querido realizar por cada uno de nosotros. Dejémonos guiar por él hacia Dios, para aprender de Dios mismo el modo correcto de ser hombres. Invoquémoslo para que también nosotros lleguemos a ser con él, y a partir de él, mensajeros de su paz, adoradores en espíritu y en verdad, a fin de que en nosotros y a nuestro alrededor crezca su reino.

5. Queridos jóvenes, la alegría, la escucha y la generosidad, son tres actitudes que hoy les invito a que asuman en su propia vida, de esta manera la bienaventuranza en ustedes será más plena y ustedes mismos serán camino para que el Mesías sea reconocido entre las realidades en las que ustedes viven y se desenvuelven.

6. Hagamos de esta semana una semana santa, una semana según los criterios de nuestra fe y no los criterios de un mundo sin Dios. Amén.

 

† Faustino Armendáriz Jiménez

Obispo de Querétaro