ORDENACIÓN DE UN PRESBÍTERO  Y CUATRO DIÁCONOS, Santuario Nuestra Señora de El  Pueblito.

Pedro Urtiaga # 27, El Pueblito, Corregidora, Qro. 29 de junio de 2017.

El jueves 29 de junio del presente año, a las  13:00 hrs. En el templo del Santuario de Nuestra Señora de El Pueblito, ubicado en Pedro Urtiaga # 27,  El Pueblito, Corregidora, Qro, el S.ER. Mons. Faustino Armendáriz Jiménez,  Obispo de la Diócesis de Querétaro, presidió la Celebración Eucarística, en la cual confirió el Sacramento del Orden Sacerdotal a: Fr. Eliazar Arteaga Chavero, O.F.M. y la Orden Diaconal a: Fr. Guillermo Trinidad Pons Rodríguez, O.F.M, a Fr. Gafet Esaú Pérez López, O.F.M., a Fr. Noé García Magos, O.F.M., y a Fr. Joaquín Arana Mejía, O.F.M., pertenecientes a la Provincia Franciscana de San Pedro y San Pablo de Michoacán, México. Al inicio de la celebración Mons. les compartió:    

“En el Marco de esta Solemnidad, de  San Pedro y San Pablo, en nuestra provincia dedicada a estos santos apóstoles, celebramos esta Eucaristía, donde el Señor regalo a la Iglesia un sacerdote y cuatro diacono, oremos mucho porque necesitan de nuestra oración  y pidámosle al Señor que los oriente por una vida de obediencia, y de gran servicio y celo por su pueblo”. Al respecto el Sr. Obispo, dijo en su homilía:

«Estimado Padre Visitador, Fr. Ario Rafael Toro Puerta, OFM, muy estimados sacerdotes y religiosos de la Orden de Frailes Menores, queridos ordenandos, queridos diáconos, queridos miembros de la vida consagrada, hermanos y hermanas todos en el Señor:

Con gran alegría nos encontramos reunidos para la celebración de nuestra fe en esta solemnidad de los santos Apóstoles Pedro y Pablo, quienes como canta la antífona de entrada de la Misa “…viviendo en nuestra carne, con su sangre fecundaron a la Iglesia, bebieron el cáliz del Señor y fueron hechos amigos suyos” (Antífona de entrada, MR, 740). La liturgia, al celebrar en este día su memoria, quiere invitarnos para que con devoción aprendamos de ellos, que la vida de la Iglesia tiene como fundamento a Cristo, y se sostiene con la ayuda de celosos predicadores del evangelio, dispuestos a darlo todo por el Reino, incluso al precio de la propia vida. “Pedro fue el primero en confesar la fe; Pablo, el maestro que la anunció con claridad; Pedro fundó la primitiva Iglesia con el resto de Israel; Pablo la extendió entre los paganos llamados a la fe” (Prefacio de la Solemnidad, MR, 741). En la oración colecta de esta solemnidad hemos pedido al Señor “que su Iglesia se mantenga siempre fiel a las enseñanzas estos dos grandes apóstoles por quienes comenzó la propagación de la fe” (cf. Colecta, MR, 740). Esto nos interpela también a nosotros y nos lleva a preguntarnos: ¿Seguimos la enseñanza de los grandes Apóstoles fundadores? ¿Los conocemos de verdad? ¿Como ellos estamos dispuestos a desgastar nuestra vida por el enuncio del evangelio, inclusive hasta derramar la propia sangre.

La nueva evangelización requiere que cada uno de nosotros demos una respuesta clara y decidida a estas interrogantes, si realmente queremos ser fieles a la enseñanza de los apóstoles, seguir su ejemplo y colaborar con Cristo para hacer que en realidad la Iglesia sea una, santa, católica y apostólica. La única fuerza del cristiano para lograr esto es sin duda el Evangelio, que nos revela cuánto nos ha amado el Señor. Es siempre y sólo el amor de Cristo el que genera la fe y el que impulsa hacia adelante a la Iglesia. En el momento de la prueba el cristiano no puede perder la esperanza, porque Jesús está con nosotros; él ha vencido el mal y nos acompaña en todas las circunstancias que nos toca vivir. El testimonio de fe que todo cristiano está llamado a ofrecer implica decir como san Pablo: “No es que lo tenga ya conseguido o que ya sea perfecto, sino que continúo mi carrera […] y me lanzo a lo que está por delante” (Flp 3,12-13) (cf. EG, 121). En este sentido, hoy que la Iglesia quiere vivir una profunda renovación misionera, necesita hacer de la  predicación, que nos compete a todos, su tarea cotidiana. Se trata de llevar el Evangelio a las personas que cada uno trata, tanto a los más cercanos como a los desconocidos (cf. EG, 127). San Pedro y san Pablo no tuvieron miedo de trastocar las culturas y las estructuras político-sociales, su amor a la verdad y su deseo de propagar el anuncio del evangelio los llevó a inculturar su experiencia de encuentro con el Señor resucitado. “El entusiasmo evangelizador se fundamenta en esta convicción. Tenemos un tesoro de vida y de amor que es lo que no puede engañar, el mensaje que no puede manipular ni desilusionar. Es una respuesta que cae en lo más hondo del ser humano y que puede sostenerlo y elevarlo. Es la verdad que no pasa de moda porque es capaz de penetrar allí donde nada más puede llegar. Nuestra tristeza infinita sólo se cura con un infinito amor” (cf. EG, 265).

En esta tarea la comunión es fundamental pues sin ella, poco a poco, todos en la iglesia nos vamos encaminando al aislamiento, a la soledad a la marginación. “En la comunión, aunque duela, es donde un carisma se vuelve auténtica y misteriosamente fecundo. Si vive este desafío, la Iglesia puede ser un modelo para la paz en el mundo” (EG, 130). San Pedro y San Pablo, si bien tuvieron diferencias, encontraron en Cristo el vínculo de comunión que les llevó a recorrer los mismos caminos, incluso los del martirio.

En este contexto de fe y de alegría le queremos pedir a Dios que su providencia nos conceda la gracia de la Ordenación Sacerdotal para Eliazar Arteaga Chavero, OFM, y la gracia de la Ordenación Diaconal para nuestros hermanos: Fr. Joaquín Arana Mejía, OFM,, Fr. Noé García Magos, OFM , Fr. Guillermo Trinidad Pons Rodríguez, OFM, y Fr. Jafet Esaú Pérez López, OFM. Agradezco al Rev. P. Provincial Fray Eduardo López Ramírez, OFM, la presentación que me ha hecho de estos candidatos y la oportunidad que me ha dado de poder presidir esta santa Misa,  que sé que significa tanto para esta la provincia franciscana de San Pedro y San Pablo de Michoacán.

Queridos jóvenes ordenandos, es muy significativo que reciban la sagrada ordenación en este día tan especial, pues la figura y la misión de estos dos grandes apóstoles, será para ustedes el modelo y la tara que les impulse a responder como ellos, a la llamada que el Señor les ha hecho. San Pedro y San Pablo hoy quieren enseñarles que no se puede perseverar en una evangelización fervorosa si uno no sigue convencido, por experiencia propia, de que no es lo mismo haber conocido a Jesús que no conocerlo, no es lo mismo caminar con Él que caminar a tientas, no es lo mismo poder escucharlo que ignorar su Palabra, no es lo mismo poder contemplarlo, adorarlo, descansar en Él, que no poder hacerlo. No es lo mismo tratar de construir el mundo con su Evangelio que hacerlo sólo con la propia razón. Sabemos bien que la vida con Él se vuelve mucho más plena y que con Él es más fácil encontrarle un sentido a todo. Por eso evangelizamos. El verdadero misionero, que nunca deja de ser discípulo, sabe que Jesús camina con él, habla con él, respira con él, trabaja con él. Percibe a Jesús vivo con él en medio de la tarea misionera. Si uno no lo descubre a Él presente en el corazón mismo de la entrega misionera, pronto pierde el entusiasmo y deja de estar seguro de lo que transmite, le falta fuerza y pasión. Y una persona que no está convencida, entusiasmada, segura, enamorada, no convence a nadie (cf. EG, 266).

Unidos a Jesús, el apóstol busca lo que Él busca, ama lo que Él ama. En definitiva, lo que busca es la gloria del Padre; vive y actúa “para alabanza de la gloria de su gracia” (Ef 1,6). Si queremos entregarnos a fondo y con constancia, tenemos que ir más allá de cualquier otra motivación. Éste es el móvil definitivo, el más profundo, el más grande, la razón y el sentido final de todo lo demás.

A ustedes jóvenes que en breve recibirán la ordenación diaconal se les entregará el libro que contiene los santos evangelios, con el propósito que sea el Evangelio de Cristo, lo que les permita vivir su ministerio de tal manera que configuren su vida toda, según el modelo de Cristo. “Esmérense en creer lo que lean, enseñar lo que crean y vivir lo que enseñen”. La palabra de Dios es la espada de doble filo que logra penetrar lo más profundo del corazón.

A ti fray Eliazar, se te ungirán las manos de tal manera que santifiques al pueblo santo de Dios y ofrezcas el santo sacrificio. Si permites que el aroma de la santidad que brota de ellas se propague por doquier, ten la confianza y la seguridad que la bendición de Dios. procura que mediante tus manos logres dar el alimento de la vida a todo aquel que hambriento acuda a ti como el refugio seguro para sobrevivir, crecer o perseverar en la fe.

Hermanos y hermanas, unámonos en oración por estos jóvenes.  Nuestra oración, hoy y siempre, será para ellos el sostén que los anime en la tribulación, en el hambre, en la desnudez, en la persecución. Pidámosle a Dios que les conceda ser siempre como San Pedro y San Pablo Apóstoles valientes de la fe y de la predicación. Que siempre sean fieles a San Francisco de Asís, y que como San Junípero Serra sean celosos misioneros.   Amén».

Al finalizar y a nombre del Padre Provincial Eduardo López, y demás hermanos de la Provincia, agradecieron  muy cordialmente la ordenación de los hermanos, a Mons. Faustino, por  su presencia en esta celebración y por el espacio que dedico a pesar de su agenda tan saturada, para poder acompañar a estos hermanos de la Fraternidad Francisca, los cuales piden que Dios siga fortaleciendo su ministerio y se comprometieron a seguir haciendo oración por él.

Al término de la celebración, y en este ambiente festivo, continuaron con una convivencia fraterna, por la alegría del nuevo Presbítero y los  cuatro nuevos Diáconos en nuestra iglesia.