MISA DE EXEQUIAS DEL REV. P. MANUEL ESTRADA VILLEDA.

Templo parroquial de la Parroquia de San Joaquín, San Joaquín, Qro., a 21 de marzo de 2018.

En el templo parroquial de la Parroquia de San Joaquín, San Joaquín, Qro., el día 21 de marzo de 2018,  se llevó a cabo la Misa de Exequias del Rev. P. Manuel Estrada Villeda,  de la que actualmente  era Vicario,  la celebración fue presidiada por Mons. Faustino Armendáriz Jiménez, Obispo de Querétaro, y concelebrada por  gran parte del presbiterio Diocesano, participaron  de esta Santa Misa un gran número de fieles provenientes de las distintas parroquias en las cuales el Pbro. Manuel ejerció su ministerio Sacerdotal como Vicario Parroquial.  En su homilía Mons. Faustino, dijo:

 “Hermanos y hermanas todos en el Señor: En el contexto del tiempo cuaresmal que nos encamina poco a poco a la celebración anual de los misterios centrales de nuestra fe; el misterio de la muerte ha salido al encuentro del Rev. P. Manuel Estrada Villeda, quien el día lunes ha sido llamado a la casa del Padre, pero al mismo tiempo el misterio que hoy celebramos nos recuerda que la resurrección ha vencido a la muerte.

Nuestra fe nos anima y nos alienta a creer que la vida —como reza el prefacio de difuntos— “no termina, sino que se transforma, y al deshacerse esta morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el cielo”. Así lo hemos escuchado en la palabra de Dios “si el grano de trigo no cae en tierra y muere queda infecundo; pero si muere da mucho fruto” (Jn 12, 20-33). La cruz, muerte y resurrección es un acto de fecundidad, una fecundidad que dará fruto para muchos. Jesús  se compara a si mismo con el grano que muere en la tierra y genera vida nueva. Con la encarnación Jesús ha venido a la tierra; pero esto no vasta: Él debe también morir para rescatar a los hombres de la esclavitud del pecado y darles una nueva vida reconciliada en el amor. He dicho: “para rescatar a los hombres”, pero para recatarte a ti, a mí, a cada uno de nosotros, Él ha pagado este precio. Este es el misterio de Cristo. La cruz de Cristo es fecunda. La muerte de Jesús, de hecho, es una fuente inagotable de vida nueva, porque lleva en sí la fuerza regeneradora del amor de Dios.

Este es el camino exigente de la cruz que Jesús indica a todos sus discípulos. En diversas ocasiones dijo: “Si alguno me quiere servir, sígame”. No hay alternativa para el cristiano que quiera realizar su vocación. Es la “ley” de la cruz descrita con la imagen del grano de trigo que muere para germinar a una nueva vida; es la “lógica” de la cruz de la que nos habla también el pasaje evangélico de hoy: “El que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la guardará para la vida eterna” (Jn 12, 25).

Este dinamismo del grano de trigo, que se cumple en Jesús, debe realizarse también en nosotros, sus discípulos: estamos llamados a hacer nuestra esta ley pascual, de perder la vida para recibir la nueva y también eterna. Inmersos en este amor por el Bautismo, los cristianos podemos convertirnos en «granos de trigo» y dar mucho fruto si, al igual que Jesús, «perdemos la propia vida» por amor a Dios y a los hermanos (cf. v. 25).¿Y qué significa perder la vida? ¿Qué significa ser el grano de trigo? Significa pensar menos en sí mismos, en los intereses personales y saber ver y salir al encuentro de las necesidades de nuestro prójimo, en especial de los marginados, cumplir con alegría obas de caridad hacia cuantos sufren en el cuerpo y en el espíritu es el modo más auténtico de vivir el Evangelio, es el fundamento necesario para que nuestras comunidades crezcan en la fraternidad y en la acogida recíproca.

El impío piensa “el tiempo hará que nuestro nombre se pierda en el olvido y nadie se acordará de lo que hicimos; nuestra vida pasará como el rostro de la nube, se disipará como neblina acosada por los rayos del sol  y abrumada por el calor” (Sab 2, 1-5.21-23). Sin embargo, el evangelio  nos dice lo contrario: “Si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto”. Esta Palabra da sentido también a nuestra vida, a nuestro sufrir, a nuestro morir, un día. La fraternidad universal por la cual queremos vivir, la paz, la unidad que queremos construir a nuestro alrededor, es un sueño vago, una quimera, si no estamos dispuestos a recorrer el mismo camino marcado por el Maestro.

El P. Manuel así lo creyó, así lo celebró y así lo vivió. 

Así lo creyó como hombre de fe, desde aquel 29 de enero de 1968 en el que nació a la vida, recibió de sus padres D. José Estrada y Dña. Delfina Villeda, el regalo de la fe. Una fe que poco a poco se fue acrecentando hasta madurar y poder llegar a ser sólida. Una fe que compartió especialmente con la predicación. Una fe que compartió con los niños, con los adolescentes, con los jóvenes, y con los adultos.

Así lo celebró como sacerdote de Cristo, desde aquel 02 de marzo del año 2000, cuando tras recibir  la sagrada ordenación sacerdotal de manos del Excmo. Sr. D. Mario De Gasperín Gasperín. Desempeñó su ministerio siempre como  Vicario Parroquial de las Parroquias de San José Obrero, San Juan del Rio, Qro; San José, Vizarrón, Qro; Santo Tomas, Tierra Blanca, Gto; Santa María, Amealco, Qro; San Pedro y San Pablo, Cadereyta, Qro., y finalmente, aquí en San Joaquín.  Su diario presidir el sacramento pascual, sin duda fue para él, la escuela del misterio que lo preparó para este gran momento donde esperamos celebre ya las bodas del cordero pascual.

Así lo vivió como cristiano, especialmente compartiendo su testimonio, entre las gentes. Su sonrisa característica y su manera de ser, le permitieron ser un sacerdote cercano. Ser un sacerdote que marcó la vida de tantas personas.

Que el ejemplo de nuestro hermano sacerdote, sea hoy para nosotros los que lloramos su muerte, la certeza de saber que una vida desgastada por el anuncio del reino, tiene razón y sentido vivirla.  

Que nuestra Señora de los Dolores de Soriano a quien tanto amó, ruegue por él, ahora y por los siglos de los siglos. Amén.”

 

  1. Dale, Señor, el descanso eterno.
  2. Y luzca para él la luz perpetua.
  3. Descanse en paz.
  4. Así sea.
  5. Su alma y las almas de todos los fieles difuntos,

por la misericordia de Dios descansen en paz.

  1. Así sea.