Homilía de Don Mario de Gasperín en su Consagración Episcopal

Tuxpan, Ver., 4 de Agosto de 1983

 

Hermanos:

Bendito sea Dios, Padre nuestro Señor Jesucristo, que en Cristo sacerdote y supremo pastor de nuestras vidas, me ha elegido y  consagrado con el óleo que lleva su nombre, el Santo Crisma, para configurarme a él en el grado del episcopado  y ser así, desde este momento, el maestro,  el gran sacerdote y el pastor de esta porción de su pueblo que peregrina en esta región de Tuxpan.

Bendito sea Dios también, hermanos, porque en la persona del Papa Juan Pablo Segundo, nos ha dejado un pastor visible y universal, que en nombre de su Hijo Jesucristo rige y gobierna con mano firme y mirada serena, a su santa Iglesia Católica, y que con su visita a nuestra patria, vino a conformar nuestra fe, a alentar nuestra esperanza y a vigorizar nuestra caridad, y que ahora está aquí representado dignamente por el excelentísimo Señor Delegado Apostólico Don Jerónimo Prigione quien se ha dignado conferirme, en comunión con los demás obispos, el sacramento del orden episcopal. Por su santidad el Papa Juan Pablo Segundo y por su digno representante entre nosotros el Señor Delegado Apostólico, bendito sea por siempre el Señor.

Quiero también dar gracias y bendecir al Señor por los pastores que han tenido a bien conceder a su pueblo en los últimos tiempos esta tierra veracruzana: Por su santo Siervo monseñor Rafael Guizar y Valencia, misionera y evangelizador de Veracruz; por mis Obispos Manuel Pío y Emilio Abascal que viven ahora en la Casa del Señor por años sin término; por mi obispo metropolitano: amigo, hermano y padre, monseñor Sergio Obeso; por los hermanos Obispos que se han dignado acompañarme en este hermoso gesto de fraternidad colegial apostólica; y que Dios sea mil veces bendito por quien fue mi padre en la fe en las aguas bautismales, mi vocador al sacerdocio allá en Córdoba y ahora mi venerable predecesor como primer Obispo de Tuxpan, monseñor Ignacio Lehonor Arroyo, para quien pido un aplauso y la bendición del Señor de todo corazón.

Doy también gracias al Señor y bendigo su nombre por los hermanos sacerdotes del presbiterio de Xalapa, especialmente por los del decanato de la ciudad episcopal, con quienes compartí por muchos años  las fatigas de la predicación del Evangelio y de la renovación de la vida parroquial.

Y mucho tengo que bendecir  al Señor por las dos comunidades parroquiales a quienes tuve el honor de servir: A los fieles de la Parroquia de San Antonio de Padua en Xalapa con quienes, durante catorce años, compartía alegrías y dolores por la edificación de la Casa de Dios desde sus piedras materiales hasta las ahora piedras vivas y espirituales que forman esa comunidad cristiana. Y a los fieles de la Parroquia de San José, a quienes aprendí a querer y apreciar por su fe recia, añosa y generosa durante un escaso año que estuve con ellos. Por haberlos conocido y compartido su fe, Dios sea bendito en ustedes fieles de San Antonio y de San José.

Y bendigo también a Dios por Modesto y Margarita, mis padres; y por Graciela, Hugo, Ramiro, Rubén, Rodolfo, Gino y Rafael, mis hermanos. Gracias por su fe, su apoyo y comprensión.

Y AHORA, Señor Dios de nuestros Padres, que llamaste a Abraham de Ur de los caldeos y le prometiste hacerlo padre de una descendencia tan numerosa como las estrellas del cielo y las arenas del mar; que mandaste a Moisés abandonar la casa del faraón e ir al encuentro de sus hermanos y llevarlos por el desierto rumbo a la libertad; que mandaste a Josué introducir a tu pueblo en la tierra prometida…… TE BENDIGO porque me has mandado dejar mi tierra, mi diócesis, mi presbiterio, mi decanato, mi parroquia, mis conocidos para ponerme al frente de este pueblo tuyo que peregrina hacia Ti en esta región de Tuxpan y que ahora son mi pueblo y mi herencia, mi presbiterio y mi diócesis, mi familia y mi tierra de promisión a quienes vengo a servir en nombre del Obispo Jesucristo como Maestro, Pontífice y Pastor.

Hermanos Sacerdotes del Presbiterio de Tuxpan. Hermanas Religiosas. Apóstoles laicos y fieles todos que han  venido de las diversas parroquias de esta diócesis: Desde ahora, no por voluntad de la carne ni de la sangre, sino de Dios, expresada en el sacramento del orden episcopal y por la comunión apostólica, soy su Obispo. Ruego al Señor por mí y los bendigo de todo corazón en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

† Mario de Gasperín Gasperín