MENSAJE DE PASCUA 2016

escudo del obispo

 

MENSAJE DE PASCUA

MONS. FAUSTINO ARMENDÁRIZ JIMÉNEZ

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«Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó» (Jn 20, 8).

 

A los sacerdotes y diáconos,

a los consagrados y consagradas, 

a los todos los fieles laicos,

a los inmigrantes y personas sin techo,

a los que sufren y se sienten tristes,

a los encarcelados y enfermos,

a los jóvenes y niños,

a todos los hombres y mujeres de buena voluntad de la Diócesis de Querétaro: 

¡Salud, gracia y paz de parte de Dios nuestro Padre y de Jesucristo el Señor!

  1. Durante la noche ha resonado en todas los templos y capillas de nuestra Diócesis, en las que se ha celebrado la Pascua, el Exsultet: “Esta es la noche en la cual Cristo, rompiendo las cadenas de la muerte, surge del sepulcro victorioso ¡Oh noche dichosa, tú sola mereciste conocer el tiempo y la hora en la cual Cristo resucitó de entre los muertos! misterio que nos envuelve y nos llena de profunda alegría”. Canto que nos llena de gozo de fe y de esperanza por saber que Cristo ha resucitado.
  1. El Evangelio de este Domingo de la Resurrección, gira en torno a la experiencia que ha tenido la Iglesia del sepulcro vacío. El texto sagrado nos ubica en el primer día de la semana, es decir, el domingo en el que las mujeres van de madrugada al sepulcro, y encuentran removida la piedra que lo cubría, y sorprendidas de lo que ven sus ojos van a anunciar a los Apóstoles: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto». Ellos corren al sepulcro y verifican el hecho: «Las vendas por el suelo y el sudario que cubría su cabeza plegado en un lugar aparte».
  1. Entonces, el Evangelio respecto al discípulo amado dice que él entrando en el sepulcro vacío, vio y creyó. El evangelista hace notar el impacto que provocó en los ojos del discípulo amado, tal contemplación, ver el sepulcro vacio, las vendas y el sudario ordenados y colocados en sitio aparte, es decir, que en su interior, en los ojos de su corazón y de su alma de discípulo, ha nacido la fe en Jesús Resucitado. De una experiencia sensible “vio”, ha pasado a un hecho sobrenatural “creyó”.
  1. La fe es un don sobrenatural que consiste en apoyar toda la existencia en una verdad que ha sido revelada. Cuando hemos escuchado este anuncio en la noche de Pascua, el Espíritu Santo le ha hablado a nuestro espíritu para hacerle sentir el amor misericordioso de Dios, manifestado a través de Jesucristo, flagelado, coronado de espinas, clavado en la cruz, atravesado por la lanza del soldado, ahora vivo y presente en medio de su Iglesia. Los Apóstoles lo vieron resucitado y por eso afirman: «Dios lo resucitó al tercer día y le concedió la gracia de aparecerse […] a nosotros que comimos y bebimos con él después que resucitó de entre los muertos» (Hch. 10,40-41). Nuestra fe en Jesucristo resucitado es un dato histórico transmitido fielmente por testigos oculares, pero al mismo tiempo permanece como un hecho trascendente que sobrepasa la historia.
  1. La resurrección de Cristo es la verdad fundamental del cristianismo en la que se sostiene nuestra fe. Ella es la verdad, su muerte en cruz fue un sacrificio que Dios aceptó en propiciación por los pecados del hombre, que reconcilió a los hombres con Dios y nos libró del poder del pecado y de la muerte. El Señor se colocó en el lugar de los pecadores, ocupó nuestro lugar y no se opuso a ello «Cristo resucitó de entre los muertos, como primicias de los que murieron» (1Cor 15,20). Con razón San Pablo puede argumentar: «Si los muertos no resucitan, entonces tampoco Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó, vana es nuestra fe y nosotros estamos aún en nuestros pecados» (1Cor 15,16-17).
  1. Todos experimentamos en lo más profundo de nuestro ser, la fuerza oscura del pecado que emerge y nos esclaviza y por eso podemos exclamar con San Pablo: «¡Pobre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de pecado?» (Rm. 7,24). Esto lo puede hacer sólo Cristo, que con su paso de la muerte a la vida nos lleva consigo y nos hace pasar de la esclavitud del pecado a la libertad de los hijos de Dios.
  1. Un testimonio de esta naturaleza lo ha dado San Junípero Serra, por eso su vida, lo llevó a ser intrépido, entusiasta y hasta cierto punto terco en la misión. En su vida no fue conformista ni resignado ante la realidad que vieron sus ojos, también los Apóstoles no se conformaron con el anuncio casi rendido de las mujeres, ellos corrieron para ver y creer, así como el discípulo amado San Junípero recorrió en el camino de la misión y del anuncio del Evangelio, defendiendo a la comunidad nativa y protegiéndola de los abusos, vio esa realidad de muerte y sin resignarse se empeñó en transformarla, anunciando a Jesucristo resucitado. El quiso con el óleo de la misericordia, curar las heridas provocadas por el pecado y salió a ofrecer la vida de Cristo resucitado a sus hermanos.
  1. Querido hermanos, la Pascua de nuestro Señor nos invita a que siguiendo las huellas del discípulo amado «salgamos, salgamos a ofrecer a todos la vida de Jesucristo» (EG, 49). Vayamos a constituirnos con audacia misionera como una Iglesia en salida, anunciando a Jesucristo resucitado y ofreciendo a todos la vida que él no da, para que nuestra misión sea creíble.

A todos ustedes queridos hermanos y hermanas en la fe de la Iglesia, les imparto mi bendición y les hago llegar mis felicitaciones de Pascua, esperando que el Señor nos haga ver y creer, a semejanza del discípulo amado. ¡Felices  Pascuas de Resurrección 2016!