Homilía en la Misa celebrada al inicio de la Semana de Estudios de OSMEX

Templo parroquial del Sagrado Corazón de Jesús, Santiago de Querétaro, Qro., 1º de febrero de 2016
Año Jubilar de la Misericordia

 

Estimados padres formadores,
queridos hermanos y hermanas todos en el Señor:

 

1. Con alegría me complace poder estar con ustedes en esta noche y presidir esta Santa Misa con la cual queremos poner en las manos de Dios, la semana de formación y de estudio para los formadores de la dimensión humana. Me alegra que hayan escogido esta nuestra diócesis como la sede para esta  importante reunión para todos y cada uno de los seminarios de México. Siéntanse en su casa.  Bienvenidos.  

2. Valoramos y reconocemos todos los esfuerzos formativos que el episcopado mexicano hace a través de OSMEX, para que cada vez más en nuestros seminarios haya  formadores que cuenten con los elementos necesarios para llevar a cabo un discernimiento que les permita, en el máximo respeto a la doctrina de la Iglesia sobre la vocación sacerdotal, tomar decisiones, en modo razonablemente seguro, ya sea en orden a la admisión en el Seminario, como en orden a la expulsión de estos centros por motivos de no idoneidad. Sin esta preparación sería muy difícil para cada uno de ustedes “acompañar al candidato hacia la adquisición de aquellas virtudes morales y teologales necesarias para vivir en coherencia y libertad interior la donación total de la propia vida a fin de ser “servidor de la Iglesia comunión” (cf. Congragación para la Educación Católica, Orientaciones para el uso de las competencias de la psicología en la admisión y en la formación de los candidatos al sacerdocio, 29 de junio de 2008). Ya que sin una adecuada formación humana, toda la formación sacerdotal estaría privada de su fundamento necesario (cf. PDV, 43). En este sentido es fundamental que hoy todos y cada uno de los responsables en la formación sacerdotal tengamos en cuenta  que la formación humana está en relación con los destinatarios de la misión en la que cada futuro sacerdote ejercerá su ministerio. Pues “es necesario que el sacerdote plasme su personalidad humana de manera que sirva de puente y no de obstáculo a los demás en el encuentro con Jesucristo Redentor del hombre; es necesario que, a ejemplo de Jesús que «conocía lo que hay en el hombre» (Jn 2, 25; cf. 8, 3-11), el sacerdote sea capaz de conocer en profundidad el alma humana, intuir dificultades y problemas, facilitar el encuentro y el diálogo, obtener la confianza y colaboración, expresar juicios serenos y objetivos (cf. PDV, 43).

3. En este contexto, la palabra de Dios que hemos escuchado en la liturgia de esta noche,  nos ofrece algunas líneas de reflexión que nos ayudarán a profundizar en la importancia y en la necesidad de fortalecer la formación en la dimensión humana de los futuros sacerdotes:

  1. En la primera lectura tomada del segundo libro de Samuel 15, 13-14.30; 16, 5-13), escuchamos el relato de la escena trágica en la cual David recibe la información de la rebelión de su hijo Absalón que pondrá fin a su reinado. David huye. Su huida más que una retirada estratégica, parece resignación, como si quisiera evitar un choque con su hijo. El rey parte al exilio, aunque más bien por la lectura, nos damos cuenta que lo que hace, es una peregrinación penitencial, la humilde aceptación de un castigo divino. De pronto irrumpe la maldición de Semey, un hombre de la  familia de Saúl, en contra de David, lo que acentúa la sensación de encontrarnos ante una derrota irreparable atribuida a la voluntad del Señor, por su actuación sanguinaria y cruel. David usurpó el reinado de Saúl y ahora teme que su hijo Absalón haga lo mismo. David teme que Dios le haya abandonado, por eso rechaza la ayuda del que quiere matar a Semey y acepta la afrenta como una prueba. Su esperanza es que el sufrimiento de hoy pueda ser ocasión de bien para mañana. Queridos padres formadores, este relato histórico en la vida de David,  tiene mucho que enseñarnos. Asumir la historia personal en el proceso de la vida, es un desafío que estamos llamados cada uno de manera personal a asumir. Aún de las situaciones que a los propios ojos, pudieran parecer irreprochables, Dios se vale muchas veces de nuestras miserias para hacer grandes cosas en favor de su pueblo. Es por ello que  en el proceso formativo, debemos emplear todos los medios a nuestro alcance para que los jóvenes seminaristas asuman su historia personal con plena libertad y con responsabilidad y, asumiendo un proceso de sanación se dispongan a ver la obra de Dios en su propia persona. Entre los candidatos podemos encontrar algunos que provienen de experiencias peculiares –humanas, familiares, profesionales, intelectuales, afectivas– que en distinto modo han dejado heridas todavía no sanadas y que provocan disturbios que son desconocidos en su real alcance por el mismo candidato y que, a menudo, son atribuidos erróneamente por él mismo a causas externas a su persona, sin tener, de esta forma, la posibilidad de afrontarlos de manera adecuada. Es evidente que todo esto puede condicionar la capacidad de progresar en el camino formativo hacia el sacerdocio. En este sentido el Magisterio de la Iglesia nos señala que “el recurso a los psicólogos, ya sea antes de la admisión al Seminario, como durante el camino formativo, puede ayudar al candidato en la superación de aquellas heridas en vista siempre a una cada vez más estable y profunda interiorización del estilo de vida de Jesús Buen Pastor, Cabeza y Esposo de la Iglesia. (cf. Congragación para la Educación Católica, Orientaciones para el uso de las competencias de la psicología en la admisión y en la formación e los candidatos al sacerdocio, 29 de junio de 2008). Hoy considero que los recursos que las ciencias humanas  nos ofrecen, contribuyen desde la perspectiva de la fe, para permitir a los jóvenes seminaristas ejercitarse en la libertad interior que les permita asumir su historia como la oportunidad de Dios para ser mejores cada día y estar en grado de vivir en plenitud entregados al servicio de los demás.
  2. En el evangelio (Mc 5, 1-20) en cambio escuchamos la escena dramática del endemoniado de Gerasa, quien al ser poseído por los espíritus del mal, no sólo sufre en el cuerpo, sino sobre todo en el alma; se ve ofuscado y violentado, en sí mismo lleva las heridas que la situación le ha provocado. El Señor no duda en hacerle el bien, liberándolo de la toda opresión que le impidiese ser un hombre libre que pudiera dar gloria a Dios. Lo curioso que me resulta de este texto es lo que señala casi al final el texto. Narra que al subir a la barca el que había estado endemoniado le pedía que el dejase ir con él. Pero no lo dejó sino que le dijo: “Vete a tu casa con los tuyos y cuéntales lo que el Señor ha hecho contigo y cómo ha tenido compasión de ti” (v. 18). ¿Qué nos enseña esto? para el Señor todos somos importantes y con todos y para todos obra el bien. No importa la situación de la que provengamos. Para él, siempre será prioridad nuestro bienestar y nuestra felicidad. A él, la historia personal no le cuestiona. Sin embargo, la elección para seguirle de cerca viene de él.  El endemoniado que había sido curado le pide seguirle de cerca, sin embargo él no se lo permite, más bien lo envía para que anuncie lo que el Señor ha hecho en él y cómo ha tenido compasión de él. Queridos padres formadores, en el camino de la formación muchas veces nos hemos encontrado con situaciones donde seminaristas llegan a la formación con varios problemas que les impiden la libertad interior. Creo que nuestra tarea como formadores será la de ayudar a sanar a estos jóvenes, sin embargo, debemos empeñarnos en  hacer un discernimiento que nos ayude aclarar si el Señor realmente les llama  para seguirle por este camino  o es necesario que abandonen el seminario y le sigan en su casa y con los suyos.  “El auxilio de la psicología debe integrarse en el cuadro de la formación global del candidato, de tal manera que no obstaculice, sino que se asegure, en modo particular, la salvaguardia del valor irrenunciable del acompañamiento espiritual, cuya tarea es la de mantener orientado al candidato en la verdad del ministerio ordenado, según la visión de la Iglesia. El clima de fe, de oración, de meditación de la Palabra de Dios, de estudio de la teología y de vida comunitaria –fundamental para la maduración de una generosa respuesta a la vocación recibida de Dios– permitirá al candidato una correcta comprensión del significado y la integración del recurso a las competencias de la psicología en su camino vocacional”. (cf. Congragación para la Educación Católica, Orientaciones para el uso de las competencias de la psicología en la admisión y en la formación e los candidatos al sacerdocio, 29 de junio de 2008).

 

4. Les animo para que durante estos días, que estarán en estudio, aprovechen todos los elementos pedagógicos que se les presenten. Pensando que  la elección es de Dios, la respuesta es de cada seminarista y, cada uno de ustedes es un instrumento puesto por Dios y por la Iglesia, para hacer que “llamada” y “respuesta” se den en la libertad, en la generosidad, pero sobre todo en la santidad.: “Un buen sacerdote, por lo tanto, —como Recientemente lo ha dicho el Papa Francisco en su discurso dirigido con ocasión el 50 aniversario de los documentos conciliares Optatam Totius y Presbyterorum Ordinis— es ante todo un hombre con su propia humanidad, que conoce la propia historia, con sus riquezas y sus heridas, y que ha aprendido a hacer las paces con ella, alcanzando la serenidad profunda, propia de un discípulo del Señor. La formación humana, por lo tanto, es una necesidad para los sacerdotes, para que aprendan a no dejarse dominar por sus límites, sino más bien a fructificar sus talentos” (20 de noviembre de 2015).

5. Pongamos en las manos de María, Madre de los sacerdotes, todos los empeños y tareas en pro de la formación de los futuros sacerdotes; que su maternal intercesión sean para nosotros, un refugio seguro ante la duda y ante la incertidumbre que la formación sacerdotal pudiera  generar. Amén.

† Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo de Querétaro