SANTO DEL DÍA: FIESTA DEL BEATO P. MIGUEL PRO, MÁRTIR DE LA GUERRA CRISTERA EN MÉXICO.

𝗛𝗼𝘆 𝗲𝘀 𝗳𝗶𝗲𝘀𝘁𝗮 𝗱𝗲𝗹 𝗕𝗲𝗮𝘁𝗼 𝗣. 𝗠𝗶𝗴𝘂𝗲𝗹 𝗣𝗿𝗼, 𝗺𝗮́𝗿𝘁𝗶𝗿 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗚𝘂𝗲𝗿𝗿𝗮 𝗖𝗿𝗶𝘀𝘁𝗲𝗿𝗮 𝗲𝗻 𝗠𝗲́𝘅𝗶𝗰𝗼.


Miguel Agustín Pro nació en Zacatecas, México, en 1891. Su familia poseía unas minas, por lo que Miguel pasó su infancia recorriéndolas y compartiendo la vida de los trabajadores mineros. Miguel fue un niño reconocido por su sentido del humor, su alegría y su talento para dibujar, especialmente caricaturas.

Cuando, años más tarde, sus hermanas ingresaron a la vida religiosa, su madre, viendo que Miguel se sentía un poco solo y triste, le propuso que fuera a un retiro, a ver si Dios lo llamaba a él también. Así, el jovencito se propuso asistir a un retiro vocacional, del que salió decidido a hacerse sacerdote en la Compañía de Jesús.

A los 20 años fue aceptado en el seminario, pero dado que la situación social y política era cada vez más hostil con la Iglesia Católica, él y sus compañeros fueron enviados a estudiar a California. Posteriormente, sería enviado a España donde culminó su formación y fue ordenado sacerdote en 1925, a los 24 años.

Cuando retornó a México, el Beato encontró un país devastado por la violencia, en el que los cristianos eran perseguidos y tenían que resistir innumerables abusos del gobierno. El Padre Miguel, entonces, se vio obligado a ejercer su trabajo pastoral en la clandestinidad.

El Padre Pro se preocupó siempre porque a sus feligreses no les falte la asistencia espiritual, por lo que se propuso que no les falte el acceso a la Eucaristía. Organizó una suerte de “estaciones” o “paradas” secretas para distribuir la comunión. A ellas asistían en total más de mil personas. Además, se celebraban misas y Adoraciones Eucarísticas, en las que participaban gentes de toda edad y condición social, todas unidas en la fe.

El presidente Plutarco Elías Calles, tomando noticia de este tipo de actividades, se propuso acabar con ellas y organizó a la policía para tal fin. Se arrestó primero a muchos líderes católicos y luego casi a cualquiera que intentase practicar su fe. A los detenidos se les torturó con crueldad y en la mayoría de casos se les ejecutó -sin proceso judicial alguno-. Mientras tanto, el Padre Pro se las ingeniaba para escabullirse y continuar con su servicio sacerdotal.

En una oportunidad, el Padre Pro se encontraba dando una charla espiritual a un centenar de jovencitas en un teatro, cuando la policía inició una redada para detenerlo. El Padre Miguel, gracias a la colaboración de las asistentes, pudo huir entre las casas aledañas, sin que nadie lo delatase.

En otra ocasión, el Padre iba en un taxi y se percató de que lo seguían. Entonces pidió al taxista que siguiera avanzando, mientras él disimuladamente se lanzaba a la calle. Una vez en el suelo, hizo como que se reponía y empezaba a andar entre la gente como borracho, con el propósito de despistar a las autoridades. Cuando los persecutores pudieron reconocerlo, el Beato ya estaba fuera de su alcance.

El Padre Pro llegó a ser uno de los líderes principales de la resistencia católica, aglutinada bajo el lema “Viva Cristo Rey”. Por ello, se convirtió en un objetivo primordial del aparato de represión estatal. Era cuestión de tiempo que cayera detenido. Y, sin duda, una vez arrestado, el gobierno no tendría ningún escrúpulo en deshacerse de él.

Así, poco tiempo después, el Padre Pro fue arrestado junto a su hermano Humberto y un grupo de fervientes católicos, quienes fueron acusados de conspiradores para derrocar al gobierno. Sin mediar juicio alguno, a Pro se le condenó a morir fusilado.

El 23 de noviembre de 1927, el Padre Miguel Agustín Pro fue presentado ante el pelotón de fusilamiento, negó haber participado en conspiración alguna, pidió se le diese un momento para rezar, se arrodilló y dijo: “Señor, Tú sabes que soy inocente. Perdono de corazón a mis enemigos».

Antes de ser fusilado, se puso de pie y extendió los brazos en cruz con el Santo Rosario en una mano y el crucifijo en la otra. Luego gritó: “¡Viva Cristo Rey!”. Después de la descarga, su cuerpo cayó a tierra, como ofrenda puesta a los pies del Señor. El padre Pro había ofrendado su vida por fidelidad al Evangelio, convirtiéndose así en uno más de los valientes mártires de la guerra cristera.

El Beato José Ramón Miguel Agustín Pro Juárez fue beatificado por San Juan Pablo II el 25 de septiembre de 1988.