2 de Enero: La paz no es un sueño, no es una utopía: la paz es posible

Inicio de un nuevo año, tiempo de buenos propósitos y deseos, de sueños y esperanzas. Es incomprensible ¡cómo podemos dejar nuestro futuro en manos de visiones deterministas que pretenden suplir nuestra responsabilidad de construir el mundo!: “desde prendas de colores rojas y amarillas hasta borreguitos de la buena suerte”, y otras tantas cosas supersticiosas más. Por eso México, está como está, seguimos viviendo de la buena suerte, de las vibras y energías, de talismanes y piedras; es claro que quien no conoce a Dios ante cualquier piedra se arrodilla.

No podemos empezar así el año nuevo. En este sentido es importante ver lo que nos propone la Iglesia: comenzamos el año celebrando la Solemnidad de Santa María, Madre de Dios y la Jornada Mundial de la Paz (46 Jornada), ¡qué diferencia!

Basta reflexionar el mensaje del Papa Benedicto XVI para celebrar la Jornada Mundial de la Paz: “Bienaventurados los que trabajan por la paz”, que sintetizo en algunos puntos, esperando motivar  a su lectura, reflexión y sobre todo su puesta en práctica.

SS Benedicto XVI comienza su mensaje diciendo: “Cada nuevo año trae consigo la esperanza de un mundo mejor. En esta perspectiva, pido a Dios, Padre de la humanidad, que nos conceda la concordia y la paz, para que se puedan cumplir las aspiraciones de una vida próspera y feliz para todos.”

Por eso es necesario saber:

1º. Que un “compromiso renovado y concertado en la búsqueda del bien común, del desarrollo de todos los hombre y de todo el hombre”, garantiza la paz.

2º. Que la paz es “una vocación innata de la humanidad”: “El hombre está hecho para la paz, que es un don de Dios.

3º. Que son “Bienaventurados los que trabajan por la paz” (cf. Mt5, 3-12): El que trabaja por la paz, según la bienaventuranza de Jesús, es aquel que busca el bien del otro, el bien total del alma y el cuerpo, hoy y mañana.

4º. Que la paz presupone un humanismo abierto a la trascendencia. Que la ética de la paz es ética de la comunión y de la participación.

5º Que una condición previa para la paz es el desmantelamiento de la dictadura del relativismo moral y del presupuesto de una moral totalmente autónoma, que cierra las puertas al reconocimiento de la imprescindible ley moral natural inscrita por Dios en la conciencia de cada hombre.

6º Que la paz es “don de Dios y obra del hombre”: Se trata de paz con Dios viviendo según su voluntad. Paz interior con uno mismo, y paz exterior con el prójimo y con toda la creación.

7º  Que “los que trabajan por la paz son quienes aman, defienden y promueven la vida en su integridad”: quien quiere la paz no puede tolerar atentados y delitos contra la vida. Cada agresión a la vida, especialmente en su origen, provoca inevitablemente daños irreparables al desarrollo, a la paz, al ambiente.

8º Que hay que “construir el bien de la paz mediante un nuevo modelo de desarrollo y economía.

9º Que la familia es uno de los sujetos sociales indispensables en la realización de una cultura de la paz: los que trabajan por la paz están llamados a cultivar la pasión por el bien común de la familia y la justicia social, así como el compromiso por una educación social idónea.

10º Que es necesaria una pedagogía del que trabaja por la paz: “Ésta pide una rica vida interior, claros y válidos referentes morales, actitudes y estilos de vida apropiados. Pensamientos, palabras y gestos de paz crean una mentalidad y una cultura de la paz, una atmósfera de respeto, honestidad y cordialidad. Es necesario enseñar a los hombres a amarse y educarse a la paz, y a vivir con benevolencia, más que con simple tolerancia.”

Que Dios nos haga instrumentos de su paz, confiando en que “la paz no es un sueño, no es una utopía: la paz es posible”.