SANTA MISA EN LA  LLEGADA DE LA 36ª  PEREGRINACIÓN CICLISTA DE QUERÉTARO AL TEPEYAC 2018.

 (INBG), Domingo 22 de julio de 2018, México, CDMX.

 Año Nacional de la Juventud.

 Con motivo de rendir homenaje a la Santísima Virgen de Guadalupe, la 36ª Peregrinación Ciclista de la Diócesis de Querétaro al Tepeyac 2018,  llegaron  hasta la Casita Sagrada de la  Virgen Morenita, la Insigne y Nacional Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe,  5,000 peregrinos  Ciclistas  entre ellos 60 mujeres,  el día  22 de julio de 2018,  a las 5:00 a.m. posteriormente a las 6:00 a.m. participaron de la Celebración Eucarística, en el interior de la Basílica, presidida por Mons. Faustino Armendáriz Jiménez, IX Obispo de Querétaro, concelebraron  el Pbro.  Alfonso Mondragón Rangel,  Pbro. David López Buenrostro y el  Pbro. Félix Domínguez Aguilar; Directores Espirituales, de esta peregrinación ciclista. En su homilía Mons. Faustino, expresó:

Queridos hermanos ciclistas de la Diócesis de Querétaro, hermanos y hermanas todos en el Señor:  Después de haber peregrinado durante estos días, llegamos hasta este lugar, la “casita del Tepeyac”, donde nuestra Señora de Guadalupe, a cada uno nos acoge, nos mira con amor y nos recuerda que Ella es, “la Madre del verdadero Dios por quien se vive”. Sin duda, que cada uno de nosotros hemos emprendido esta peregrinación por diferentes motivos: quienes por acción de gracias, quienes por pagar una manda; algunos otros para presentar alguna súplica o pedir su intercesión en alguna particular necesidad; sin embargo, todos coindicemos en, la necesidad de sentir el abrazo de la madre que consuela, que alienta y que devuelve la esperanza.

  En este contexto, la Santísima Virgen María nos acoge y como Madre providente, nos anima y nos invita a escuchar las palabras de su Hijo, las cuales, en este domingo, en boca del evangelista según san Marcos, quieren ser una invitación “al descanso en el Señor”. El evangelista nos presenta en este relato (6, 30-34), el lado humano de Jesús, quien tras darse cuenta de la fatiga y el cansancio de sus discípulos, siente compasión de ellos y con la ternura de Dios, les anima para que vayan con él a un lugar solitario y ahí descansen un poco. Jesús es consciente que, si la misión y el seguimiento exigen el desgaste de la vida, y esto naturalmente provoca cansancio, mucho más desgaste y cansancio, provocan en la existencia, la desorientación, el sinsentido de la vida y  el no tener una meta. 

 Lamentablemente, hoy en día, uno de los síntomas de la sociedad moderna, es el así llamado “síndrome de burnout o desgaste”, que nos acecha a todos sin importar clase, religión o cultura y que  se manifiesta en tres dimensiones: el agotamiento emocional, la despersonalización, y la baja realización personal. Vivimos en la era del estrés, en la cual éste, es el causante principal de muchas de nuestras enfermedades, situaciones y problemas anexos como la auto exigencia, la prisa excesiva, el perfeccionismo  y otros más, que impiden disfrutar y saborear la belleza de vivir. 

  Queridos peregrinos, Jesús guardaba sus tiempos de descanso y animaba a sus discípulos a descansar para reponerse de las largas jornadas de trabajo. En ese sentido él supo ser comprensivo con ellos cuando los vio extenuados, al decirles “Vengan también ustedes aparte, a un lugar solitario para descansar un poco” (Mc 6, 31). No obstante el Señor también supo caminar el segundo tramo cuando se trató de atender a la multitud que lo buscaba como ovejas sin pastor. Inclusive en esa ocasión les ofreció de comer y se quedó a despedirlos personalmente a una hora muy avanzada, a pesar de su cansancio mientras que enviaba a sus discípulos a la barca para reunirse posteriormente con ellos.

Jesús sabía compaginar la acción con el descanso y la contemplación. Cuando su fama crecía,  se afirma en los evangelios que ya no pasaba la noche en los pueblos sino en lugares apartados, esto le permitía recogerse con sus discípulos para descasar, y a su vez, poder orar a solas antes de despuntar el día. En otras palabras, él sabía que el descanso es algo necesario para recuperarse después de una larga jornada de trabajo.

  La necesidad de descansar constituye un requisito básico en la vida de los seres humanos debido a que el sueño y los periodos de descanso son esenciales para subsistir. Así lo constatamos en la misma Escritura en la que se nos ordena descansar. Jesús mismo  afirma: “Vega a mí y les daré descanso” (Mt 11, 28). De la misma manera que el Señor se dirigió a sus discípulos en aquella ocasión, hoy quiere que cada uno de nosotros, hagamos nuestra aquella invitación para ir con él a un lugar solitario y que así descansemos un poco, recobremos fuerzas y nos retroalimentemos. 

 La Iglesia como nuestra Madre, acogiendo el mandato del Señor resucitado, nos enseña que para los cristianos “el Domingo”, es el día de descanso por excelencia. El domingo es el día de la resurrección; es el día de los cristianos; es nuestro día. El Papa San Juan Pablo II, en su Encíclica sobre el domingo, nos decía: “Nadie olvida en efecto que, hasta un pasado relativamente reciente, la « santificación » del domingo estaba favorecida, en los Países de tradición cristiana, por una amplia participación popular y casi por la organización misma de la sociedad civil, que preveía el descanso dominical como punto fijo en las normas sobre las diversas actividades laborales. Pero hoy, en los mismos Países en los que las leyes establecen el carácter festivo de este día, la evolución de las condiciones socioeconómicas a menudo ha terminado por modificar profundamente los comportamientos colectivos y por consiguiente la fisonomía del domingo. Se ha consolidado ampliamente la práctica del « fin de semana », entendido como tiempo semanal de reposo, vivido a veces lejos de la vivienda habitual, y caracterizado a menudo por la participación en actividades culturales, políticas y deportivas, cuyo desarrollo coincide en general precisamente con los días festivos. Se trata de un fenómeno social y cultural que tiene ciertamente elementos positivos en la medida en que puede contribuir al respeto de valores auténticos, al desarrollo humano y al progreso de la vida social en su conjunto. Responde no sólo a la necesidad de descanso, sino también a la exigencia de « hacer fiesta », propia del ser humano. Por desgracia, cuando el domingo pierde el significado originario y se reduce a un puro « fin de semana », puede suceder que el hombre quede encerrado en un horizonte tan restringido que no le permite ya ver el « cielo ». Entonces, aunque vestido de fiesta, interiormente es incapaz de « hacer fiesta »”. —Y añade—: “A los discípulos de Cristo se pide de todos modos que no confundan la celebración del domingo, que debe ser una verdadera santificación del día del Señor, con el « fin de semana », entendido fundamentalmente como tiempo de mero descanso o diversión. A este respecto, urge una auténtica madurez espiritual que ayude a los cristianos a « ser ellos mismos », en plena coherencia con el don de la fe, dispuestos

Siempre a dar razón de la esperanza que hay en ellos (cf. 1 P 3,15). Esto ha de significar también una comprensión más profunda del domingo, para vivirlo, incluso en situaciones difíciles, con plena docilidad al Espíritu Santo” (Juan Pablo II, Carta, Encicl. Dies domini, 4).

 Quisiera hoy invitarles  con fuerza a todos ustedes a descubrir de nuevo el domingo: ¡No tengamos miedo de dar nuestro tiempo a Cristo! ¡No tengamos miedo de pasar nuestro tiempo de descanso con Jesús y de tener un tiempo compartido con él! Sí, abramos nuestro tiempo a Cristo para que él lo pueda iluminar y dirigir. Él es quien conoce el secreto del tiempo y el secreto de la eternidad, y nos entrega « su día » como un don siempre nuevo de su amor. El descubrimiento de este día es una gracia que se ha de pedir, no sólo para vivir en plenitud las exigencias propias de la fe, sino también para dar una respuesta concreta a los anhelos íntimos y auténticos de cada ser humano. El tiempo ofrecido a Cristo nunca es un tiempo perdido, sino más bien ganado para la humanización profunda de nuestras relaciones y de nuestra vida. 

  Que la Virgen María, nos enseñe a reposar en los pastos verdes de la gracia, para que sentados a su mesa, podamos beber el cáliz de la salvación y cantar eternamente sus misericordias. Amén”. 

Al término  de la celebración los hnos. Peregrinos ciclistas Queretanos, brindaron porras y vivas a la Madre del Verdadero Dios, por quien se vive,  la Morenita del Tepeyac, y con la bendición de Dios impartida por Mons. Faustino se despidieron de la Virgen Morenita, Santa María de Guadalupe, para disponerse a encontrarse con sus familiares y amigos que asistieron también al Tepeyac,  para darles la bienvenida.

“Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios, no desprecies las oraciones que te hacemos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos de todo peligro; ¡Oh virgen gloriosa y bendita!. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios, para alcanzar las divinas Gracias y promesas de Nuestro Señor Jesucristo. Amén.

“Nuestra peregrinación Diocesana es un Tesoro”

“Todos somos portadores de este Gran Tesoro”

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