Homilía en la Misa con motivo de la Consagración de Elena Olvera Morales en el Ordo Virginum

Santuario diocesano de la Preciosa Sangre de Nuestro Señor Jesucristo
San Juan Dehedo, Amealco, Qro.,  domingo 23 de junio de 2013
Annus Fidei – Año de la Pastoral Social – Año Jubilar Diocesano

Queridos hermanos Sacerdotes,
muy queridas hijas del Orden de las Vírgenes,
queridos consagrados y consagradas,
hermanos y hermanas todos en el Señor:

escudo_armendariz1. Les saludo a todos ustedes en el Señor Jesús, el esposo fiel, quien entregó su vida y su preciosa sangre por amor a su Iglesia, a fin de santificarla y presentarla al Padre del cielo, resplandeciente de gloria y dignidad (Ef. 5, 2.31; Ap. 21, 2). De manera muy especial les saludo en esta mañana de domingo, en la cual nuestra comunidad diocesana se llena de júbilo y de esperanza, al celebrar la consagración virginal de nuestra hermana Elena Olvera Morales, quien habiendo escuchado la voz de Jesucristo, desea consagrarle su vida, su virginidad y toda su existencia por amor a él y a su Iglesia. Constituyendo así para todos nosotros, “una especial imagen escatológica de la Esposa celeste y de la vida futura, cuando finalmente la Iglesia viva en plenitud el amor de Cristo esposo” (Exhort. Apost. Post sobre la vida consagrada Vita Consecrata, 7).

2. Al consagrar su vida a Jesucristo, Elena entra a formar parte del Orden de las Vírgenes, el cual constituye una expresión particular de vida consagrada, y un antiguo camino de santificación, posible en nuestro tiempo y que responde a las exigencias de la Nueva Evangelización, pues viviendo de esta manera se es en el mundo, testigo viviente del amor de Dios. Esta manera de vivir el evangelio hunde sus raíces en los inicios de la vida evangélica, cuando, como novedad inaudita, el corazón de algunas mujeres comenzó a abrirse al deseo de la virginidad consagrada, es decir, al deseo de entregar a Dios todo su ser, que había tenido en la Virgen de Nazaret y en su «sí» su primera realización extraordinaria.

3. Al escuchar la Palabra de Dios en esta mañana y al celebrar este solemne rito de consagración, nos damos cuenta que la iniciativa no nace como un proyecto particular o personal, sino más bien surge en la comunidad cristiana como un don que viene de Dios, quien suscita en el corazón de los creyentes, vivos sentimientos de fe, esperanza y caridad, fruto de la escucha de su Palabra y de un encuentro vivo con la persona de Jesucristo. Pues solamente un corazón dispuesto a la escucha es capaz de asimilar los designios de Dios. En el trozo del evangelio de Lucas que se ha proclamado, hemos escuchado una de las escenas más novedosas de la vida de Jesús. San Lucas nos narra una de las experiencias más íntimas de la vida de Jesús, cuando estando en oración con los más cercanos les hace una especie de examen o evaluación, con la finalidad de saber qué es lo que la gente dice de él  (9, 18-24), además expone las circunstancias en las cuales llevará a cabo el proyecto de la redención que su Padre Dios le ha confiado y los condicionamientos precisos para quienes decidan seguirle de cerca.

4. Es curioso el proceso que Jesús sigue, en primer lugar se cerciora del sentir de la gente y en las respuestas descubre la importancia y la centralidad profética que Juan el Bautista y Elías ocupan en la vida de la comunidad, pues ellos representan dos estilos de vida muy definidos y muy contundentes en la conciencia de las personas, por un lado se refleja la dimensión escatológica de su persona, con la expectativa de un cambio que puede ir acompañado tanto de esperanza y por otro, la esperanza de la restauración de Israel mediante la nueva alianza; sin embargo, estas respuestas son ajenas, lo interesante viene cuando Jesús expresa un discurso directo y en primera persona: “Y ustedes ¿quién dicen que soy yo?” (Lc 9, 20). Con ello Jesús está pidiendo la respuesta que cada uno de sus seguidores pueden dar de sí mismo, fruto del encuentro y de la propia experiencia. Derivando de ella,  la propia fe y la propia confesión.

5. Queridos hermanos y hermanas, cada uno de nosotros estamos llamados a responder ¿Quién es Jesús para mí?, pues no podemos quedarnos únicamente con lo que otros nos han dicho de Jesús. Sólo a partir de una respuesta que refleje la experiencia interpersonal, podremos asumir cada quien nuestro ser de cristianos y Jesús dejará de ser “algo que nos contaron” o una “historia que leímos en los libros”, lejos de la experiencia personal. San Pedro respondió que Jesús era el Mesías,  movido ―nuevamente lo vemos― por la revelación que Dios le ha hecho. Jesús es el Mesías, el verdadero liberador de Israel, aquel que ha venido para que tengamos vida y vida en abundancia (Jn 10, 10). Jesús es el Hijo de Dios, que con su muerte destruyó nuestra muerte y con su vida nos devolvió la vida. Este es el mensaje que Jesús nos trae y que cada uno de nosotros estamos llamados a vivir con nuestro estilo de vida.

6. Hermana Elena, al querer responder con generosidad a la llamada de Dios, está usted comprometida a entrar en la intimidad con Dios y allí responder a la pregunta ¿quién es Jesús?, de manera que siguiendo el estilo de vida virginal el mundo crea que verdaderamente Cristo, es el esposo fiel. La virgen consagrada tiene como primer compromiso tender a la santidad del carisma de vida evangélica, en pobreza, castidad, obediencia, oración, contemplación, caridad. Naturalmente, la caridad comprende también un servicio a los pobres, a las necesidades de las realidades locales. Así lo expresa uno de los compromisos previos a la consagración que en unos momentos usted hará. Siéntase dichosa porque desde ahora el Señor Jesús la mira con amor y con ternura.

 7. En este camino que hoy emprende junto a Jesús como su esposa, sin duda  ―dice el evangelio― es preciso tomar la cruz de cada día, un cruz cuya característica es estar unida a la fidelidad que se exige a los desposados. La cultura y la sociedad hoy día quizá no ven la riqueza y la hermosura de este estilo de vida virginal; sin embargo, el evangelio nos enseña que Dios habita con amor en los cuerpos castos y se deleita en las almas puras (cf. oración consecratoria). La palabra de Dios en esta mañana nos da una de las claves para vivir esta fidelidad “El que quiera conservar para sí mismo su vida, la perderá; pero el que la pierda por mi causa, ése la encontrará” (Lc 9, 24). El papa Francisco recientemente ha dicho a un grupo de consagradas: “La castidad por el reino de los cielos muestra cómo la afectividad tiene su lugar en la libertad madura y se convierte en un signo del mundo futuro, para hacer resplandecer siempre el primado de Dios. Pero, por favor, una castidad «fecunda», una castidad que genera hijos espirituales en la Iglesia. La consagrada es madre, debe ser madre y no «solterona»” (Francisco, Discurso a las religiosas participantes en la asamblea plenaria de la Unión Internacional de Superioras Generales, 8 de mayo de 2013), efectivamente, quien se consagra a Dios y se decide a seguir a Jesús, debe caracterizarse por la alegría, esa es su carta de presentación y debe ser el espíritu que le identifique.

 8. El espíritu de la Nueva Evangelización nos urge a transmitir nuestra experiencia de Dios con entusiasmo y con alegría. Aquí está el reto fundamental que afrontamos: mostrar la capacidad de la Iglesia para promover y formar discípulos y misioneros que respondan a la vocación recibida y comuniquen por doquier, por desborde de gratitud y alegría, el don del encuentro con Jesucristo. No tenemos otro tesoro que éste. No tenemos otra dicha ni otra prioridad que ser instrumentos del Espíritu de Dios, en la Iglesia, para que Jesucristo sea encontrado, seguido, amado, adorado, anunciado y comunicado a todos, no obstante todas las dificultades y resistencias. Este es el mejor servicio -¡su servicio!- que la Iglesia tiene que ofrecer a las personas y naciones (cf. DA 14). El anillo, el velo y la Liturgia de las Horas que Usted va a recibir, serán los instrumentos que a usted hermana le ayuden a vivir en la fidelidad y en el dialogo constante con su Esposo, el Señor Jesucristo. De este modo, su «yo» orante se dilatará progresivamente hasta que en la oración sólo haya un gran «nosotros». Esta es la oración eclesial y la verdadera liturgia. En el diálogo con Dios, ábrase al diálogo con todas las criaturas, para las cuales será como madre, madre de los hijos de Dios (cf. Ritual de consagración de vírgenes, 29).

9. Me da gusto que esta celebración se dé en el marco de sus festividades patronales, pues de esta manera cada uno se ve comprometido en orar por esta hermana nuestra. Hoy día, es una gracia que existan mujeres valientes que se decidan a seguir al Señor de esta manera, pero es necesario que nos unamos a su deseo con la fuerza de la oración. En unos momentos más cantaremos la letanía de los santos, pues efectivamente sin la gracia de Dios nada podemos hacer. Agradezco a las hermanas que son ya parte de este Ordo aquí presentes, pues su presencia es un signo visible de la comunión como esposas de Cristo, busquen cada día ayudarse mutuamente, animándose en sus tareas pastorales y sociales. De manera especial en la duda y en el desánimo, en la enfermedad y en la pobreza.

10. Pidamos a Jesús crucificado que su preciosa sangre a quien adoramos en este santuario, embriague siempre el corazón de las vírgenes consagradas de modo especial el de Elena y, puedan así, vivir siempre enamoradas, sirviendo a los más pobres y necesitados con su estilo de vida pobre y virginal. Que sea él, su consuelo en la tristeza, consejo en la duda, ayuda en la debilidad, paciencia en la tribulación, abundancia en la pobreza, alimento en el ayuno, medicina en la enfermedad, y así lo tengan a él por encima de todas las cosas. Que nuestra Señora, la Inmaculada Virgen María, “la Esposa fiel”, brille siempre en el firmamento como su modelo de pureza y de fidelidad. Amén.

† Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo de Querétaro