HOMILÍA EN LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA CON MOTIVO DEL 281° ANIVERSARIO DE LA DEDICACIÓN DEL SANTUARIO DE NUESTRA SEÑORA DE EL PUEBLITO  

 

Santuario de Nuestra Señora de El Pueblito, El Pueblito Corregidora, Qro., 26 de febrero de 2017.

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Muy estimados padres franciscanos,

Queridos miembros de las diferentes corporaciones, mayordomos y tenanches de la Santísima Virgen de El Pueblito,

Hermanos y hermanas todos en el Señor.

  1. Con alegría y devoción nos hemos reunido en esta noche para celebrar nuestra fe en el Señor resucitado, al mismo tiempo que agradecer a Dios por el 281° aniversario del traslado solemne de la venerada imagen de Nuestra Señora de El Pueblito a este Santuario tan hermoso. Desde donde se dispensa para todos los hombres y mujeres de buena voluntad, los auxilios espirituales para poder vivir la vida cristiana por intercesión del amor maternal de la Santísima Virgen María a quien con tanto amor este pueblo venera, como reina y soberana. Sin duda que la fe, la tradición y la misma cultura no sería los mismo sin la presencia de la Santísima Virgen María. No dejen que el secularismo les robe este tesoro invaluable que los identifica, continúen trasmitiendo e inculcando su devoción a las nuevas generaciones, pero pongan mucho empreño en hacerlo con una fe sólida, que esté acompañada con el testimonio.
  1. Hoy la palabra de Dios que hemos escuchado en este día nos anima y nos impulsa a confiar siempre en la providencia divina. Continuando con la lectura del “Sermón de la Montaña”, que hemos venido escuchado en los domingos anteriores, san Mateo nos narra en este día la gran enseñanza de Jesús sobre la “Providencia” (Mt 6, 24-34). Una página del evangelio que ante la realidad económica y social de nuestro tiempo, pudiera considerarse poco creíble o más aún, motivo de hilaridad entre algunos.  San Mateo comienza diciendo que «nadie puede servir a dos amos, porque odiará a uno y amará a otro… No se puede servir a Dios y al dinero» (v. 24). No se trata aquí de una mera elección ética o de un asunto puramente de fe, sino de la orientación fundamental de la propia vida, con su correspondiente actuar: se nos exhorta a revisar críticamente nuestra vida hasta el presente, los intereses que rigen nuestras acciones y las metas de nuestra vida, y a decidirnos respecto a la cuestión de a qué señor  queremos servir para orientar nuestro modo de vivir y actuar hacia esa meta.
  1. Jesús advierte con la sentencia “Por eso les digo” (v. 25), que su enseñanza se sobrepone a los criterios meramente humanos. Pretende poner en evidencia que los discípulos suyos se han de caracterizar por confiar en la Providencia, inclusive en las cosas más esenciales y fundamentales del hombre como son: el sustento y el vestido. «Miren los pájaros del cielo —dice Jesús—: no siembran ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, su Padre celestial los alimenta… Fíjense cómo crecen los lirios del campo: no trabajan ni hilan. Y les digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos» (Mt 6, 26.28-29). No se trata de quedarse con los brazos cruzados y de no trabajar más, ni tampoco de llevar una vida inconsciente. Jesús nos alerta sobre la tentación de caer en el error de preocuparnos más por lo bienes materiales que por los espirituales. Cando anteponemos neutra adhesión al Señor y nuestra confianza a en él, Dios se ocupa incluso de las cosas perecederas, como la hierba, de modo que hasta la proverbial riqueza de Salomón no es nada en comparación con las flores del campo: si Dios no descuida nada, ¡cuánto más se ocupará de los seres humanos que ha creado a su imagen! La preocupación por lo perecedero es característica de una fe débil. Jesús hoy nos enseña que Dios, como Padre, conoce de ante mano nuestras necesidades, y por eso, podemos dirigirnos a él, pedirle nuestro pan cotidiano y vivir con pena confianza en Dios, que se ocupa de nosotros.
  1. Los creyentes no debemos sentirnos absorbidos por las preocupaciones de este mundo, porque eso evidencia una falta de fe; antes bien debemos ocuparnos en primer lugar del Reino de Dios y su justicia pues todo los demás nos será dado por añadidura
  1. Un corazón ocupado por el afán de poseer es un corazón lleno de este anhelo de poseer, pero vacío de Dios. En un corazón poseído por las riquezas, no hay mucho sitio para la fe: todo está ocupado por las riquezas, no hay sitio para la fe. Si, se deja a Dios el sitio que le corresponde, es decir, el primero, entonces su amor conduce a compartir también las riquezas, a ponerlas al servicio de proyectos de solidaridad y de desarrollo, como demuestran tantos ejemplos, incluso recientes, en la historia de la Iglesia. Y así la Providencia de Dios pasa a través de nuestro servicio a los demás, nuestro compartir con los demás. Quien cree en Dios, Padre lleno de amor por sus hijos, pone en primer lugar la búsqueda de su reino, de su voluntad. Y eso es precisamente lo contrario del fatalismo o de un ingenuo irenismo. La fe en la Providencia, de hecho, no exime de la ardua lucha por una vida digna, sino que libera de la preocupación por las cosas y del miedo del mañana.
  1. Quizá la injusticia, la desigualdad, la pobreza y el hambre de tantos y tantos nos interroguen y nos hagan pensar: ¿y entonces esto porque sucede? Lamentablemente, la respuesta es simple: la injusticia, la avaricia y la avidez de unos cuantos, ha mermado la oportunidad de muchos tantos.
  1. Que esta palabra nos permita tomar conciencia de la necesidad de compartir lo poco o mucho que tenemos con aquellos que poco o nada tienen. Así seremos signo e instrumento de la providencia del Padre.
  1. La Virgen María supo y entendió que abandonándose en las manos de Dios y confiando en su providencia, su vida estaba segura. Pidámosle a la Santísima Virgen María en su advocación de El Pueblito que nos enseñe a confiar cada día de nuestra vida en la providencia, que seamos abandonarnos en las manos de Dios y que como ella cada día le podamos decir “ Hágase, Señor tu voluntad”. Amén.

+Faustino Armendáriz Jiménez

Obispo de Querétaro