Hablar con intrepidez y escuchar con humildad

Esta es ciertamente una tentación por la condición humana de la iglesia, y la historia puede dar tristemente cuenta de ello: cuando las personas de iglesia olvidamos la centralidad de Jesucristo y de su evangelio, entonces se pretende ingenuamente conducir la barca de la iglesia por derroteros equivocados; por eso el pasado lunes 6 de octubre del presente, al dar comienzo el trabajo del Sínodo de los Obispos, al inicio de la Primera Congregación General el Papa Francisco dirigió un saludo a los asistentes, recordándoles que hay un largo trabajo previo que se ha realizado con “dedicación, paciencia y competencia” (pues no bastan las buenas intenciones), todo esto, dijo, “leyendo, valorando y elaborando los temas, los textos y trabajos” del Sínodo.

Luego explicó en qué consiste la “sinodalidad” al recordarles que cada uno es portavoz de las diferentes Iglesias particulares (que son principalmente las diócesis) y que éstas se reúnen a nivel de Iglesias locales a través de las Conferencias Episcopales. Explicó también la naturaleza de la Iglesia universal y las Iglesias particulares, que son dijo, de institución divina; mientras que las Iglesias locales son de institución humana.

Pidió que todos hablaran claro, con parresía, este concepto griego aparece sobretodo en el libro de los Hechos de los Apóstoles (2, 29; 4, 13. 29. 31; 9, 27. 28; 13, 46; 14, 3; 18, 26; 19, 8. 26; 28, 31) y puede significar franqueza, valentía, intrepidez, entusiasmo, vigor. Más aún, pidió que se hable sin respetos humanos, sin timidez; no hacerlo así, dijo, ¡sería faltar a la sinodalidad!

Al mismo tiempo, dijo, “se debe escuchar con humildad y recibir con corazón abierto aquello que dicen los hermanos. Con estas dos actitudes se ejercita la sinodalidad”, y reiteró: “les pido por favor, estas dos actitudes de hermanos en el Señor: hablar con parresía y escuchar con humildad”. La humildad es la verdad, enseñaba Santa Teresa de Ávila, doctora de la Iglesia. Sí, al Sínodo se va buscar la verdad. Ya en su Exhortación Apostólica “La alegría del Evangelio” Francisco afirmaba: “destaco que lo que trataré de expresar aquí tiene un sentido programático y consecuencias importantes” (n. 25); el Sínodo es parte de estas consecuencias de la intención del Papa, por eso ya desde ese momento afirmaba: “Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio (n. 20).

El Sínodo es esa escucha mutua que manifiesta las diferentes realidades y desafíos que se presentan a la Iglesia y lo que unifica a todos es la escucha de la Palabra de Dios (cfr. Jn 17, 17), por eso las respuestas tienen que surgir en un ambiente de oración, “de rodillas”, como ya se lo expresó al Cardenal Kasper en el Consistorio de febrero pasado. Ya san Juan Pablo II afirmó” debéis ser como los primeros cristianos e irradiar entusiasmo y valentía, con generosa entrega a Dios y al prójimo; en una palabra, debéis tomar el camino de la santidad” (RM 91).

El Sínodo busca cómo dar respuesta a los desafíos actuales que impiden a los cristianos vivir fielmente el Evangelio, pero hay que recordar una vez más lo que dice Francisco “«Toda la renovación de la Iglesia consiste esencialmente en el aumento de la fidelidad a su vocación […] sin «fidelidad de la Iglesia a la propia vocación», cualquier estructura nueva se corrompe en poco tiempo (EG 26).

El Papa terminó su saludo recordándonos la clave visible de la unidad en la diversidad: “el Sínodo se desarrolla siempre cum Petro et sub Petro (con Pedro y bajo Pedro), y la presencia del Papa es garantía para todos y custodia de la fe”. En estos momentos que vive nuestra patria llevemos esta enseñanza del Papa sobre el Sínodo a todos los ámbitos de nuestra vida, si hacemos esto podrán volver la paz y la justicia.

Pbro. Filiberto Cruz Reyes
Publicado en el periódico «Diócesis de Querétaro» el 12 de octubre de 2014