HOMILÍA EN LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA. Con motivo del Rito de aceptación a las Sagradas Órdenes y la institución del Ministerio de Lectorado.

HOMILÍA EN LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA CON MOTIVO DEL RITO DE ACEPTACIÓN A LAS SAGRADAS ÓRDENES Y LA INSTITUCIÓN DEL MINISTERIO DE LECTORADO

Capilla de la Casa de formación de los Operarios el Reino de Cristo, Col. Jardines de Querétaro, 02 de junio de 2016,
Año de la Misericordia
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Queridos hermanos y hermanas todos en el Señor:

1. Con alegría y con fe celebramos esta santa Misa en el contexto de la celebración jubilar por los cincuenta años de la fundación de esta Confraternidad, agradeciendo a Dios todas sus bondades, las cuales poco a poco han ido fraguando la identidad de los sacerdotes Operarios del Reino de Cristo y poder así ofrecer a la Iglesia, ministros enamorados del Reino, testigos del evangelio y servidores de la verdad.

2. Sin duda que este año jubilar, que la Providencia de Dios les ha concedido por voluntad del Papa Francisco, ha sido un tiempo de gracia y de reconciliación para volver la mirada a la esencia del Evangelio donde el P. Enrique Amezcua, bebió el espíritu para la fundación. Hoy es fundamental e indispensable que sumergidos en este cambio de época no perdamos de vista los elementos que nos constituyen como una comunidad de discípulos y misioneros que viven con Jesús y que su anhelo es difundir el mensaje cristiano. Es necesario que no pierdan de vista el carisma fundacional, por el contrario lo habrán perdido todo. El Papa Francisco en su carta a los consagrados con ocasión del año de la vida consagrada les ha dicho: “No se trata de hacer arqueología o cultivar inútiles nostalgias, sino de recorrer el camino de las generaciones pasadas para redescubrir en él la chispa inspiradora, los ideales, los proyectos, los valores que las han impulsado, partiendo de los fundadores y fundadoras y de las primeras comunidades. También es una manera de tomar conciencia de cómo se ha vivido el carisma a través de los tiempos, la creatividad que ha desplegado, las dificultades que ha debido afrontar y cómo fueron superadas. Se podrán descubrir incoherencias, fruto de la debilidad humana, y a veces hasta el olvido de algunos aspectos esenciales del carisma. Todo es instructivo y se convierte a la vez en una llamada a la conversión. Recorrer la propia historia es alabar a Dios y darle gracias por todos sus dones” (Francisco, Carta apostólica a los consagrados con ocasión de año de la vida consagrada, 21.11.2014).

3. Un jubileo como bien sabemos no sólo es fiesta, también es tiempo de perdón, de reconciliación, de conversión y de cambio de vida y de actitudes. Es muy importante asumir el espíritu de la nueva evangelización, que nos impulsa a la conversión pastoral, en las personas y en las estructuras, que sostienen nuestro ser y nuestro quehacer en la Confraternidad, de manera que cada uno podemos asumir el compromiso de ser alegres testigos del evangelio. En este sentido el Papa Francisco nos ha recordado algo fundamental: «Toda la renovación de la Iglesia consiste esencialmente en el aumento de la fidelidad a su vocación […] Cristo llama a la Iglesia peregrinante hacia una perenne reforma, de la que la Iglesia misma, en cuanto institución humana y terrena, tiene siempre necesidad» (cf. Evangelium Gaudium, 26). Esta conversión implica creer en la Buena Nueva, creer en Jesucristo portador del Reino de Dios, en su irrupción en el mundo, en su presencia victoriosa sobre el mal; creer en la asistencia y conducción del Espíritu Santo; creer en la Iglesia, Cuerpo de Cristo y prolongadora del dinamismo de la Encarnación. No dejemos pasar de balde este tiempo y como compromiso de este jubileo, hagamos acciones concretas en pro de la conversión, que testifiquen que la gracia no ha suido en vano. Como bien ha dicho el Papa en la carta que mencioné anteriormente: “No se replieguen en ustedes mismos, no dejen que las pequeñas peleas de casa les asfixien, no queden prisioneros de sus problemas. Estos se resolverán si van fuera a ayudar a otros a resolver sus problemas y anunciar la Buena Nueva. encontrarán la vida dando la vida, la esperanza dando esperanza, el amor amando” (Francisco, Carta apostólica a los consagrados con ocasión de año de la vida consagrada, 21.11.2014).

4. Hoy en la primera lectura (2 Tim 2, 8-15), escuchamos como san Pablo le recuerda a Timoteo que nuestra fe se fundamente en Cristo resucitado, es decir, el evento de la resurrección del Señor debe estar en el centro de su vida y debe ser la razón de la existencia. De la misma manera para nosotros los creyentes de ahora, debemos recordar siempre que es Jesucristo resucitado quien debe impulsar nuestra fe, nuestra esperanza y nuestra caridad. Cuando anunciamos otra cosa y no a Cristo resucitado, corremos el riesgo de anunciarnos a nosotros mismos y ponernos nosotros mismos en el centro. Cuando no anunciamos a Cristo resucitado, el kerigma se ve manipulado y por lo tanto no expresa el amor genuino de Dios por mí y por ti. La centralidad del kerygma demanda ciertas características del anuncio que hoy son necesarias en todas partes: que exprese el amor salvífico de Dios previo a la obligación moral y religiosa, que no imponga la verdad y que apele a la libertad, que posea unas notas de alegría, estímulo, vitalidad, y una integralidad armoniosa que no reduzca la predicación a unas pocas doctrinas a veces más filosóficas que evangélicas. Esto exige al evangelizador ciertas actitudes que ayudan a acoger mejor el anuncio: cercanía, apertura al diálogo, paciencia, acogida cordial que no condena. Demos pie a una formación cuyo centro sea el mensaje genuino de la resurrección (EG, 165).

5. En el salmo responsorial le hemos dicho a Dios: “Descúbrenos, Señor, tus caminos” (cf. Sal 24). Hagamos nuestra esta suplica de manera que sea el Señor el que guie nuestra vida, la sostenga y acompañe, y así —sacerdotes, formadores y seminaristas—, no busquemos otra cosa sino lo gloria de Dios. Solamente que el Señor, solo le descubre sus caminos a quien le teme y guarda su alianza y sus mandatos.

6. Me alegra que sea en esta celebración donde ustedes, queridos jóvenes: Cruz Enrique y Luis Alfredo, reciban el Ministerio de Lectorado. La Iglesia, al instituir el Ministerio de Lectorado, dócil a las enseñanzas de su Señor, asegura que sea la palabra de Dios, leída y proclamada en la acción liturgia, la fuente de vida y espiritualidad de la vida cristiana, por eso queridos jóvenes que hoy reciben este ministerio, les animo para que sean ustedes los primeros en amar y escuchar la Palabra de Dios. Es fundamental que la Palabra revelada fecunde radicalmente la vida de cada cristiano, más aún de cada joven que se prepara para el ministerio sacerdotal. “La evangelización requiere la familiaridad con la Palabra de Dios y esto exige a las diócesis, parroquias y a todas las agrupaciones católicas, proponer un estudio serio y perseverante de la Biblia, así como promover su lectura orante personal y comunitaria” (EG, 175). Queridos jóvenes que en adelante desempeñarán en la comunidad este noble ministerio, acojan con docilidad el sublime tesoro de la Palabra revelada que quiere ser para su vida y la de la comunidad, la fuente perenne donde se nutra su corazón y su existencia. La fuente perenne donde encuentren el punto de partida para que como San Pablo, lleguen a decir en su vida “¡Ay de mí si no anunciara el Evangelio!” (1 Co 9,16).

7. Esta Confraternidad ha nacido y se ha gestado bajo la mirada de nuestra Madre la Santísima Virgen María de Guadalupe, lo que significa que —como nos ha dicho el santo Padre en su visita a nuestra patria—: “la «Virgen Morenita» nos enseña que la única fuerza capaz de conquistar el corazón de los hombres es la ternura de Dios. Aquello que encanta y atrae, aquello que doblega y vence, aquello que abre y desencadena no es la fuerza de los instrumentos o la dureza de la ley, sino la debilidad omnipotente del amor divino, que es la fuerza irresistible de su dulzura y la promesa irreversible de su misericordia” (Francisco, Discurso a los obispos, catedral metropolitana de la ciudad de México, 13.02.2016). En ella tendrán siempre el modelo de vida, el modelo de formación y sobre todo el modelo de quien busca cumplir la voluntad de Dios.

8. Reitero mi felicitación por estos cincuenta años de fundación para cada uno de ustedes — sacerdotes, formadores y seminaristas —, poniéndoles a cada uno en el corazón de Jesús que les ha llamado a ser sus amigos. Y que la Santísima Virgen María de Guadalupe, guíe siempre su corazón hacia la alegría que sólo el Señor puede darnos.

Amén.

+ Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo de Querétaro