HOMILÍA EN EL XXIII ENCUENTRO NACIONAL DE VICARIOS Y DELEGADOS EPISCOPALES PARA LA VIDA CONSAGRADA.

Templo de la Santa Cruz de los Milagros, Santiago de Querétaro., Qro., a 09 de octubre de 2019, Año Jubilar Mariano.

Estimados Señores Obispos,

Queridos hermanos sacerdotes,

Estimados miembros de la Vida Consagrada,

Hermanos y hermanas todos en el Señor:

  1. Con júbilo y alegría nos reunimos en esta noche para celebrar nuestra fe, en el contexto del XXIII Encuentro Nacional de Vicarios y Delegados Episcopales para la Vida Consagrada, que bajo el lema: “Caminando con la Vida Consagrada con la Iglesia Pueblo”, pretende profundizar y reflexionar en la Identidad y Misión del Vicario Episcopal para la Vida Consagrada. Me complace poder saludarles en este día y expresar de manera personal, mi más cordial bienvenida. Saludo de manera muy particular a Mons. Julio César Salcedo Aquino, MJ, Obispo de Tlaxcala y Presidente de la Dimensión Episcopal para la Vida Consagrada (DIVIC), quien ayudado de la Comisión organizadora, ha preparado toda esta semana con gran entusiasmo, dedicación y entrega. Nuestra Diócesis de Querétaro, se complace de poder recibirles y colaborar para que lo frutos espirituales y formativos, redunden en bien de la Vida Consagrada en encuentro país.

  1. En este contexto, la palabra de Dios que acabamos de escuchar, especialmente en el evangelio tomado de San Lucas (11, 1-4), nos enseña que “la oración es uno de los pilares fundamentales en el Ser y Quehacer del Vicario Episcopal para la Vida Consagrada”. es tarea y compromiso de los Vicarios Episcopales tutelar para que la Vida Consagrada encuentre en la oración el camino para que cada consagrado y consagrada, redescubra la necesidad de recurrir constantemente la intimidad con Dios.

  1. El Evangelio de este día nos presenta a Jesús recogido en oración, un poco apartado de sus discípulos. Cuando concluyó, uno de ellos le dijo: «Señor, enséñanos a orar» (Lc 11, 1). Jesús no puso objeciones, ni habló de fórmulas extrañas o esotéricas, sino que, con mucha sencillez, dijo: «Cuando oren, digan: “Padre…”», y enseñó el Padre Nuestro (cf. Lc 11, 2-4), sacándolo de su propia oración, con la que se dirigía a Dios, su Padre. San Lucas nos transmite el Padre Nuestro en una forma más breve respecto a la del Evangelio de san Mateo, que ha entrado en el uso común. Comenta el Papa Benedicto XVXI: «Estamos ante las primeras palabras de la Sagrada Escritura que aprendemos desde niños. Se imprimen en la memoria, plasman nuestra vida, nos acompañan hasta el último aliento. Desvelan que «no somos plenamente hijos de Dios, sino que hemos de llegar a serlo más y más mediante nuestra comunión cada vez más profunda con Cristo. Ser hijos equivale a seguir a Jesús» (Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, Madrid 2007, p. 172).

  1. Al escuchar este evangelio y pensar en ustedes, recordé con alegría aquella carta pastoral que con ocasión del Año de la Vida Consagrada, escribí en 2014 a los consagrados y consagradas de esta Diócesis y que con agrado quiero en este día compartirles:

«Vivimos un ‘cambio de época’ que ha perdido quizá el sentido profundo de la transcendencia, “desplazando la fe a otro nivel –el de las realidades exclusivamente privadas y ultramundanas–” (cf. Benedicto XVI, Carta Encíclica Spe Salvi, n. 17). “El ‘cristianismo moderno’, ante los éxitos de la ciencia en la progresiva estructuración del mundo, se ha concentrado en gran parte sólo sobre el individuo y su salvación. Con esto ha reducido el horizonte de su esperanza y no ha reconocido tampoco suficientemente la grandeza de su cometido, si bien es importante lo que ha seguido haciendo para la formación del hombre y la atención de los débiles y de los que sufren” (cf. SS, n. 25). Hoy, como consagrados y consagradas, es necesario el replanteamiento de las actitudes, estructuras, y actividades pastorales en fidelidad a Cristo y al hombre contemporáneo, de tal manera que mostremos el verdadero espíritu de la ‘esperanza cristiana’». (Faustino Armendáriz Jiménez, Carta Pastoral, Vida Consagrada: memoria, desafío y profecía, 24 de noviembre de 2014, n. 25).

«Todo esto no sería posible sin la ayuda de la gracia y de la comunión íntima con Dios en la oración personal y comunitaria. Es necesario que como consagrados y consagradas “ante todo busquen y amen a Dios, que nos amó a nosotros primero, y procuren con afán fomentar en todas las ocasiones la vida escondida con Cristo en Dios, de donde brota y cobra vigor el amor del prójimo en orden a la salvación del mundo y a la edificación de la Iglesia” (PC, n. 6). Una oración, inspirada en la Palabra de Dios y en la liturgia de la Iglesia, especialmente en la Eucaristía y en Liturgia de las Horas.  En este sentido, la vivencia de los consejos evangélicos “se convierte en ‘exégesis viva’ de la Palabra de Dios”. (cf. Exhort. Apost. Post. Verbum Domini, n. 83). Solo así se entiende que sus padres fundadores y madres fundadoras hayan asimilado el carisma que dio origen a su comunidad.  Pues como agrega la Exhortación sobre la Palabra de Dios en la Vida y en la Misión de la Iglesia Verbum Domini: “El Espíritu Santo, en virtud del cual se ha escrito la Biblia, es el mismo que «ha iluminado con luz nueva la Palabra de Dios a los fundadores y fundadoras. De ella ha brotado cada carisma y de ella quiere ser expresión cada regla», dando origen a itinerarios de vida cristiana marcados por la radicalidad evangélica” (cf. VD, 83). Recuerdo con alegría que el Papa Francisco en la Visita Ad Limina Apostolorum nos dijo a los obispos: “Trasciendan en la oración ¡No dejen la oración!, no dejen ese negociar con Dios del Obispo por su pueblo. No lo dejen” (cf. Francisco, Discurso a los Obispos Mexicanos en Visita Ad Limina Apostolorum, 19 de mayo de 2014). Hoy les digo a ustedes, repitiendo el mismo consejo del Papa: Trasciendan en la oración. ¡No dejen la oración! No dejen ese negociar con Dios del consagrado o consagrada por su pueblo. No lo dejen!» (Faustino Armendáriz Jiménez, Carta Pastoral, Vida Consagrada: memoria, desafío y profecía, 24 de noviembre de 2014, n. 21).

  1. Hermanos y hermanas, pidamos a Dios que nos regale la sana curiosidad y que como los discípulos de Jesús, también nosotros repitamos esta súplica al Señor: “Señor, enséñanos a orar”. Conscientes que La oración es el primer y principal «instrumento de trabajo» que tenemos en nuestras manos! Insistir a Dios no sirve para convencerle, sino para reforzar nuestra fe y nuestra paciencia, es decir, nuestra capacidad de luchar junto a Dios por cosas realmente importantes y necesarias. En la oración somos dos: Dios y yo luchando juntos por las cosas importantes.

  1. Que nuestra Señora de los Dolores de Soriano, de quien en eta Diócesis celebramos el Año Jubilar Mariano, nos anime y con su ejemplo de mujer orante al pie de la Cruz, nos impulse para ser verdaderamente hombres y mujeres de oración. Amén.

+ Faustino Armendáriz Jiménez

Administrador Diocesano de Querétaro y

Arzobispo Electo de Durango