Homilía en el IV Centenario de la presencia de los Frayles Carmelitas en Querétaro

Templo de Nuestra Señora del Carmen, Santiago de Querétaro., Qro., 27 de Octubre de 2014

 

Queridos hermanos sacerdotes,
queridos miembros de la vida consagrada,
hermanos laicos miembros de las Cofradías y Asociaciones de la Virgen del Carmen,
hermanos y hermanas todos en el Señor:

 

1. Con alegría nos reunimos en esta tarde para celebrar esta Santa Misa en la cual agradecemos a Dios el IV centenario de la presencia carmelitana en tierras queretanas, haciendo presente el Reino de Dios y llevando el mensaje del evangelio al corazón y a la vida de muchas personas bajo el espíritu y el carisma del Carmelo. Me complace poder saludar a cada uno de ustedes en esta feliz ocasión, en especial al Rev. Padre Provincial de la Orden de los Carmelitas Fray Ricardo Pérez Enríquez, OCD. Al Padre Fray Agustín Mendoza Negrete, OCD, Superior y responsable de la comunidad aquí en Querétaro. A todos ustedes los aquí presentes la gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y de Jesucristo, el Señor.

2. Estar reunidos en esta Santa Misa, agradeciendo a Dios todos sus beneficios, es sin duda un signo de la Providencia divina, que ha estado grande con nosotros y con nuestros antepasados a lo largo de cuatro centurias; pues sin duda que  a pesar de las vicisitudes históricas, sociales, políticas y culturales,  por la que los frailes carmelitas, las cofradías y los seguidores de Jesús bajo la regla del Carmelo, han tenido que pasar en estos cuatrocientos años, el carisma sigue siendo para las jóvenes generaciones una oportunidad viable de vivir el evangelio y el seguimiento de Cristo. Estamos seguros que Dios, ha querido y sigue queriendo esto para su Iglesia. Pues reconocemos que la Santísima Virgen María del Monte Carmelo es la principal protectora y defensora se la obra de su Hijo entre nosotros.

3. Dios ha querido que el celo apostólico de los 12 misioneros venidos de España, movidos por el amor a Jesucristo y a la Santísima Virgen María, se propagase hasta nuestros días  y el mensaje del evangelio, fuese hasta nuestros días una oportunidad de vida, buscando la promoción humana y espiritual de los hombres y mujeres en estas tierras queretanas. Sin embargo, ante los desafíos apócales, la crisis humanitaria, donde los valores que fundamentan la vida y la existencia, se han visto trastocados y puestos bajo el tamiz de la duda y la desconfianza, quizá las fuerzas y los bríos se han visto minados por la incertidumbre y el desencanto y, necesitamos detenernos un momento para renovar nuestro deseo de seguir evangelizando y dar respuesta a las grandes interrogantes de la familia humana.

4. Es en este contexto de celebración que la Palabra de Dios que se ha proclamado quiere hablarnos al corazón y reavivar la Esperanza. Especialmente en la página del evangelio según san Juan donde se narra el relato de Jesús con la “mujer samaritana” en el pozo de Jacob (4, 5-15ª). Donde se nos muestra a Jesús como el agua viva, capaz de saciar la sed del corazón de todo aquel que beba de él. Él es el nuevo Moisés, él mismo es la roca que da la vida. Al igual que en el sermón sobre el pan, donde se presenta a sí mismo como el verdadero pan venido del cielo, aquí —Jesús— se presenta como el agua viva a la que tiende la sed más profunda del hombre, la sed de vida, “vida en abundancia” (Jn 10, 10): una vida no condicionada ya  por la necesidad que ha de ser continuamente satisfecha, sino que brota por sí misma  desde el interior. Jesús responde también a la pregunta ¿Cómo se llega hasta la fuente  y se toma el agua? “el que cree en mí…” La fe en Jesús es el modo en que se bebe el agua viva, en que se bebe la vida que ya no está amenazada por la muerte

5. Queridos hermanos y hermanas, “Hoy son muchos los pozos que se ofrecen a la sed del hombre pero conviene hacer un buen discernimiento para evitar aguas contaminadas. Es urgente orientar bien la búsqueda, para evitar caer en desilusiones que puedan ser ruinosas. Como Jesús, en el pozo de Sicar, también la Iglesia siente el deber de sentarse junto a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, para hacer presente al Señor en sus vidas, de modo que puedan encontrarlo, porque sólo su Espíritu es el agua que da la vida verdadera y eterna. Sólo Jesús es capaz de leer hasta lo más profundo del corazón y desvelarnos nuestra verdad: “Me ha dicho todo lo que he hecho”, cuenta la mujer a sus vecinos. Esta palabra de anuncio —a la que se une la pregunta que abre a la fe: “¿Será Él el Cristo?”— muestra que quien ha recibido la vida nueva del encuentro con Jesús, a su vez no puede hacer menos que convertirse en anunciador de verdad y esperanza para con los demás. La pecadora convertida se convierte en mensajera de salvación y conduce a toda la ciudad hacia Jesús. De la acogida del testimonio la gente pasará después a la experiencia directa del encuentro: “Ya no creemos por lo que tú has dicho; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es verdaderamente el Salvador del mundo” (cf. Mensaje final Sínodo de los Obispo sobre la Nueva Evangelización, n. 1). La Iglesia, —que somos cada uno de los bautizados—  necesita escuchar las necesidades del hombre y ofrecerles el mensaje del evangelio. necesita purificar los oídos y escuchar atentamente  lo que por un lado el pueblo dice y por otro lado lo que Dios a ellos quiere comunicar.

6. Me siento realmente conmovido, pues no hay mejor manera de celebrar este aniversario que escuchando este mensaje de la palabra de Dios, donde Jesús nos recuerda la identidad misma de la Iglesia, a la cual cada uno de nosotros pertenecemos y de la cual cada uno de nosotros estamos llamados a dar razón e nuestra esperanza. Celebrar estos cuatrocientos años de vida en Querétaro, es una oportunidad muy hermosa de sentarnos junto al pozo y escuchar las necesidades y dolencias del pueblo que lo tienen hundido en la desolación y en la inanición. Al mismo tiempo que ofrecerles a Jesucristo, “Agua viva” “Sabiduría del Padre”, de manera que como decía la primera lectura (Eclo 24, 20), “los que la beban jamás tengan sed”.

7. En este sentido, los dos grandes santos reformadores del Carmelo San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús, nos animan con su vida y con sus escritos para disfrutar del agua viva que es Jesucristo. Teresa la propone a través de un intenso programa de vida contemplativa al servicio de la Iglesia, cuya base son las virtudes evangélicas y la oración. Santa Teresa propone las virtudes evangélicas como base de toda la vida cristiana y humana: en particular, el desapego de los bienes o pobreza evangélica, y esto nos atañe a todos; el amor mutuo como elemento esencial de la vida comunitaria y social; la humildad como amor a la verdad; la determinación como fruto de la audacia cristiana; la esperanza teologal, que describe como sed de agua viva. Sin olvidar las virtudes humanas: afabilidad, veracidad, modestia, amabilidad, alegría, cultura. San Juan de la Cruz, en su Cántico espiritual, presenta el camino de purificación del alma, es decir, la progresiva posesión gozosa de Dios, hasta que el alma llega a sentir que ama a Dios con el mismo amor con el cual es amada por él. En su Llama de amor viva prosigue en esta perspectiva, describiendo más detalladamente el estado de unión transformador con Dios. La comparación que utiliza Juan siempre es la del fuego: igual que el fuego, que cuanto más arde y consume la madera, más incandescente se hace hasta convertirse en llama, así el Espíritu Santo, que durante la noche oscura purifica y «limpia» el alma, con el tiempo la ilumina y la calienta como si fuera una llama. La vida del alma es una continua fiesta del Espíritu Santo, que deja entrever la gloria de la unión con Dios en la eternidad.

8. Hermanos y hermanas, estas indicaciones sobre las obras principales del santo nos ayudan a acercarnos a los puntos más destacados de su vasta y profunda doctrina mística, cuyo objetivo es describir un camino seguro para alcanzar la santidad, el estado de perfección al cual Dios nos llama a todos. Dejemos que sea el amor al evangelio y el testimonio de los santos el camino para continuar con la tarea evangelizadora que el Carmel realiza en estas tierras queretanas. dejemos que los grupos juveniles, tengan la oportunidad de decirle al Señor “señor danos de esa agua”. Dejemos que las pequeñas comunidades, movimientos y asociaciones que viven su vida cristiana bajo el cobijo del Carmelo se nutran cada día en Cristo Jesús.

9. Muchas felicidades a todos ustedes miembros de la vida consagrada y miembros del apostolado seglar, que esta celebración jubilar, sea un fuerte impulso para renovar nuestra esperanza.

10.  Que la maternal intercesión de la Santísima Virgen María del Carmen, nos ayude para que podamos llegar todos juntos hasta el monte de la perfección que es Cristo.  Amén.

† Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo de Querétaro