125 años de la fundación de la Escuela de Música Sacra de la Diócesis de Querétaro y 75 años del Conservatorio «J. Guadalupe Velázquez» (18 de febrero 1892-2017) Padre J. Guadalupe Velázquez Pedraza. ficha 2.

125 años de la fundación de la Escuela de Música Sacra de la Diócesis de Querétaro y 75 años del Conservatorio «J. Guadalupe Velázquez» (18 de febrero 1892-2017)

Padre J. Guadalupe Velázquez Pedraza.
(Pbro. Francisco F. Gavidia Arteaga)

Nació en el rancho de La Ceja, perteneciente a la Hacienda de San José de Bravo, hoy municipio de Corregidora, Qro., el 12 de diciembre de 1856. Fueron sus padres el Sr. D. Eligio Velázquez y Doña Dolores Pedraza. Las primeras letras las aprendió al lado de sus padres. La situación del país al terminar la guerra de reforma obligó a sus padres en 1867, a buscar refugio en Querétaro. En la escuela instalada en el Convento de Santa Cruz cercano a su casa estudio Latín. Desde niño desplegó grandes disposiciones para la música y la pintura, en la Academia de San Fernando en la ciudad de Querétaro, en poco menos de un año llegó a ser de los más aventajados alumnos, no menos que su hermano Serapio. El 15 de enero de 1869 ingresó al Seminario Conciliar de Querétaro, donde recibió sus primeros conocimientos musicales, siendo uno de los fundadores del Coro de este plantel. Poco más tarde comenzó a componer Misterios para el Rosario, los cuales cantaba en el Oratorio en el Mes de María. En vacaciones componía moteles festivos que estudiaban en su coro de muchachos y ponía voces a algunas tonadas de otros autores, pasando hermosos días entre las seculares selvas del alto pináculo del “Cerro Agustino”, siendo la alegría del internado en aquellas épocas venturosas de vacaciones. Su ingenio preclaro en el divino arte hizo que desde temprana edad se le encomendara la Dirección del Coro del Seminario. El 21 de diciembre de 1878 fue ordenado Diácono, su grande humildad hizo que permaneciera como Diácono muchos años, hasta el 27 de diciembre de 1886.

El Excmo. Sr. Rafael S. Camacho García Tercer Obispo de Querétaro, lo envío a Europa con el fin de perfeccionarse en el arte de la Música Sacra, y sobre todo prepararse para emprender la restauración del canto Gregoriano que el Prelado tanto deseaba. Algunos meses permaneció en Roma bajo la dirección de los maestros de la Capilla Sixtina, Meluzzi y Mattoni, después ingresó en la Escuela de Música Sagrada en Ratisbona – Alemania- Baviera- entonces a cargo del ilustre Doctor en Música Don Francisco Javier Habert, quien apreció y admiró mucho las dotes excepcionales del padre Velázquez, haciéndolo su colaborador en la traducción del “Magíster Coralis”, acompañándolo en varias giras artísticas por Europa. Recibió la instrucción necesaria de los eminentes Maestros Haller y Habert, a cuyo lado permaneció 3 años tras los cuales regresó pretórico de conocimientos. Viajó por Inglaterra y Francia, visitó Iglesias, bibliotecas y archivos de Música Sagrada; en esta gira también visitó los principales centros y Conservatorios de Europa, asistió a celebres audiciones en teatros, trató con eminentes maestros en el arte.

El 20 de mayo de 1890 retornó a su patria provisto de las más altas calificaciones de sus maestros de Armonía, Composición, Instrumentación, Contrapunto y Fuga. Al iniciarse 1892, pudo el señor Obispo Camacho lograr su gran anhelo: Implementar donde se propugnara por establecer el canto llano y la genuina música religiosa, una escuela que iba a dar grandes frutos y reformar el canto y la música que usaban. El 18 de febrero de 1892, el P. Velázquez fundó la Escuela de Música Sacra, con la valiosa colaboración de su compañero en aquella gira, el notable profesor Don Agustín González; y es nombrado Director de la misma. Más tarde formó el magnífico ORFEÓN QUERETANO (En canto, se denomina coro, coral o agrupación vocal a un conjunto de personas que interpretan una pieza de música vocal de manera coordinada). En pocos años se vio el fruto de esta Escuela; pues salieron aventajados discípulos que fueron repartidos en muchas Diócesis de la República.

Por su inspiración de alta mística y de sapiencia musical el padre J. Guadalupe Velázquez mereció ser llamado el “Perossi queretano” (el celebre Lorenzo Perossi, maestro de la Capilla Real de Venecia y Director de la “Schola Cantorum” que alcanzó admiración mundial con la Misa grande de Réquiem, a 6 voces que escribió en la muerte del Papa León XIII, en el término de una sola noche, más tarde fue designado Director perpetuo de la Capilla Musical Pontificia – la Sixtina -), para justificar que el Sacerdote se le compare con tan alta autoridad en el arte musical religioso, habrán de aquilatárselo reales méritos del padre Velázquez. En la Catedral de Querétaro fue Director de ambos coros

Fue siempre amantísimo de la devoción Mariana que le dio su nombre (Guadalupe). En 1895 se dirige a la ciudad de México con el fin de preparar los coros que se habían de cantar en las solemnes fiestas de la Coronación Pontificia de la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe en la Basílica del Tepeyac. En las solemnidades anteriores y posteriores a la Coronación, Querétaro prestó todo el contingente del servicio de coro en todas las fiestas; a su cargo estuvieron los programas musicales, fue el Director Musical de dichas festividades. Cupo al padre Velázquez la satisfacción de obtener contra opiniones antagónicas, la implantación del estilo polifónico, “El más decoroso y debido para todas las solemnidades de la Iglesia”
Al actuar en la Basílica en la segunda velada conmemorativa de la Virgen Morena, estrenó tres hermosa composiciones que llamaron poderosamente la atención: “La Virgen es mi Madre” (Cantilena a 4 voces iguales), “Viva la Gloria del mexicano”, (a 6 voces mixtas); y “Elegí et santificari Iocum y Non fecit taliter omni nationi” (a voces mixtas en cuyas ejecuciones reforzaron el coro las voces varoniles que ex profeso vinieron de Querétaro). Por la actuación de los mejores elementos cantantes de la música de ese carácter, se ha considerado que es QUERÉTARO, EN LA REPUBLICA LA CUNA DE LA VERDADERA MÚSICA RELIGIOSA.

El Ilmo. Sr. Plancarte, se empeño en que el padre Velázquez se quedara en México con el objeto de difundir la buena música religiosa, lo cual consiguió del Excmo. Sr. Camacho. Veinte años permaneció en México con la magna obra de colaborar en la restauración del Canto litúrgico – Gregoriano. San Pío X con el motu proprio Tra le Sollecitudini, publicado en noviembre de 1903, sólo tres meses después de ser elegido papa, sitúa el culto y la liturgia como una de las preocupaciones principales de su pontificado. La situación de la música litúrgica hasta la publicación del motu propio era lamentable: El modo de componer, y de interpretar pagano se había introducido en la celebración de la Iglesia: se trata del estilo teatral italianizante. Se incorporaban las músicas profanas de manera que la Iglesia, el templo, era la prolongación del teatro, del salón de baile. Los movimientos musicales del siglo XIX habían introducido en la misa los estilos mundanos por encima del texto sagrado, cubriéndolo o deformándolo de tal manera que ya no era el protagonista. Se menciona primaria y especialmente el canto gregoriano como el género propio de la Iglesia romana heredado de los antiguos padres. El canto gregoriano cumple con las cualidades anteriores, y ha sido tenido como modelo supremo de música religiosa. Por eso, se pide que sea restituido ampliamente en las celebraciones solemnes, procurando que el pueblo vuelva a cantarlo y así los fieles toman parte más activa en el oficio litúrgico como lo hacían en la antigüedad.

Las enseñanzas del P. Velázquez pasaron de México a los Estados Unidos y en todo el continente Americano se cambió la forma de decir el canto de la Iglesia. EI 11 de mayo de 1908, entrego su espíritu al creador el Excmo. Sr. Rafael S. Camacho satisfecho de su obra: La restauración de la música sagrada en toda la República; vio que sus afanes y dinero no habían sido gastados inútilmente, gracias a que el P. Velázquez pudo y supo corresponder a la miras de aquel señor obispo.

En la ciudad de México el P. Velázquez además desempeño el profesorado en el Seminario Conciliar de México y en el Conservatorio Nacional de Música; dirigió los coros de Santa Cecilia y San Gregorio; fue maestro de Capilla en San Francisco; Santa Brígida y San Felipe de Jesús.

Don Justo Sierra ministro de Instrucción Pública en el gabinete del Gral. Díaz, cuando, por carecer de esa importante cátedra el Conservatorio, se nombró al P. Velázquez, profesor de órgano y conjunto vocales; semanas después de haber sido nombrado, un sector importante de liberales jacobinos criticaron acremente el hecho que un sacerdotes católico hubiese sido nombrado, violando la Constitución de 1857, maestro de una Institución laica Días después cuando un reportero del periódico “El Imparcial” entrevistó al Mtro. Sierra y entre otras cosas le preguntó el porqué del nombramiento del P. Velázquez, sin inmutarse contestó palabras más, palabras menos: “mire ud., a mi poco me importa que Velázquez sea cura o no. A mí lo que me interesa es que el saber y la sensibilidad de este artista sirvan a México”, y agregó: “Es tal la personalidad y el carisma que tiene este maestro, que no sé cómo admirarlo más: si como músico, como poeta o como hombre”. Después de estas declaraciones nadie volvió a chistar nada, y dentro del Conservatorio fue muy respetado por todos. En su cargo de maestro duro desde 1902 hasta 1915, año en el que influencias políticas lo despojaron de su misión educativa, con gran pesar de sus numerosos discípulos.

El 29 de febrero de 1915, obedeciendo una arbitraria orden de Gral. Álvaro Obregón, Jefe del Ejercitó del Noreste, redujo a prisión en el Palacio Nacional a 169 sacerdotes católicos con el objeto que de inmediato le entregaran $500,000.00 para aliviar la aflictiva situación de hambre en que se encontraban las clases menesterosas de la capital. Entre esos sacerdotes estaba el P. Velázquez, que lo único que tenía era una alma grande de artista, puesto que toda su vida la vivió austera y modestamente, y por lo mismo estaba imposibilitado de dar nada material, y menos dinero del que careció siempre. Ante la negativa de dar al Gral. Obregón la cantidad solicitada, se les intimó a que de no hacerlo serían pasados por las armas. Hay que tomar en cuenta que para estas fechas el P. Velázquez tenía más de 60 años de edad y el exceso de trabajo de toda su vida había agotado su no robusta salud, y desde hacía varios años padecía del sistema nervioso lo cual le provocó una crisis de la cual no se recupero jamás. Al conocerse en amplios círculos sociales de la capital la grave situación que padecía el P. Velázquez, los mismos maestros del Conservatorio Nacional y algunos embajadores intervinieron ante Obregón para que artista tan connotado fuera puesto en libertad, lo cual a regañadientes aceptó “el manco de Celaya”. Después de doce días que estuvo recluso sufriendo las majaderías de aquella gente, el día que sus compañeros fueron deportados fuera de la República el padre Velázquez fue puesto en libertad. Algo chusco sucedió a la salida de su cautiverio cuando el carcelero con grandes voces grito desde afuera “José Guadalupe Velázquez: ¡a la reja!” Tembloroso y asustado al acercarse a quien lo llamaba le dijo: “aquí estoy señor, “¿qué ordena usted?” a lo que el guardián contesto: “traiga sus chivas y queda libre por orden superior”, Sorprendido volvió a preguntarle “¿Qué vamos a salir todos?” Contestándole “los demás no salen y no pregunte más, solo usted porque dicen que es gloria nacional”.

Regresó a Querétaro el 8 de noviembre de 1916, el 22 de septiembre de 1919, en una velada literaria-musical que le fue dedicada en sus últimos días por el Coro Ceciliano de la Ciudad de Querétaro, cuya academia él fundó y dirigió, el Excmo. Sr. Obispo Francisco Banegas colocó en su pecho una medalla conmemorativa en su honor, dando gracias a su Prelado en una modesta poesía que se considera fue su última producción poética.
El 12 de febrero de 1920 partió para la ciudad de México en donde permaneció unos días medicándose; pero allí lo sorprendió la muerte, pues le atacó una fuerte pulmonía que en pocos días lo llevó al sepulcro, siendo asistido pos su discípulo, el padre Antonio Rivas, de la Diócesis de Zacatecas. Pasó a mejor vida el 18 de febrero de 1920, fue sepultado en el Panteón Español, lote F. Sus restos descansan en un modesto pero elegante mausoleo arquitectónico en la Cripta de la Catedral de Querétaro, junto con su compañero Don Agustín González y su alumno predilecto el maestro canónigo Don Cirilo Conejo Roldan.

En cuanto a sus composiciones religiosas, que fueron bastantes, recordamos su composición ‘Vexila Regis’y su ‘Nom Fecit Taliter’, que son hermosísimas. También son verdaderos monumentos de forma, originalidad y belleza los maitines, en honor al Apóstol Santiago, los de la Semana Santa y los de la Virgen de Guadalupe. Son extraordinariamente bellas las misas Ave María, estrenada en el año 1903 en la propia Basílica de Guadalupe, y la que compuso en honor al primer santo mexicano, San Felipe de Jesús

Su genial modestia ha impedido que se llegue a tener un catálogo completo de ellas, pues andan esparcidas por la República y muchas aún inéditas, sin que se haya podido hasta ahora reunirlas para poder hacer una edición completa. De sus composiciones profanas hay bastantes motetes de un afecto bellísimo; pero una de sus últimas composiciones, que tituló Trova es de un afecto encantador. De carácter recreativo de insuperable belleza se encuentran. “Mi casita del Pinal”; “Alborada”, “Cantarcillo”, “La Cruz de la montaña”, y muchas más. Y no solo fue cultivador de la música sino que también fue notable poeta y afecto a la pintura. En homenaje justísimo a su obra musical en Querétaro, a los cincuenta años de fundada la Escuela de Música Sacra, se creó el conservatorio que lleva su nombre. EI Padre Velázquez ha venido a aumentar el ya crecido número de nuestras glorias y más aún las glorias de Nuestro Seminario