Editorial: Celebrar el don de la vida

¿Cuántos años necesitaríamos para llegar a ser plenamente felices? Si se nos hiciera esta pregunta seguramente entraríamos en un ambiente de reflexión profunda, pues implicaría responder a una serie de interrogantes: ¿quién soy yo?, ¿de dónde vengo?, ¿a dónde voy?, ¿qué puedo conocer?, ¿qué debe hacer?, ¿qué es la felicidad?, ¿qué es el ser humano?, ¿quién es el otro?, etc. No todos tenemos la oportunidad ni la capacidad para entrar en profundidad a meditar estas cuestiones, por lo tanto, son los otros quienes nos ayudan a pensar las respuestas, y sobre todo a dar una respuesta no sólo teórica, sino sobre todo práctica: es el amor de los otros quien me explica que soy digno de ser amado, y no precisamente porque lo merezca, sino porque los otros me comprenden como un don; sí, soy un don para mis padres, mis hermanos, amigos, etc. Lo mismo ellos para mí.

Cuando la vida de una persona se ve amenazada por la enfermedad, sobre todo a temprana edad, surgen cuestiones aparentemente imposibles de comprender: ¿porqué a mí?, ¿porqué de este modo?, ¿porqué ahora?, simplemente ¿porqué?.
Esta semana que termina nuestro Sr. Obispo, Don Faustino Armendáriz Jiménez celebró una Misa en acción de gracias por el don de la vida para 14 jovencitas y un joven, que cumplieron 15 años de vida. Lo peculiar es que todos son enfermos crónicos, son pacientes del Hospital de Especialidades del Niño y la Mujer, incluso se temía que algunos no llegaran al día previsto para la celebración. Todos llegaron. Son enfermos en etapa terminal y todos estaban llenos de alegría y esperanza; sí aún en medio del dolor físico y sufrimiento moral todos dieron gracias a Dios por el don de la vida llenos de fe; ésta es la clave y secreto para enfrentar la vida así como viene, con sus penas y alegrías, sus fatigas y angustias, los momentos de felicidad.

Cuando sientas que estás al límite de la resistencia por tus problemas, acércate a un enfermo que tenga fe y podrás encontrar luz y fuerza para continuar viviendo no sólo “arrastrando la cobija”, sino lleno de gratitud y emoción por ese don que sólo Dios puede dar: la vida. Así sabremos que lo más importante no es la cantidad, sino el sentido que demos a los años que Dios nos conceda.

A propósito ¿qué hacemos por los enfermos con verdaderos problemas? No podemos obligar a nadie a que se acerque a nosotros; nosotros podemos acercarnos libremente y llenos de alegría a un número sin fin de personas que nos necesitan. Recordemos, el prójimo no es aquél que espera mi ayuda, el Señor Jesús dijo cuando le preguntaron que prójimo soy yo cuando me acerco a alguien que me necesita.

Publicado en el periódico «Diócesis de Querétaro» del 31 de agosto de 2014