DESDE LA CEM: 19 Octubre, San Pablo de la Cruz

 

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de Enrique Díaz Díaz
Obispo Coadjutor de San Cristóbal de las Casas

 

 

Efesios 3, 2-12: “El designio secreto de Dios realizado en Cristo ha sido revelado ahora: también los paganos son partícipes de la misma promesa”

Isaías 12, 2-6: “El Señor es mi Dios y salvador”

San Lucas 12, 39-48: “Al que mucho se le da, se le exigirá mucho”

 Con frecuencia al escuchar el evangelio nos viene la tentación de acomodárselo, a veces aduciendo cariño o buena voluntad, a otras personas: a los hijos, al cónyuge, al vecino o a quienes consideramos lo necesitan.

Sin embargo la palabra de Dios está dirigida primeramente y primordialmente a uno mismo, como un mensaje de salvación. Pedro también sufre esta misma tentación y su pregunta así lo manifiesta: “¿Esta parábola también es para nosotros?” Si reconocemos la Escritura como carta de amor para cada uno de nosotros, la viviremos y disfrutaremos primeramente en nosotros mismos.

Está atento, ten cuidado”, son las palabras de alguien que nos quiere y llama nuestra atención para que despertemos nuestros sentidos y examinemos nuestros objetivos en el camino que estamos recorriendo. Siempre tendremos el riesgo de equivocarnos y debemos estar siempre en guardia; debemos vigilar y guiar el movimiento de nuestras pasiones, el pulso de nuestros sentimientos y los impulsos de nuestro temperamento. Siempre es necesario un auto examen de frente a las exigencias del Evangelio. Las señales de que se está en buen camino son el servicio y los frutos.

Cada uno de nosotros, en grados diferentes, poseemos algún don que debe ser empleado; tenemos capacidades que se necesitan ejercitar, cualidades que deben dar frutos. Por desgracia muchas quedan desperdiciadas en el ocio, en el descuido o en el egoísmo.

Las palabras de Jesús son hoy una llamada de atención para descubrir qué estamos haciendo con nuestras capacidades y si no nos hemos adormilado descuidando nuestras opciones. Ser un discípulo de Jesús implica un constante esfuerzo por ser fiel al evangelio, coherencia entre lo que decimos y hacemos, frutos reconocibles en nuestro servicio a los hermanos.

Sí, el Señor nos ha dado mucho, pero también nos exigirá mucho en frutos de amor, de justicia y de servicio.