Consagración en el Ordo Virginum

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El domingo 23 de junio, el Sr. Obispo D. Faustino Armendáriz Jiménez visitó el Santuario de la Preciosa Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, en San Juan Dehedó, Amealco, para celebrar la Eucaristía y presidir el rito solemne de consagración de la hermana Elena Olvera Morales, como Virgen Consagrada y ser constituida como persona sagrada, signo trascendente del amor de la Iglesia por Cristo e imagen escatológica de la esposa celestial y de la vida futura.

Dios derrama su gracia sobre la Diócesis de Querétaro al consagrar la vida de una de sus hijas, ella fue llamada por el Sr. Obispo Don Faustino, en la homilía valoró el don de la virginidad y del servicio, e invitó a los fieles a tomar conciencia de que por el bautismo todos somos llamados a permanecer unidos a Jesucristo y ser misioneros en el propio ambiente.

El Obispo y la virgen, realizaron el diálogo de aceptación y manifestación del deseo libre de consagración. La asamblea recitó las letanías de los santos, el Pastor Diocesano elevó a Dios la oración consecratoria para que la hermana, todo lo tenga en Dios a quien ha elegido sobre todas las cosas.

El rito concluye con la entrega del velo, símbolo de consagración; el anillo, signo de fidelidad; el libro del oficio divino como herramienta de oración y cantar de sus maravillas. Para terminar cantando la antífona: “Estoy desposada con Aquel a quien sirven los ángeles, cuya belleza envidian el sol y la luna”.

Desde la naciente Iglesia primitiva surgieron mujeres generosas que sintieron el llamado de servir a la comunidad y con el deseo de consagrar su virginidad a Dios y «seguir a Cristo más íntimamente», sin otro interés que el de estar unidas al Señor y hacer el bien con caridad al que necesita y sufre. Aceptan radicalmente la invitación de Jesucristo y dejándolo todo aunque nada material posean, para renunciar a sí mismas, a obedecer con eficacia, a ser pobres, libres de todo interés económico y sentir con gozo la providencia de Dios que da lo necesario y procura al que sirve sin esperar paga o recompensa. Ellas renuncian a todos los hombres como las casadas, y aun a ese que las esposas escogieron para formar una familia, su capacidad de amar es tan grande que amando, dando la vida cada día, su amor crece y comparte a plenitud los mismos sentimientos de Jesucristo ante el enfermo y pecador.

Consagradas para Dios y fermento en el mundo, oran recitando el oficio divino, se entregan a las obras de penitencia, de misericordia y apostolado, son reconocidas por la Iglesia, y valoradas por la comunidad de fieles, el obispo diocesano es quien las recibe para consagrarse después de una preparación adecuada, han de ser maduras en lo humano y en lo cristiano, con el deseo firme de entregar la vida totalmente. No viven juntas, pero comparten en unidad los gozos y penas como hermanas entre sí.

Desde la fe, todo sacrificio se entiende y aprecia, el que ve con fe es como el que ve al cielo y se da cuenta que hay animales que vuelan, mientras que los que cada vez miran más al suelo, siguen creyendo que todos los animales son iguales. La vida consagrada a Dios, siempre para los del mundo es un absurdo y una burla, más cada persona consagrada es un monumento vivo a la misericordia de Dios.
En nuestra Diócesis vive la hermana Marilú Loyda Benítez, primera virgen consagrada de México y de Latinoamérica, con ella son nueve las Vírgenes Consagradas en el “Ordo Virginum”, cada una de ellas colabora según sus capacidades en tareas de catequesis, radio, medicina, servicios diocesanos, atención a enfermos etc.