HOMILÍA EN LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA CON MOTIVO DEL L ANIVERSARIO DE ORDENACIÓN SACERDOTAL DEL REV. P. FÉLIX ANDRADE ZAMUDIO

Capilla de teología del Seminario Conciliar de Querétaro, Qro., Col. Hércules, Santiago de Querétaro., a 08 de marzo de 2017.

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Muy estimados hermanos sacerdotes y diáconos,
Muy querido Padre  Félix Andrade Zamudio,
Queridos seminaristas,
Hermanos y hermanas todos en el Señor:

  1. Envueltos por el clima penitencial del santo tiempo de la Cuaresma, que nos encamina para la celebración anual del misterio central de nuestra fe, en la resurrección del Señor. Hacemos un espacio para detenernos y agradecer a Dios el gran don de su misericordia que nos ha dejado mediante el ministerio de los sacerdotes. En este día, queremos especialmente agradecer que hace 50 años el Sr. Obispo D. Alfonso Toriz Cobián, confirió este noble ministerio al Rev. P. Félix Andrade Zamudio. A quien saludamos y felicitamos con gozo y a quien le deseamos que la providencia de Dios, le conceda seguir cantando eternamente, sus misericordias. Dejar de celebrar el aniversario de la propia ordenación sacerdotal, en la vida de un sacerdote, sería imposible, pues ‘acción de gracias’ y ‘sacerdocio’, son don realidades estrechamente unidas entre sí. “Sólo un corazón agradecido puede celebrar dignamente la liturgia de la acción de gracias, la Eucaristía”.
  1. En esta feliz circunstancia, rodeados de todos los sentimientos y emociones que embargan esta feliz efeméride, la palabra de Dios nos exhorta para que sin distraernos mucho continuemos nuestra peregrinación cuaresmal. Con palabras firmes, el profeta Jonás nos narra su vocación (3, 1-10), con la intención de darnos a conocer que Dios se vale de personas muy concretas para mostrar su voluntad; sin embargo, antes de enviarles a la misión de manera muy particular atrae, seduce, cautiva trasforma a sus elegidos. Mas aún, les hace entrar en un serio periodo de conversión personal.
  1. La vocación de Jonás es muy interesante. Dios, preocupado por los problemas de Nínive, llama a su profeta y lo convoca para que vaya a la gran ciudad y proclame allí un mensaje de arrepentimiento (1,1-2). Pronto descubrimos que el problema de Dios no es Nínive, el problema es Jonás. El profeta de Israel que pretende ocultar la llamada de Dios y se escapa. Jonás recibe su vocación como enviado de Dios, sabe que Dios le llama para extender su mensaje entre los pueblos de la tierra. Es consciente que esa tarea es arriesgada y, al parecer, poco agradable. Prefiere negar su vocación, eludir el mandato de Dios y refugiarse en una tierra donde pueda estar tranquilo, sin más ocupación que preocuparse de sí mismo. Recordamos que Nínive era la capital del gran imperio asirio, rica y violenta. Dios quiere que su profeta, Jonás, vaya allí, por eso le llama. Dios le dice “levántate”, “vete”. Se supone que el profeta estaba sentado y quieto, afincado y seguro en su propia casa. A través de su llamada, Dios le pone en pie y le envía a través de un camino hacia el mundo (1,1-2). Pero a Jonás le nace el miedo. Le horroriza la misión de Dios y quiere borrar hasta el recuerdo de su encargo (1,3). La contraposición no puede ser más fuerte: Dios le dice que se levante para ir a Nínive. Jonás, en cambio, se levanta para huir.
  1. No es la única huida que aparece en la Biblia. Elías se escapó del conflicto para encontrase con Dios en la montaña. Los discípulos de Emaús (Lc 24,13-35) huían por desilusión y fracaso. Lo diferente es que Jonás empieza su tarea escapando. Esta huida de Jonás refleja un tema que podemos encontrar en toda historia vocacional, también en la nuestra. Siendo hermosa y creadora, la vocación acaba resultando, a veces, algo conflictivo. La llamada de Dios nos perturba, nos roe por dentro, nos quita la paz y nos estorba. Por eso, preferimos rechazarla. Podemos observar en Jonás su propia disputa vocacional interna. Luchan en su interior la Palabra de Dios que le llama y su propia palabra, el deseo de tranquilidad y vivir su vida a su antojo. También nosotros hemos experimentado este conflicto. Nos llama Dios y, al hacerlo, dentro de nosotros se produce una contradicción. Por eso, se necesita un tiempo de búsqueda, de discernimiento, de acompañamiento… para descubrir, acoger y gustar esa llamada de Dios.
  1. Jonás se pregunta, por qué debo ocuparme de los otros; por qué debo arriesgarme y arreglar temas ajenos. La misión me compromete, me introduce en situaciones que no he buscado, me desinstala, me hace correr riesgos. Al final, Jonás obedece, se pone en pie, asume su camino y llega a Nínive. Esta es la lucha de la vocación, una experiencia que puede parecer dura y, sin embargo, a su término, es consoladora, es más, es creadora.
  1. Quien hace el camino de Jonás puede llegar a conocer la voz de Dios desde el fondo del propio miedo, desde el interior de la angustia. Dios no llama sólo a la luz del claro día. Llama también desde la incoherencia del propio interior, en medio de mis miedos, inquietudes y agobios. Dios llama igualmente a las personas que parece que quieren huir y han tomado ya el último billete de un barco que les llevará lejos.
  1. No todos somos Jonás, es evidente. No hemos recorrido su camino tortuoso de evasión y miedo. Pero es muy posible que muchos sigamos de algún modo sus pasos. Es aquí donde podemos afirmar que la vocación es la persona. No hay tipos de vocación sino tipos de personas, itinerarios de búsqueda y descubrimiento de Dios.
  1. Querido padre Félix, usted como Jonás, un día también recibió la llamada de Dios para ser ministro de la reconciliación, de la penitencia y del arrepentimiento. No conocemos su historia personal ni las circunstancias en las cuales se dio la respuesta. De lo que si estamos seguros es que sin duda, Usted se dejó cautivar, seducir, transformar por el Señor al punto de estar en grado de responder a la llamada. Solo Usted conoce y lleva en su corazón el recuerdo de aquellos momentos  y del contexto en el cual se dio su llamada. Para nosotros lo más importante es saber que Usted le dijo al Señor que sí. Que estaba dispuesto a ser su misionero de la reconciliación, del arrepentimiento y de la penitencia. Durante estos cincuenta años Usted ha podido, en primer lugar, vivir un proceso de conversión, que le ha permitido perder el miedo y testimoniar la necesidad de volverse a Dios. Su trabajo, sea como vicario, párroco, en las parroquias de Santa María de Guadalupe, Pedro Escobedo; Santiago en Jalpan; Santa María de la Asunción, Tequisquiapan; San José, Pinal de Amoles; San Miguel Arcángel, Misión de Palmas; San Miguel Arcángel, Huimilpan; Nuestra Señora de Guadalupe, El Colorado; San Rafael Guizar y Valencia, Tlacote; Nuestra Señora de Guadalupe, La Estancias, SJR; la Santa Iglesia Catedral; además de ser capellán de las Religiosas Catequistas de María Santísima y de las Adoratrices Perpetuas Guadalupanas y Director espiritual en el Seminario en varios periodos. Es sin duda un baluarte de experiencia y sabiduría que hoy nos permite decir simplemente: “Gracias, Señor, porque así te ha perecido bien”. “Gracia, Señor, por tu bondad y tu amor”.
  1. Estimado Padre, siga mostrando su amor y su entrega al servicio de la reconciliación. nuestro mundo vive situaciones muy similares a las de Nínive, que su proceso de conversión, sea hoy para muchos, especialmente para estos jóvenes seminaristas, un ejemplo vivo de quien se deja amar, y trasformar por Dios.
  1. Le felicitamos Padre Félix por estos 50 años de vida sacerdotal, deseamos que este acontecimiento de gracia, nos permita a todos valorar cada vez más el ministerio sacerdotal y que como Jonás, no dudemos en estar dispuestos para colaborar en el ministerio de la conversión, del perdón y de la reconciliación, dando nuestro sincero y gozoso asentamiento a lo que el Señor nos pida, aún a través de los caminos misteriosos de su amor. Que la Santísima Virgen María de Guadalupe, siga intercediendo por Usted P. Félix y por todos los sacerdotes en esta Diócesis de Querétaro. Amén.

+ Faustino Armendáriz Jiménez

Obispo de Querétaro