Homilía en la Misa de la 31 Peregrinación de Ciclistas al Tepeyac

Insigne y Nacional Basílica de Santa María de Guadalupe
Ciudad de México, 21 de julio de 2013

 

escudo_armendarizMuy queridos hermanos de nuestra querida Diócesis de Querétaro, hermanos sacerdotes que han acompañado esta peregrinación de ciclistas dando el apoyo espiritual conveniente a lo largo de un camino que se ha recorrido con Dios en la mente y en el corazón. Y con el impulso de nuestra Madre, la Santísima Virgen María de Guadalupe, que siempre nos consuela, siempre nos protege, especialmente en los momentos difíciles y en los momentos de tribulación.

Muy queridos hermanos en el Señor, al celebrar la liturgia dominical dejamos que la Palabra de Dios ilumine nuestra celebración y nuestra vida. Estamos agradecidos con Dios por esta peregrinación y pedimos por los hombres y mujeres de a pie que vienen también con el mismo objetivo de todos ustedes, hermanos ciclistas hombres y mujeres, postrarse a los pies de la Santísima Virgen María, aquí en esta Basílica del Tepeyac.

Sin duda, desde que se sale en este camino hay una actitud de fe y a lo largo del camino esa manifestación de fe se va acrecentando. Cada uno de ustedes tiene una motivación profunda del por qué recorre estos largos caminos, pero en el común de todos está la fe en Dios, que es lo que traemos cada uno en el corazón, cada uno de ustedes, hermanos y hermanas ciclistas, al ir recorriendo este camino. Seguramente alguno tendrá algo que agradecerle a Dios. Son muchos los favores que recibimos de Dios a través de la Santísima Virgen María: alguna enfermedad, alguna situación personal que se le haya presentado especialmente a lo largo de este año. Pero también alguna situación difícil que queramos que Dios remedie y acudimos a la intercesión de la Santísima Virgen María.

Sin duda, podemos traer algún sufrimiento que en este momento nos agobie, pero que con un ungüento a lo largo del camino pudimos nosotros reflexionar en ello, saber y estar convencidos de que María está al pendiente en momentos de tribulación. Y así cada quien en su corazón guarda, quizás sólo lo saben Dios y con la Virgen. Cada una de esa situaciones, que a veces pesan como un lastre, al estar delante de la Imagen Sagrada, de la Imagen Bendita de nuestra Madre de Guadalupe, reciben el consuelo que solamente Ella como Madre nuestra sabe darnos.

Por eso, hermanos, agradecidos todos estamos con Dios y el culmen de todo este recorrido es precisamente esta Santa Misa donde ponemos en el altar cada una de esas intenciones que portamos en nuestro corazón. Sin duda a muchos de ustedes les acompañan sus familias y con ustedes comparten esta fatiga, esta alegría, esta situación que cada uno de nosotros tiene en su mente.

Hoy, les invito a que nos dejemos iluminar por la Palabra. La Palabra de Dios que nos muestra en este día un recorrido de oración. Si el domingo pasado nos presentaba la Palabra de Dios un recorrido de la misericordia de Dios para con nosotros hoy se presenta ese itinerario de oración que todo creyente debe de ejercitar y de vivir en nuestra vida de todos los días.

Tan importante es la oración, que de la oración decía, la hermana Teresa de Calcuta: de la oración surge la fe; de la fe, el amor y del amor el servicio. Por eso hoy al mirar estas dos actitudes de Martha y de María, el Señor nos hace ver a través de su Palabra que hay una relación con Dios vertical y una horizontal. Martha que se afana, dice Jesús, y se preocupa por todos aquellos servicios que sí son importantes en nuestra vida. La actividad de todos los días: nuestro trabajo, nuestro quehacer es importante. Pero hay algo más importante dice Jesús, y resalta la actitud de María cuando señala que ella ha escogido la mejor la parte. En medio de la vorágine, también de la inercia y la rutina de todos los días, en medio de la velocidad con la cual transcurren los acontecimientos, démosle tiempo al Señor. Dice, Jesús: tenemos que detenernos y valorar esa relación con Dios. Es decir: esa relación vertical, que es tan importante para nosotros.

Hermanos, que no se nos olvide mirar al cielo, que no se nos olvide que siempre tendremos que tener esa relación de amistad que llamamos oración de diálogo de tal manera que tengamos tiempo para dedicarle unos momentos, unos minutos y quizás unas horas a nuestra relación con Dios.

La única manera de salir adelante es tratar de disipar ese escenario difícil, incluso de tiniebla, abriendo brecha cuando encontramos que Dios nos habla y que nos da la luz necesaria para poder caminar sin tropezar y si tropezamos podamos levantarnos. Por eso la Palabra de Dios nos invita a escoger la mejor parte y la mejor parte es nuestra amistad con Dios, que se traduce en una vida de gracia.

Muchos de ustedes peregrinos y peregrinas a lo largo del camino han tenido la oportunidad de reconciliarse con Dios a través del Sacramento de la Confesión y eso sin duda da una paz y una fortaleza que nada ni nadie nos lo puede dar.

Les invito a que ese estado de gracia lo conserven, a que vivamos en estado de gracia de tal manera que podamos sintonizar con Dios sin obstáculos, sin resistencias y podamos así reconocer la voz de Dios a través de su Palabra.

Ojala, y es nuestro pensamiento, que en el futuro los peregrinos y peregrinas porten al menos los evangelios dentro de las cosas que portan en la peregrinación, para que en los momentos que podamos detenernos como María a los pies del Maestro podamos leer, podamos meditar, podemos dejarnos confrontar nuestra vida, la que llevamos, con la Palabra de Dios nos pide.

Recordando que cuando abrimos la Biblia estamos no delante de un libro, sino estamos delante de una persona, delante del mismo Dios, delante del mismo Jesucristo en los evangelios que nos habla para orientar nuestra vida y así podamos, en la familiaridad con la Palabra Dios, reconocer la voz de Dios y dejarnos guiar por ella en nuestro pensamiento y en nuestro diario caminar hay muchas voces que nos jalan por otros caminos que no son de Dios, y cuando los caminos no son de Dios; sin duda, son del maligno. Por eso, hermanos y hermanas, dejémonos conducir por Dios y hagamos nuestra opción tomando la mejor parte nuestra relación con Dios.

A lo largo de este largo camino desde Querétaro y desde la sierra que algunos recorrido. Ciertamente han tenido la oportunidad de vivir esa relación con Dios en una reflexión en el silencio de la montaña, en el silencio del llano, en el silencio del camino, en el silencio de nosotros mismos. A través del silencio podemos nosotros entablar mejor, porque ahí es donde habla Dios en el silencio.

Que no nos distraigamos, que no nos vayamos por otros caminos. Ciertamente, para poder llegar a esta meta final tuvimos que escoger y recorrer el camino correcto, aquel que en algún momento se equivocó, desvió el camino. En la vida cristiana no desviemos el camino, no nos equivoquemos, el único que quiere orientar nuestro camino por la rectitud, por el amor, por la justicia es… Dios.

Por eso de nueva cuenta escuchando la Palabra de Dios la invitación es: a escoger la mejor parte y a dejar cada día un momento en el cual nos podamos postrar a los pies del Maestro. Y ese que se postra a los pies de su Maestro escuchando la Palabra es el verdadero discípulo.

El verdadero discípulo que crece en la fe, pero también crece en el amor y aquel que crece en el amor, crece en el servicio. Por eso al final de cuentas nuestra vida está orientada a fraternizar, a servir a los demás. Nuestra Diócesis de Querétaro con su Plan Diocesano de Pastoral quiere impulsar la misión, por eso todos estamos invitados a hablar de Dios, pero no podemos hablar de Dios, sino hablamos con Dios.

Que la Palabra de Dios, pues, nos ayude a abrir la brecha en nuestra propia vida para poder nosotros percibir que es lo que Dios me dice. Este domingo la invitación es a escuchar la voz de Dios. A escuchar la voz de Dios como la escuchó María, nuestra Madre, al grado de dar el consejo: hagan lo que Él les diga, para que les vaya bien,escuchando la voz de Dios nos irá bien en todo, hermanos.

Escuchemos el consejo de María. Y que María de Guadalupe, que nos da el consuelo y que nos dice: ¿no estoy Yo aquí que soy tu Madre? Ella también siga caminando en el recorrido de nuestra vida cristiana día con día. Que así sea.

† Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo de Querétaro