SOLEMNE CELEBRACIÓN EUCARISTICA EN HONOR DE NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE.

 Santuario Diocesano de la Congregación de Nuestra Señora de Guadalupe,  Santiago de Querétaro, Qro. a  12 de Diciembre del año 2020.

El día 12 de diciembre de 2020, Mons. Fidencio López Plaza, X Obispo de la Diócesis de Querétaro, presidio la Santa Eucaristía en la Solemnidad de Nuestra Señora de Guadalupe, en el Santuario Diocesano de la Congregación de Nuestra Señora de Guadalupe, y concelebraron el Pbro. Juan Manuel Pérez Romero, Rector del Santuario, Pbro. José Luis Villanueva García Adscrito, y algunos otros sacerdotes que en esta ocasión también quisieron rendir honor a Nuestra Madre la Virgen  de Guadalupe. En su Homilía Mons. Fidencio les compartió lo siguiente:

«Hermanos Sacerdotes y Diáconos, Hermanas y hermanos de la Vida Consagrada, Hermanas y hermanos todos en nuestra fe católica.

  1. Sean todos bienvenidos a la casa materna. Ahora con el calor de cada hogar desde el que nos acompañan virtualmente, convergemos en este santuario llamado providencialmente “La Congregación”. Desde aquí les invitamos a mirar y a dejarse mirar por nuestra querida madre de Guadalupe.

 

  1. María Discípula misionera.

Al papa Paulo VI le gustaba hablar de la Santísima Virgen María, como el paradigma de la Iglesia evangelizada y evangelizadora (Cfr. Evangelii Nuntiandi 13). Como la madre que lleva en su vientre la alegría que se hizo carne. El papa Francisco, por su parte ha enriquecido esta bella imagen mariana, proponiendo a María como el paradigma de la Iglesia discípula y en salida misionera (Cfr. Evangelii Gaudium 284-288), caminando siempre presurosa, sin demora, sin asco y sin miedo a las montañas de Judea(Cfr. EG 23), y a todas las montañas y Judeas del mundo donde hace falta la alegría. La misma María que transformó una cueva de animales en la casa de Dios (Cfr. EG 286), es la misma que ha venido con rostro Guadalupano, a transformar un monte de piedras y espinos en un jardín lleno flores, de copal y canto. Por eso sin Dios, la vida termina en un Tepeyac sin flores y sin el canto de los pájaros. Sin Jesús, la luz desaparece y perdemos el camino, sin María, nos sentiríamos tristes y en la orfandad.

 

  1. Su llegada llenó de alegría.

El fruto del vientre de la Santísima Virgen de Guadalupe ha obrado, en el plano de la alegría, una revolución difícil de exagerar. Él ha venido a invertir la relación entre el placer y el dolor. Él, por el gozo que se proponía, soportó la cruz sin miedo y la transformó en el signo supremo de amor y de glorificación (Cfr. Hb. 12,2).

Ya no es el placer que termina en el sufrimiento, ni la vida que camina hacia la muerte, ahora es un sufrimiento que lleva a la vida y a la alegría plena. No se trata sólo de una diferente sucesión de dos cosas, sino más bien se trata de la alegría que tiene la última palabra porque es para siempre. Cristo una vez resucitado de entre los muertos ya no muere más, la muerte ya no tiene dominio sobre Él (Cfr. Rm. 6, 8-9). La Cruz termina con el viernes santo, la dicha y la gloria del domingo de Resurrección se extiende para siempre. Sin Dios, la vida termina el viernes y el día termina en la noche; con Dios, la vida es una noche que termina en un día sin ocaso.

 

  1. Para el mexicano ser guadalupano es algo esencial.

La alegría, la luz y la armonía que la Virgen de Guadalupe vino a traernos, ha generado una vibración difícil de retener. Nuestra historia nacional registra ideas, imágenes y sentimientos, que dan testimonio de que, en los escenarios y momentos más difíciles e imprevisibles, los mexicanos hemos sido capaces de juntar nuestras manos y nuestros corazones, de fortalecer la comunión y la solidaridad, y de generar consuelo y esperanza.

Esto es lo que está ocurriendo y estamos verificando en nuestras fiestas del 12 de diciembre del año 2020. La alegría encarnada en el vientre de nuestra Guadalupana, irradia aún un nuevo resplandor en tiempos de crisis sanitaria, económica y social causada por la pandemia COVID-19. Es impresionante contemplar cómo la fe, la esperanza y la caridad se renuevan.

  1. La fe nos ha llevado a redescubrir que con Jesús la salud está en casa; que sin Jesús comienza la corrupción; que “donde abunda la muerte, sobre abunda la vida” (Cfr. Rm. 5, 3-4); que la casita sagrada que vino a solicitarnos nuestra Madre de Guadalupe, además de ser la Basílica ubicada en el Tepeyac, es también el corazón de cada mexicano, es la casa de cada familia y es la creación: “la casa común” donde vivimos todos, donde todos nos enfermamos, donde todos nos alegramos y nos entristecemos.

 

  1. La esperanza nos ha llevado a pensar y a sentir, que otro mundo es posible y que el cielo nuevo y la tierra nueva de las que habla el libro de la apocalipsis, nos pone en la perspectiva del sueño imperecedero de Dios, de la Santísima Virgen y de muchos hermanos destacados en vivir la esperanza que no defrauda.

Los hombres y mujeres más destacados de la historia, han sido personas con capacidad para vislumbrar lo que otros no pueden percibir. Personas de las que, podríamos decir, tenían como un telescopio de largo alcance, que les hacia mirar lejos y soñar con lo imposible. Por eso para no quedarse en sueños y sin futuro, es necesario precisar que los sueños sean objetivos y estrategias que nos ayuden a responder quién, cómo, cuándo, dónde y con qué hacer operativo un “plan para resucitar”.

 

  1. La caridad en tiempos de pandemia, la hemos vivido con un llamado urgente a la comunión y a la solidaridad. Necesitamos de una verdadera sacudida para que caiga todo lo que nos estorba y nos impide sencillamente mirarnos como hermanos, como hijos de Dios y de Nuestra Madre de Guadalupe. Ciertamente estamos en el tiempo de la globalización, sabemos que en cualquier parte del mundo podemos encontrar una marca de bebida universal, un celular, y casi todo de todo. Pero tenemos que aceptar que a este mundo globalizado le hace falta Jesus y que necesita con urgencia hacer operativa la globalización del amor y de la fraternidad.

 

  1. Refrendamos nuestro compromiso de seguir construyendo la casita sagrada.

En este sentido, el evangelio que acabamos de escuchar, nos presenta a María discípula y en salida misionera, como dos movimientos inseparables en la vida de cada cristiano y en la vida de Iglesia. En estos dos movimientos encontramos la materia prima, para continuar el compromiso de seguir edificando la casita sagrada, que nuestra Madre nos ha venido a solicitar y que nuestros Obispos han venido ha refrendar, “porque -dicen- la casita sagrada representa un elemento común de identidad de este pueblo, un signo de unidad, un espíritu de familiaridad”. Porque “la «casita sagrada» es un lugar donde nadie se siente extraño; un lugar de encuentro, convivencia y cercanía con los seres queridos; un lugar donde se comparten las experiencias de la vida[…]Cuando esto no ocurre, cuando no construimos la «casita sagrada» entre todos, más de uno se sentirá extraño y con mucha facilidad se irá de casa” (PGP 154).

Que nuestro querido señor San José, que nuestra querida madre en sus advocación de Guadalupe y su Hijo Jesucristo el Buen Pastor, nos cobijen y nos acompañen. Que así sea.»

Al terminar la celebración, los allí reunidos, junto con los que siguieron esta transmisión vía digital, hicieron la oración para Consagrarse  a Nuestra Madre la Virgen de Guadalupe, «Reyna de México y de toda América».