Homilía en la Misa con motivo del inicio de Curso del Seminario Mayor

Capilla de teología del Seminario Conciliar de Querétaro, Hércules, Qro., lunes 19 de Agosto de 2013.
Annus Fidei – Año de la Pastoral Social – Año Jubilar Diocesano

 

Estimados padres formadores,
queridos rectores y profesores de las diferentes comunidades formativas aquí presentes,
muy queridos alumnos y seminaristas,
hermanos todos en el Señor:
 

1. Me alegra mucho poder celebrar esta santa misa de inicio de cursos con cada uno de ustedes, en la cual le pedimos a Dios la asistencia del Espíritu Santo, de manera que al iniciar nuestras actividades académicas y de formación, lo hagamos con la certeza que es Dios quien nos guía y conduce en el itinerario formativo, con el firme propósito de modelar cada vez más nuestro corazón al de Jesucristo, Buen Pastor. A los rectores, a los profesores y a los estudiantes les dirijo mi más cordial saludo.

2. Hemos escuchado en la liturgia de la Palabra de este día, un texto del evangelio de Mateo (19, 16-22) donde se expresa de manera evidente el tema del seguimiento de Jesús, pero esta vez desde la perspectiva de los que le siguen o quieren hacerlo. El ejemplo del joven rico muestra, con sus tres preguntas muy concretas, que era muy serio en lo que tenía que ver con la vida eterna, y, en el hecho de que Jesús le llame, debemos ver una señal clara que los ricos no están excluidos del reino de Dios ni del seguimiento. Pero, tras la llamada al seguimiento es asunto de cada uno si sigue a Jesús y entra en el reino de Dios o no. El joven rico no está aún dispuesto a dejar aquello de los que su corazón depende ―sus bienes― por el Reino de Dios y el seguimiento de Jesús. Debemos comprender que la riqueza no es impedimento que excluya del reino de Dios, sino más bien una barrera que deba superarse.

3. Esta narración expresa de manera eficaz la gran atención de Jesús hacia los jóvenes, hacia ustedes, hacia sus ilusiones, sus esperanzas, y pone de manifiesto su gran deseo de encontrarles personalmente y de dialogar con cada uno de ustedes. De hecho, Cristo interrumpe su camino para responder a la pregunta de su interlocutor, manifestando una total disponibilidad hacia aquel joven que, movido por un ardiente deseo de hablar con el «Maestro bueno», quiere aprender de Él a recorrer el camino de la vida. Con este pasaje evangélico, podemos descubrir como Jesús está dispuesto a responder las dudas que aquejan nuestra existencia y nuestra vida. Invitándonos a cada uno de nosotros  a desarrollar el propio coloquio con Cristo, un coloquio que es de importancia fundamental y esencial para joven seminarista.

4. Por eso queridos semianristas, al iniciar este año académico quisiera invitarles a que de manera decidida, cada uno de ustedes se deje encontrar por Jesús y en la intimidad del itinerario formativo que el seminario les ofrece, aclaren las dudas que su corazón guarda; con la conciencia que si realmente nos encontramos con Jesús, ¡no podemos renunciar a dar testimonio de él ante quienes todavía no se han cruzado con él en el camino de su vida!

5. En el joven del evangelio se puede ver una situación muy parecida a la de cada uno de  ustedes. Puesto cada uno de ustedes es rico de cualidades, de energías, de sueños, de esperanzas: ¡cualidades que tienen en abundancia! Su misma edad constituye una gran riqueza, no sólo para ustedes, sino también para los demás, para la Iglesia y para el mundo. El joven le pregunta a Jesús: «¿Qué tengo que hacer para tener la vida eterna?». La etapa de la vida en la que está cada uno de ustedes es un tiempo de descubrimiento: de los dones que Dios les ha dado y de sus propias responsabilidades. También es tiempo de opciones fundamentales para construir un proyecto de vida sacerdotal. Por tanto, es el momento de interrogarse sobre el sentido auténtico de la existencia y de preguntarse: « ¿Estoy satisfecho de mi vida? ¿Me falta algo? ¿El tiempo que llevo en el seminario lo he sabido aprovechar para responder a estas interrogantes?». Como el joven del evangelio, quizá también ustedes viven situaciones de inestabilidad, de confusión o de sufrimiento, que les llevan a desear una vida que no sea mediocre y a preguntarse: ¿Qué es una vida plena? ¿Qué tengo que hacer? ¿Cuál puede ser mi proyecto de vida? «¿Qué he de hacer para que mi vida tenga pleno valor y pleno sentido?». ¡No tengan miedo a enfrentarse con estas preguntas! Ya que más que causar angustia, expresan las grandes aspiraciones que hay en su corazón. Por eso hay que escucharlas. Esperan respuestas que no sean superficiales, sino capaces de satisfacer vuestras auténticas esperanzas de vida y de felicidad. Es importante que se dejen ayudar de los formadores y del director espiritual, quienes siempre les sabrá orientar, pero hay que dejarse acompañar. Para descubrir el proyecto de vida que realmente les puede hacer felices, pónganse a la escucha de Dios, que tiene un designio de amor para cada uno de ustedes. No tengan miedo de decirle con confianza a Jesús: «Señor, ¿cuál es tu designio de Creador y de Padre sobre mi vida? ¿Cuál es tu voluntad? Yo deseo cumplirla». Tengan la seguridad de que les responderá. ¡No tengan miedo de su respuesta! «Dios es mayor que nuestra conciencia y lo sabe todo» (1Jn 3,20).

6. Jesús invita al joven  a ir mucho más allá de la satisfacción de sus aspiraciones y proyectos personales, y le dice: «¡Ven y sígueme!». La vocación al sacerdocio ―en este caso para ustedes― nace de una propuesta de amor del Señor, y sólo puede realizarse gracias a una respuesta de amor: «Jesús invita a sus discípulos a la entrega total de su vida, sin cálculo ni interés humano, con una confianza sin reservas en Dios. El papa Francisco recientemente les ha dicho a los seminaristas: “La fecundidad pastoral, la fecundidad del anuncio del Evangelio no procede ni del éxito ni del fracaso según los criterios de valoración humana, sino de conformarse con la lógica de la Cruz de Jesús, que es la lógica del salir de sí mismos y darse, la lógica del amor. Es la Cruz –siempre la Cruz con Cristo, porque a veces nos ofrecen la cruz sin Cristo: ésa no sirve–. Es la Cruz, siempre la Cruz con Cristo, la que garantiza la fecundidad de nuestra misión” (Francisco, Homilía con los seminaristas y novicios y cuentos se encuentran en el camino vocacional, 7 de julio de 2013).

7. Siguiendo el ejemplo de tantos discípulos de Cristo, queridos jóvenes seminaristas, acojan con alegría la invitación al seguimiento, para vivir intensamente y con fruto esta etapa del seminario. El joven rico, desgraciadamente, no acogió la invitación de Jesús y se fue triste. No tuvo el valor de desprenderse de los bienes materiales para encontrar el bien más grande que le ofrecía Jesús. La tristeza del joven rico del evangelio es la que nace en el corazón de cada uno cuando no se tiene el valor de seguir a Cristo, de tomar la opción justa. No tengan miedo, de ser estudiantes extraordinarios, de ser responsables en sus cargos especiales y comisiones, de ser asiduos en la oración y vigorosos en el deporte. De ser generosos en su tiempo para estar atentos a las necesidades de los demás. Es necesario que desde ahora sean consientes que como presbiterio, necesitamos fortalecer la fraternidad sacerdotal.  El papa Francisco a los seminaristas en junio les decía: “La verdadera alegría no viene de las cosas, del tener, ¡no! Nace del encuentro, de la relación con los demás, nace de sentirse aceptado, comprendido, amado, y de aceptar, comprender y amar; y esto no por el interés de un momento, sino porque el otro, la otra, es una persona… la raíz de la tristeza en la vida pastoral está precisamente en la falta de paternidad y maternidad, que viene de vivir mal esta consagración, que, en cambio, nos debe llevar a la fecundidad. No se puede pensar en un sacerdote o en una religiosa que no sean fecundos: ¡esto no es católico! ¡Esto no es católico! Esta es la belleza de la consagración: es la alegría, la alegría…”

8. Jesús le recuerda al joven los diez mandamientos, como condición necesaria para «heredar la vida eterna». Son un punto de referencia esencial para vivir en el amor, para distinguir claramente entre el bien y el mal, y construir un proyecto de vida sólido y duradero. Jesús les pregunta, también a ustedes, si conocen los mandamientos, si se preocupan de formar su conciencia según la ley divina y si los ponen en práctica. Es verdad, se trata de preguntas que van contracorriente respecto a la mentalidad actual que propone una libertad desvinculada de valores, de reglas, de normas objetivas, y que invita a rechazar todo lo que suponga un límite a los deseos momentáneos. Pero este tipo de propuesta, en lugar de conducir a la verdadera libertad, lleva a la persona a ser esclava de sí misma, de sus deseos inmediatos, de los ídolos como el poder, el dinero, el placer desenfrenado y las seducciones del mundo, haciéndola incapaz de seguir su innata vocación al amor. Dios nos da los mandamientos porque nos quiere educar en la verdadera libertad, porque quiere construir con nosotros un reino de amor, de justicia y de paz. Escucharlos y ponerlos en práctica no significa alienarse, sino encontrar el auténtico camino de la libertad y del amor, porque los mandamientos no limitan la felicidad, sino que indican cómo encontrarla.

9. Que la Virgen María de Guadalupe, Madre y Reina de este seminario, les acompañe con su protección en este itinerario y que sea ella siempre el refugio seguro de su vocación. Amén.

 

† Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo De Querétaro