Carta Pastoral Nº 2: La Parroquia comunidad de fe y de culto al servicio de la comunión

Al Presbiterio Diocesano,
a los miembros de la Vida Consagrada,
a todos los Fieles Laicos de la Diócesis de Querétaro:

 

Salud, paz y bendición en el Señor Jesucristo.

1.   Durante la celebración de la IV Asamblea General Diocesana con ocasión de nuestro Plan de Pastoral y dentro del proceso del mismo, nos hemos propuesto estudiar en común el tema de la Parroquia, o sea, de “la misma Iglesia que vive entre las casas de sus hijos y de sus hijas” (CFL 26), de esa “fuente del pueblo” donde todos van a beber y a calmar su sed espiritual, de la cual les hablé brevemente en mi primera carta pastoral. Ahora me propongo tratar de esta realidad teológica que es la Parroquia de una manera más amplia en esta segunda carta pastoral, de modo que todos tengan una guía en los Consejos Parroquiales y en los diversos grupos Apostólicos.

El texto de la Sagrada Escritura que aquí les transcribo, y que quiere ser inspiración y guía de nuestra reflexión, nos presenta, en la palabra autorizada de san Pablo y de sus compañeros de apostolado, a la comunidad cristiana de Tesalónica, que, por su fe activa, por su caridad esforzaday por su esperanza perseverante se ha convertido en modelo y ejemplo para las demás Iglesias y, por lo tanto también para nuestras comunidades parroquiales. El estilo de vida de los cristianos de Tesalónica ha venido a convertirse en un anuncio vibrante del Evangelio, más aún, ellos mismos son como el Evangelio vivo de Dios en el mundo pagano. Esto trae consigo fatigas y persecuciones, pero la presencia del Resucitado y su retorno glorioso los hace perseverar en esta esperanza llenos de alegría. Viven una “espirituali- dad de resistencia” con la fuerza, el gozo y la paz que da el Espíritu Santo.

“Pablo, Silvano y Timoteo, a los que en Tesalónica forman la Iglesia de Dios Padre y del Señor Jesucristo: les deseamos gracia y paz”.

Continuamente damos gracias a Dios por todos ustedes al encomendarlos en nuestras oraciones, recordando sin cesar ante Dios Nuestro Padre su fe activa, su caridad esforzada y su esperanza perseverante en Nuestro Señor Jesucristo.

Sabemos, hermanos amados por Dios, que él los ha elegido, porque el Evangelio que anunciamos no se quedó para ustedes en palabras, resultó además una fuerza exuberante del Espíritu Santo; tal fue  nuestra actuación entre ustedes, como saben, para su bien.

Por su parte siguieron nuestro ejemplo y el del Señor: a pesar de tantas dificultades, acogieron el mensaje con la alegría del Espíritu Santo, convirtiéndose en modelo para todos los creyentes de Macedonia y Grecia. Porque desde su comunidad ha resonado el mensaje del Señor, no solamente en Macedonia y Grecia; en todas partes su fe en Dios ha corrido de boca en boca, de modo que nosotros no necesitamos hablar para nada; ellos mismos, hablando de nosotros, cuentan qué recibimiento nos hicieron ustedes, cómo abandonando los ídolos para servir al Dios vivo y verdadero, y aguardar la vuelta desde el cielo de su Hijo, al que resucitó de la muerte, de Jesús, el que nos libra del castigo que viene (1 Ts 1, 1-10).

 

2. DESCRIPCIÓN:

La palabra “parroquia” significa vivir juntos, vivir en comunidad, como en una gran vecindad donde todos se conocen y tratan.  Pero también significa vivir como extranjeros, como quien esta de paso, pues “habitando en el cuerpo, vivimos en el exilio lejos del Señor”, y el deseo de todo cristiano debe ser “ir a domiciliarse junto al Señor” (2 Co 5, 6.8). La parroquia, pues, tiene un elemento permanente, una estructura estable y, al mismo tiempo, un elemento dinámico, cambiante que responde a nuestra condición de peregrinos. La parroquia es, pues, como la Casa de Dios entre los hombres para que un día los hombres lleguemos a habitar en la Casa del Señor para siempre en el cielo.

 

3. NECESIDAD:

Sobre la necesidad de la parroquia, el Concilio se expresa así: “Como no le es posible al Obispo, siempre y en todas partes, presidir personalmente en su Iglesia a toda la grey, debe por necesidad erigir diversas comunidades de fieles. Entre ellas sobresalen las parroquias, distribuidas localmente bajo un pastor que hace las veces de obispo, ya que de alguna manera representan a la Iglesia visible establecida por todo el mundo” (SC 42). Y el Código de Derecho Canónico la describe como “una determinada comunidad de fieles constituida de modo estable en la iglesia particular, cuya cura pastoral, bajo la autoridad del Obispo diocesano, se encomienda a un párroco, como su pastor propio” (CIC c. 515, §1).

 

4. ELEMENTOS:

a)   Por una parte, la parroquia responde a una necesidad práctica: la mejor atención de los fieles que, ordinariamente, el Obispo no puede hacer personalmente. Esta atención o cura pastoral la reciben los fieles por medio del Párroco, su pastor propio, quien actúa en nombre y con la autoridad del Obispo. La parroquia es, pues, como una célula del cuerpo eclesial, o sea, de la diócesis.

b)   Aunque las parroquias ordinariamente tengan un territorio propio no es esto lo principal, sino “la comunidad de fieles”; de allí que toda parroquia deba de ser una verdadera y auténtica comunidad, integrada por otras comunidades menores, pero todas en comunión con ella.

c)   La parroquia, al ser célula viva de la diócesis o iglesia particular, “representa en cierto modo a la Iglesia visible establecida en toda la tierra”, es decir, actualiza, como dice el Papa, “el misterio mismo de la Iglesia presente y operante en ella” (CFL 26). Esto es posible porque está en comunión con el Obispo y porque la parroquia celebra la Eucaristía, que es la que edifica a la Iglesia, al mismo tiempo que cuenta con todos los elementos necesarios para la salvación.

 

5. ACTUALIDAD DE LA PARROQUIA:

Con palabras del Papa Pablo VI podemos decir “que la antigua y venerada estructura de la parroquia tiene una misión indispensable y de gran actualidad; a ella corresponde crear la primera comunidad del pueblo cristiano; iniciar y congregar al pueblo en la normal expresión de la vida litúrgica; conservar y reanimar la fe en la gente de hoy; suministrarle la doctrina salvadora de Cristo; practicar en el sentimiento y en las obras la caridad sencilla de las obras buenas y fraternas” (CFL 26). La Parroquia, pues, es una comunidad de fe, una comunidad de culto y una comunidad de servicio o comunión.

 

6. LA PARROQUIA, COMUNIDAD DE FE:

La legislación de la Iglesia establece que una de las funciones “encomendadas especialmente al párroco es la administración del bautismo” (CIC c. 530, 1°), sacramento que no da la fe; además corresponde al párroco el grave deber de procurar que la Palabra de Dios se anuncie en su integridad a quienes viven en su parroquia, de forma que “los fieles laicos sean adoctrinados en las verdades de la fe, sobre todo mediante la homilía… y la formación catequética” (CIC c. 528). Si la misión y gloria más grande de la Iglesia es evangelizar, la parroquia debe ser primordialmente un centro evangelizador y, por tanto, comunidad de fe donde ésta se recibe, se vive y transmite a los demás.

Para cumplir con este deber los fieles lacios “pueden ser llamados a cooperar con el obispo y con los presbíteros en el ejercicio del ministerio de la palabra” (CIC c. 759) según las normas establecidas por la Iglesia; por eso la legislación eclesiástica ha instituido diversos ministerios y servicios como son los de lector, acólito, catequista, celebrador de la Palabra, etc. Todo esto recibe su apoyo en el derecho y deber que concierne a los fieles laicos de ser testigos del Evangelio en el mundo con su palabra y ejemplo en virtud de su bautismo y confirmación.

De hecho no debería de haber ninguna comunidad dentro de la parroquia que careciera de la necesaria instrucción, de la catequesis y de la celebración de la Palabra en ausencia de presbítero los domingos y días festivos. No olvidemos también la riqueza espiritual que ofrece la Iglesia a todos sus fieles en la celebración de la Liturgia de las Horas.

 

7. LA PARROQUIA, COMUNIDAD DE CULTO:

La salvación que la Palabra proclama tiene su cumplimiento y realización en la sagrada liturgia, particularmente en la celebración de los sacramentos, que encuentran como su prolongación en las fiestas y ritos de la piedad popular. La parroquia debe ser una comunidad celebrativa: “Dichoso el pueblo que sabe alabarte”, dice un salmo. En la liturgia se une armónicamente el culto que Dios merece y que debemos de tributarle, con la santificación que el hombre necesita para salvarse.

Aunque se suele decir que es el sacerdote quien “celebra la misa”, la verdad es que quien celebra los misterios santos es toda la comunidad, desempeñando cada uno su oficio según su propia condición. La celebración de los sacramentos debe reflejar la variedad de funciones, servicios y ministerios con que Cristo ha enriquecido a su esposa, la Iglesia, como son el oficio de lector, de acólito, el coro, el salmista, etc.

Como la liturgia no agota la vida cristiana, la Iglesia acoge y aprueba otros medios de santificación y alabanza a Dios, a la Virgen o a sus Santos que suelen llamarse “religiosidad o piedad popular”. Todas estas prácticas, en cuanto contienen implícita la Palabra de Dios y no contradicen la fe de la Iglesia, pueden ser de gran provecho espiritual para los fieles. Todos los actos de la religiosidad popular deben constantemente ser confrontados y purificados con la luz de la Palabra de Dios, porque nunca desaparece la tentación de añadirles nuestros propios gustos e intereses.

Es del todo necesario que la parroquia sea una comunidad celebrativa, donde se recobre el sentido cristiano del domingo y de las fiestas purificándoles de muchos elementos paganos y anticristianos que el descuido, los medios de comunicación y el comercio les han añadido.

 

8. LA PARROQUIA, AL SERVICIO DE LA COMUNIÓN:

“La parroquia, comunidad de comunidades y movimientos, acoge las angustias y esperanzas de los hombres, anima y orienta la comunión, participación y misión”, dice el Documento de Santo Domingo (58).

a)    En primer lugar, la parroquia debe de estar en comunión con la diócesis en la persona del Obispo, sucesor de los Apóstoles, con los movimientos apostólicos, planes e instituciones diocesanas y con las demás parroquias mediante el presbiterio y el decanato; al mismo tiempo, la parroquia debe de ser solidaria y estar abierta a la Iglesia universal mediante su adhesión al Papa y al compromiso misionero. “La parroquia, dice el Papa, abierta a todas las personas, está llamada a dar a conocer a Jesús a todo hombre que los busque y a llevar a todos por el camino de su Evangelio” (25 abril 1992), pues “sólo haciéndose misionera podrá la comunidad cristiana superar las divisiones y tensiones internas y recobrar su unidad y vigor de fe” (RM 49).

b)   Si la parroquia es una “comunidad de comunidades”, debe asumirlas y establecer con todas ellas lazos afectivos y efectivos de comunión con las capillas, capellanías, diaconías, instituciones educativas católicas, comunidades eclesiales y órdenes o congregaciones religiosas existentes en su territorio. “La parro- quia, dice el Concilio, ofrece un ejemplo luminoso de apostolado comunitario, fundiendo en la unidad todas las diferencias humanas que allí se dan e insertándolas en la universalidad de la Iglesia” (AA 10). El párroco está llamado a hacer de su parroquia “una fraternidad animada por el Espíritu de unidad” (SD 58), un “animador de comunidades, atento a discernir los signos de los tiempos con su pueblo” (DP 653).

c)   La dimensión de nuestras parroquias y la heterogeneidad de ambientes hace que se recomiende su sectorización teniendo en cuenta las colonias, barrios, y “mediante pequeñas comunidades eclesiales en las que aparezca la responsabilidad de los fieles laicos” (SD 60). En este campo son las parroquias urbanas las que presentan nuevos y urgentes retos a la evangelización, pues el ritmo de la vida moderna pone en crisis los esquemas y criterios pastorales de la parroquia tradicional (cf SD 59-60). La legislación de la Iglesia ofrece en este sentido amplias posibilidades.

 

9. REFLEXIONES Y PROPUESTAS:

1°. El contacto que los fieles tienen con la Iglesia y con la salvación de Jesucristo, es mediante la parroquia y sus instituciones; es, en cierto modo, un pequeño universo de fe donde se nace y recibe la vida de Dios, donde el fiel crece y testimonia su fe y desde donde es encaminado a la casa del Padre. Todo cristiano debe ver la parroquia como su propia familia, hacer allí la experiencia de la fraternidad cristiana y considerar a sus sacerdotes como signos vivientes de la paternidad de Dios. Por eso la misa dominical, la catequesis, los bautizos, matrimonios, quince años y el funeral deben celebrarse en la propia parroquia. Es triste ver a algunos fieles que no mantienen ningún lazo con su parroquia, o que andan de templo en templo buscando privilegios y favores.

2°. Toda parroquia debe ser evangelizada y evangelizadora. La nueva evangelización en la parroquia tendrá dos elementos claves:

a)   la formación de nuevas comunidades en mutuo intercambio y comunión formando una “red de comunidades” y

b)   la participación y corresponsabilidad de los laicos en la tarea evangelizadora. Sin un laicado formado y comprometido no puede decirse que una parroquia goce de salud espiritual y apostólica (cf AA 10).

3°. Porque la parroquia tiene una estructura teológica al estar fundada en la Eucaristía, la cual no es posible sin la Jerarquía de la Iglesia, todas las otras comunidades deben de referirse a ella y trabajar en coordinación con ella. Ninguna agrupación, congregación, movimiento, capellanía, colegio o instituto religioso puede llevar una pastoral sin referencia y comunión con la parroquia. El párroco ejerce sobre ellas un auténtico servicio y autoridad pastoral.

4°. Los movimientos apostólicos se han multiplicado gracias a la acción del Espíritu Santo que vitaliza y enriquece a su Iglesia. Su presencia en la Iglesia es legítima y hasta necesaria y, aunque no suelen ser para todos, hay que recibirlos como don de Dios. De ellos la comunidad espera vitalidad, testimonio y entusiasmo, pero deben de “estar coordinados en la pastoral de conjunto” (SD 102), integrándose a la pastoral parroquial. Algunos movimientos requieren de un gran esfuerzo para adaptarse a las necesidades de la Iglesia local y para su inculturación. Tan dañino es el monolitismo pastoral como la dispersión.

5°. La parroquia se caracteriza por ofrecer a todos los fieles  los elementos necesarios y suficientes para su salvación. Sin embargo, como Jesucristo escogió la pobreza y acogió  a los pobres con especial cariño y amor, la acción pastoral de la parroquia debe dedicarse con particular diligencia a los hermanos más pobres, a los afligidos, y a quienes se encuentran solos o en especial dificultad (cf CIC c. 529, §1), a los pecadores y a los alejados.

6°. Dada  nuestra  situación  de  injusticia  y  de  corrupción generalizada, cada parroquia debe ser un centro de educación en la justicia y en la verdad, cobijadas por la caridad; de modo que se vayan constituyendo en la diócesis comunidades modelos de convivencia fraterna donde se unan la liberad con el respeto, la iniciativa con la solidaridad, y se viva frente al dinero y al poder una actitud distinta a la que suelen presentar la política, el comercio y la televisión.

7°. La “colaboración de todos (cf CFL 27) que pide la Iglesia para la solución de los problemas pastorales, encuentra en el Consejo Pastoral Parroquial su expresión más concreta y eficaz; lo preside el párroco, su voto es consultivo y debe ser representativo de todos los sectores y ambientes de la comunidad. No debe de confundirse con una asociación piadosa o apostólica más, sino que debe de ser un instrumento de ayuda al párroco en el gobierno pastoral de su parroquia.

8°. El párroco es el pastor propio de la parroquia y ejerce este ministerio “como Pastor a semejanza de Cristo, promotor de comunión con Dios y con sus hermanos a cuyo servicio se entrega, con sus cohermanos Presbíteros en torno al Obispo” (DP 653); este cuidado o “curar pastoral” sella su espiritualidad y será siempre la fuente primordial de su propia santificación. El párroco crece espiritualmente y se santifica juntamente con sus fieles quienes deben ofrecerle su gratitud y respeto filial.

9°. Como la santa Eucaristía es el centro y raíz de la vida de Dios para todos sus hijos a la vez que“fuente de la caridad pastoral” de los presbíteros (PO 14), en una parroquia la celebración eucarística debe revestir especial esplendor, sobre todo los domingos; el altar, la capilla del Santísimo Sacramento y el sagrario deben de ser los sitios mejor arreglados y más visitados por los fieles. El Papa decía recientemente: “La gracia y la caridad del Altar se deben extender hacia el ambón, el confesionario, el archivo parroquial, la escuela, el oratorio, las casas y las calles, los hospitales… hacia todos los lugares donde el presbítero tiene la posibilidad de realizar su labor pastoral” (Catequesis, 7 jul. 1993).

10° Fruto   de   la  madurez   espiritual   de  una  parroquia   es  el surgimiento de vocaciones sacerdotales y religiosas. Es deber de toda la comunidad cristiana la promoción vocacional y el párroco su primer responsable. Por eso se debe cultivar en la parroquia un amor entrañable al Seminario y sentirse corresponsable con el Obispo de la formación y sostenimiento de los futuros pastores.

 

10. EN SÍNTESIS:

Para poner en marcha con eficiencia el plan de pastoral, una parroquia debe por lo menos de contar:

  1. Con el Consejo Pastoral Parroquial, suficientemente numeroso y representativo.
  2. Con el personal preparado y suficiente para llevar adelante cada una de las cinco prioridades: Familia, Cultura, Formación de Agentes Laicos, Pastoral Social y Pastoral Profética.
  3. Con un equipo especial para el ejercicio de la caridad, particularmente para la visita y atención de los enfermos.
  4. Con suficiente número de Lectores, Acólitos, Catequistas y/o Celebradores de la Palabra en ausencia del presbítero para atender a las comunidades los domingos y fiestas.
  5. Con un equipo de liturgia y suficientes cantores y coros parroquiales.

Que la Virgen Santísima de los Dolores, a quien el discípulo de Jesús recibió como Madre y acogió en su casa, nos mire con ojos de misericordia y se digne acompañarnos en nuestro caminar diocesano, y viva en nuestras parroquias como en su propia casa junto con su Hijo Jesucristo a quien sea el honor, el poder y la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Santiago de Querétaro, Qro., 18 de Noviembre de 1993.

† Mario De Gasperín Gasperín
VIII Obispo de Querétaro