70 ANIV. DE LA CORONACIÓN DE LA BENDITA IMAGEN DE NTRA. SEÑORA DE GUADALUPE.

San Juan del Rio, Qro., 19 de Enero de 2019.

Mons. Faustino Armendáriz Jiménez, Obispo de la Diócesis de Querétaro, visito la Parroquia de San Juan Bautista,  San Juan del Rio, Qro., para presidir la Sagrada Eucaristía  con motivo de su la Celebración del 70 Aniversario de Coronación de la Bendita imagen de Ntra. Señora de Guadalupe, el  día 19 de Enero de 2019. Concelebraron esta Santa Misa Pbro. Javier Bocanegra Morales,  Párroco, Pbro. Luis Miguel Pinto Paulín, Pbro. Fidencio Guadalupe Atanacio Servín León, y algunos otros sacerdotes que acompañaron.  Mons. Faustino les comento en su homilia: «Sin duda que el recuerdo de aquel día memorable se ha prolongado generación tras generación, a los largo de estos años, con la esperanza que también hoy, cada uno de nosotros, con viva fe y filial devoción, nos veamos incrustados entre las preciosas piedras que adornan tan bella corona y postrados a sus pies volvamos poner sobre sus manos el cetro que simboliza su autoridad y su señorío».

Ya en su homilía completa les exhorto diciendo:

«Estimado Sr. Cura, Queridos padres vicarios, Hermanos sacerdotes, Queridos laicos, Estimados hermanos y hermanas todos en el Señor:

Con gran gozo nos reunimos esta mañana para celebrar nuestra fe y honrar la memoria de Nuestra Señora la Santísima Virgen María de Guadalupe, quien en su Bendita imagen ha sido honrada con aurea corona por el Excmo. Sr. Obispo D. Marciano Tinajero y Estrada aquella mañana del 19 de enero de 1949 y a cuyos pies el Excmo Sr. Obispo de León colocó el cetro de mando sobre todos y cada uno de los fieles de esta noble y fiel ciudad de San Juan del Río. Sin duda que el recuerdo de aquel día memorable se ha prolongado generación tras generación, a los largo de estos años, con la esperanza que también hoy, cada uno de nosotros, con viva fe y filial devoción, nos veamos incrustados entre las preciosas piedras que adornan tan bella corona y postrados a sus pies volvamos poner sobre sus manos el cetro que simboliza su autoridad y su señorío.

En este contexto la palabra de Dios hoy nos ilumina y nos ayuda para que juntos hagamos nuestras estas dos acciones en este día: “coronar su cienes con corona real” y “depositar sobre sus manos el cetro de autoridad”.

¿Qué nos dice la palabra Dios? En el evangelio hemos escuchado la célebre narración de la visitación (Lc 1, 39-48), en la cual vemos a María que se encamina presurosa a visitar a su prima Isabel. Caminó hacia la casa de Isabel para acompañarla en la última etapa del embarazo. En este caminar no iba sola, llevaba en su vientre al Hijo de Dios, a Jesús. En este caminar su motivación primaria fue la conciencia que más que ayudar a la prima, era llevarle motivos para vivir alegre. Así lo hizo también, aquel 12 de diciembre, cuando vino a buscar al indito Juan Diego, para decirle: « ¿No estoy aquí yo, que soy tu madre?» (Nican Mopohua, 119). Así lo ha hecho en este Santuario desde hace muchos años, repitiéndonos constantemente: “Escucha, ponlo en tu corazón, hijo mío, que no se perturbe tu rostro y tu corazón. ¿No estoy yo aquí que soy tu madre? ¿No estas bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy yo la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto? En el cruce de mis brazos? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosas? (cf. Nicán Mopohua, nn.118-119). De esta manera nos enseña que el cetro que esta parroquia ha depositado sobre sus manos es un cetro de servicio, de cercanía, de búsqueda, de salida sobre todo de aquellos que más lo necesitan, de aquellos que necesitan del consuelo, del amor y de la santa esperanza. El Papa Francisco recientemente nos ha dicho: « En la escuela de María aprendemos a estar en camino para llegar allí donde tenemos que estar: al pie y de pie entre tantas vidas que han perdido o le han robado la esperanza. En la escuela de María aprendemos a caminar el barrio y la ciudad no con zapatillas de soluciones mágicas, respuestas instantáneas y efectos inmediatos; no a fuerza de promesas fantásticas de un seudo-progreso que, poco a poco, lo único que logra es usurpar identidades culturales y familiares, y vaciar de ese tejido vital que ha sostenido a nuestros pueblos, y esto con la intención pretenciosa de establecer un pensamiento único y uniforme» (Homilía del 12 de diciembre de 2018).

Volviendo al texto evangélico leemos que dice: Isabel al darse cuenta de la presencia de María, exclamó: «Bendita tu eres entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre». Sin duda que una reacción muy natural en las almas puras, especialmente en las almas que se sienten bendecidas por la presencia de María, por la presencia de Dios en sus vidas. En este sentido se justifica y se entiende que nuestros padres hayan querido colocar una aurea corona sobre esta bendita imagen. ¿Cuantas bendiciones habrán recibido, que les movió a reconocer en ella a la Bendita entre las mujeres y honrarla con tan significativo gesto? Solo ellos y su corazón lo han sabido. Sin embargo, cada uno de nosotros también podemos ser partícipes; dejemos que la Virgen Santa hoy nos muestre al fruto bendito de su vientre. Dejemos que como aquel 12 de diciembre también a nosotros nos llame “hijitos”. Con corazón de madre, ella busca levantar y dignificar a todos aquellos que, por distintas razones y circunstancias, fueron inmersos en el abandono y el olvido. Hagamos memoria del sin fin de ocasiones en las cueles hemos podio sentir su cercanía y su protección. De tal manera que hoy también nuestro corazón junto con las demás joyas adorne tan preciosa corona.

Queridos hermanos y hermanas, ni la corona ni el cetro tienen sentido si no seguimos el ejemplo de María, que salió en búsqueda de los que más necesitan la presencia de su Hijo. Ni la corona ni el cetro tienen sentido si no reconocemos en María a la mujer que nos ofrece la salvación. No tengamos miedo de salir a mirar a los demás con su misma mirada. Una mirada que nos hace hermanos. Lo hacemos porque, al igual que Juan Diego, sabemos que aquí está nuestra madre, sabemos que estamos bajo su sombra y su resguardo, que es la fuente de nuestra alegría, que estamos en el cruce de sus brazos.

Coronemos a María con el compromiso de ser evangelizadores de la alegría. Coronemos a María siendo conscientes de los muchos beneficios que su presencia nos regala. Coronemos a yendo a buscar a tantos Juan Diegos que viven en nuestras familias, barrios, colonias y ciudades. Y repitamos con fe: “Escucha, ponlo en tu corazón, hijo mío, que no se perturbe tu rostro y tu corazón. ¿No estoy yo aquí que soy tu madre? ¿No estas bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy yo la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto? En el cruce de mis brazos? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosas? (cf. Nicán Mopohua, nn.118-119).

Renovemos la filial devoción a nuestra Señora de Guadalupe, ofreciendo nuestra vida y nuestra perenne oración, por eso les invito a decir juntos. “Bajo tu emparo nos acogemos Santa Madre de Dios… Amén».

Al finalizar la celebración  el Sr. Obispo  les dio la bendición, y les invito a consagrarse a la Santísima Virgen María.