MISA DE EXEQUIAS S.E.R. MONS. FLORENCIO OLVERA OCHOA.

Templo Parroquial, Santa María de la Asunción, Tequisquiapan Qro. 22 de diciembre de 2020.
Fue la mañana del día 22 de diciembre de 2020 cuando el Obispo de la Diócesis de Querétaro, Mons. Fidencio López Plaza, presidió la Sagrada Eucaristía, en la que se imploró la misericordia de Dios, por el eterno descanso del Obispo emérito de Cuernavaca y originario de Tequisquiapan Qro. Mons. Florencio Olvera Ochoa.
La Homilía fue dirigida por el Obispo de Cuernavaca Ramón Castro Castro, en la que dijo:
El pueblo de Dios se muestra agradecido por el servicio episcopal que Mons. Florencio ejerció en Tabasco, tanto como en Cuernavaca
Gracias de corazón por la presencia de todos, en este día y en este lugar, en la celebración de MONS. FLORENCIO OLVERA, obispo emérito de la Diócesis de Tabasco y Cuernavaca. Son muchos los que hubieran querido estar aquí, presentes y no han podido hacerlo por razones obvias, consecuencia de la pandemia que estamos enfrentando.
Esta celebración Eucarística es un momento oportuno para destacar tres cosas.
1.-Somos familia, somos una gran familia Si bien es cierto que quienes conformamos la Iglesia somos singulares y diversos, el milagro de la Iglesia es unirnos a todos en lo fundamental… Al contrario de lo que muchos pudieran pensar, nuestro “ser humanos” no es una mera innovación voluntarista, sino que se funda en una filiación común. No hay verdadera hermandad sin filiación compartida. Pues bien, somos hijos de Dios, gracias a Jesucristo, quien nos ha insertado en su misma adopción filial… En un día como el de hoy, estoy seguro que Dios se complace en ver ésta asamblea, y nos envía su Espíritu para que crezcamos en la conciencia de nuestra común unión en Cristo relativizando con ello tantas otras cosas… Que quede escrito en nuestros corazones de forma indeleble: ¡Somos familia en la comunión con Jesús de Nazaret!
2.-Todos somos peregrinos y tenemos una meta común ¡En cuantas representaciones artísticas medievales y del renacimiento – por ejemplo el juicio final de Miguel Ángel – se ha subrayado el hecho de que todos nosotros, independientemente de nuestro estado de vida y de nuestras responsabilidades, estamos llamados a comparecer ante un mismo tribunal de misericordia y de justicia! Si fuésemos más conscientes de esta verdad… si hiciésemos un planteamiento práctico de nuestra vida que nos permitiese vivir de cara a esta realidad y no de espaldas a ella… todo sería muy distinto.
Los restos mortales de Monseñor Florencio, van a descansar en la casa de Dios, ante los ojos de cuantos, en el futuro, visiten este templo. Su sepultura será como un signo visible, a modo de recordatorio, de esta gran verdad: en esta vida estamos para encaminarnos hacia el Cielo, arrastrando con nosotros al mayor número posible de compañeros de camino, cual si de una gran cordada que asciende a la cumbre se tratase…Esta es la única gran verdad –la llamada a peregrinar hacia la vida eterna-, ante la que palidecen todos los demás objetivos.
3.- Abierto a recibir el legado de Dios, en Monseñor Florencio No olvidemos que Dios ha entrelazado nuestros caminos – o cuando menos lo ha entrecruzado- para que aprendamos y seamos estímulo los unos de los otros. Y en el caso presente, el tránsito a la vida eterna del que fue pastor durante varios años en Tabasco (10) y Cuernavaca (7) y ha dejado una huella, a modo de testamento. El legado de Mons. Florencio hace referencia a su amor por las Misiones Ad Gentes y su deseo de avivar nuestra vocación evangelizadora. La evangelización es una llamada universal de Jesús, de que nadie está excluido. Es verdad que no todos reciben esa llamada en la misma medida y en la misma manera; pero sin la necesaria conciencia evangelizadora, ni siquiera podemos recibir la “credencial de identidad” del cristiano. Y es que, está más cerca del Reino de Dios el malhechor que se avergüenza de haber actuado mal, que el hombre honesto que se avergüenza de hacer el bien.
Por ello, queridos hermanos, hoy es un día propicio para proclamar ante el mundo que nos sentimos felices de ser una gran familia, que peregrina hacia una meta común –la vida eterna- y que nos sentimos apoyados y sostenidos por los dones que Dios ha distribuido para mutua edificación…Acaso sea éste el mensaje que nos ha dejado Mons. Florencio en el momento de su despedida; no me miren a mí, miren a Jesús, y en Él, ámense los unos a los otros.
Es pues, la despedida de un pastor, El pastor se despide de su pueblo, su rebaño. El pastor se despide mostrando que su vida, es una vida de obediencia a Dios. Es el Espíritu la “columna” que sostiene la vida del pastor. El pastor también se despide con un testimonio de desapego; está acostumbrado a no estar atado a los bienes de este mundo, a no estar atado a la mundanalidad.
Esta es la despedida del pastor, que Pablo vivió tan fuertemente en Mileto. Y hoy pensamos en todas estas cosas, y quizás nuestro hermano Florencio nos diga, y le diga a su pueblo, en Tabasco, Cuernavaca e incluso Querétaro “Ahora los encomiendo a Dios”.
Recordemos Hermanos que la vida nos enseña a despedirnos, Se aprende a despedirse. Y ver como se despiden los pastores, como Jesús, como Pablo, como tantos, como Florencio, todos se despiden, todos se despiden. También nosotros podemos aprender: dar pasos para despedirnos, pequeñas despedidas de cambio de misión, y la gran despedida final. Que el Señor nos dé a todos esta gracia: aprender a despedirnos, que es una gracia del Señor.
Alabada sea la memoria de Mons. Florencio, sencillo en el comportamiento, ardiente en la caridad, incansable en el trabajo de evangelizar, profunda y sentida devoción a la Virgen María, buen pastor y Obispo entregado incondicionalmente al cuidado de su Diócesis… Modelo de cristiano sufriente en su enfermedad…Que Dios le pague y le bendiga.
La recompensa prometida al ciervo fiel se cumplirá en nuestro querido Obispo Mons, Florencio.
La muerte que nos quita a la persona que queremos, nos la guarda y purifica para que la encontremos gloriosa en la eternidad con Cristo, todos han muerto, con Cristo volverán a la vida. Ninguno de nosotros – dice el Apóstol- vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor, en la vida y en la muerte somos del Señor (Rom 14, 7-8) El Señor es mi luz y mi salvación, a quien he de temer? El Señor es el refugio de mi vida, porqué he de temblar?
Jesucristo ha resucitado, Ese es el fundamento de nuestra esperanza, Y como parte de la fe y el bautismo, estamos unidos a Cristo y a la muerte, también por la fe vivimos en el convencimiento de que, aunque muertos a esta vida, resucitamos con Él. En Cristo se realizó lo que para nosotros todavía es esperanza. No vemos lo que esperamos, pero somos el cuerpo de aquella Cabeza en que se hizo realidad lo que esperamos “San Agustín”.
Es Dios, siempre Dios, el único que asegura la vida perfecta y duradera sin fin. Dios es fiel, Y la unión con Dios, es más fuerte que la destrucción del cuerpo por la muerte, Jesús es la resurrección y la vida, el que creé en Jesucristo no morirá para siempre.
María, la madre de Jesús, a la que tanto amó Mons. Florencio bajo las advocaciones de nuestra Señora de los Milagros y de Guadalupe, interceda por él y por nosotros ante el Señor.
Ella que es la Reina de los Apóstoles, acompañe a nuestro amado hermano hasta el altar de la Casa del Padre para que participe en la eterna liturgia de alabanza en el Reino de Dios, junto a Jesucristo, tal y como Él nos prometió.
Después de la Santa Misa de exequias, el cuerpo de Mons. Florencio, fue depositado en el lugar que le asignaron el Bautisterio de la parroquia.