3er. DÍA DE NOVENARIO DE PREPARACIÓN A LA FIESTA LITÚRGICA DE NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES DE SORIANO.

𝐍𝗼𝘃𝗲𝗻𝗮 𝗲𝗻 𝗽𝗿𝗲𝗽𝗮𝗿𝗮𝗰𝗶𝗼́𝗻 𝗮 𝗹𝗮 𝗙𝗶𝗲𝘀𝘁𝗮 𝗟𝗶𝘁𝘂́𝗿𝗴𝗶𝗰𝗮 𝗱𝗲 𝗡𝘂𝗲𝘀𝘁𝗿𝗮 𝗦𝗲𝗻̃𝗼𝗿𝗮 𝗱𝗲 𝗹𝗼𝘀 𝗗𝗼𝗹𝗼𝗿𝗲𝘀 𝗱𝗲 𝗦𝗼𝗿𝗶𝗮𝗻𝗼.  𝟯er. 𝗗ía.

𝑉. ¡Ave María Purísima!
𝑅. Sin pecado concebido.
𝗦𝗘𝗡̃𝗔𝗟 𝗗𝗘 𝗟𝗔 𝗖𝗥𝗨𝗭.
PERSIGNARSE: Por la Señal + de la Santa Cruz, de nuestros + enemigos, líbranos + Señor Dios Nuestro.
SANTIGUARSE: En el nombre del Padre, + y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
𝗔𝗖𝗧𝗢 𝗗𝗘 𝗖𝗢𝗡𝗧𝗥𝗜𝗖𝗜𝗢́𝗡.
Señor mío, Jesucristo, Dios y hombre verdadero. Creador y Redentor mío, por ser tú quien eres, y porque te amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberte ofendido. Quiero y propongo firmemente confesarme a su tiempo. Ofrezco mi vida, obras y trabajos en satisfacción de mis pecados. Y confío en tu bondad y misericordia infinita que me los perdonarás y me darás la gracia para no volverte a ofender. Amén.
𝗢𝗥𝗔𝗖𝗜𝗢́𝗡 𝗜𝗡𝗜𝗖𝗜𝗔𝗟.
Amorosísima Madre Dolorosa, Tú has escogido esta Imagen y este Templo y Misión de Soriano, para conservar la fe de los que ocurrimos a este lugar a venerarte. Aquí ante esta tu Imagen de Soriano, nos recuerdas los Dolores que sufriste al pie de la Cruz por nuestras almas, y nos mueves a penitencia y confesión de nuestras culpas, para que podamos volver a nuestras tierras y familias con limpios corazones, y llenos de la Paz de Dios. Así te acuerdas de tus misericordias, y logras que el sacrificio de Jesús tu Hijo nos aproveche, y te muestras Madre, cual Jesús te constituyó en el monte Calvario al decirte: “ve ahí a tu Hijo.” Pues, Oh Madre, mueve mi espíritu a dolor de mis muchos pecados, y con tu poder cambia mi corazón. Y con la confianza de que así lo haces ya conmigo, me vuelvo a mi Dios, mi Dueño y mi Redentor, diciéndole: Me pesa de haber pecado; me pesa por ser Dios mi Padre, y tan bueno; y me pesa porque con mis culpas he sido causa de los Dolores de Jesús y de María. No volveré más a pecar. Así sea.
𝗠𝗘𝗗𝗜𝗧𝗔𝗖𝗜𝗢́𝗡.
PRIMER DOLOR
La presentación del Niño Jesús en el Templo
Nos dice el evangelio de san Lucas 2, 23-35. Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al señor, como está escrito en la Ley del señor: Todo varón primogénito será consagrado al señor. Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto a cristo del señor. Movido por el Espíritu, vino al Templo, y cuando los padres introdujeron al niño Jesús, lo tomó en brazos y bendijo a dios diciendo:” Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz, porque han visto mis hijos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel.” Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él. Simeón les bendijo y dijo a María su madre: “Este niño está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción – ¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! – a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones.”
Cuarenta días, y no más, llevaba la dichosa madre de gozar la aventura de ver el rostro de su niño, de anegarse en la luz de sus ojos, de mecer en su regazo a su tesoro, tesoro del mundo, tesoro del Padre, Desde el pesebre había visto al fruto bendito de su vientre, tendiendo hacia ella sus manecitas cual si le dijese: ¡tus brazos son mi trono.
Cuarenta días no más ¡Y, ahora, tiene que oír que lo entregaran a la muerte! Y tiene que vivir a la orilla de aquel Abismo, que la espada de Simeón acaba de abrir entre ella y Jesús: Abismo, sí, porque ya no le poseerá tranquilamente y sabe que tendrá que sufrir su pasión. Abismo, porque ya sabe que Jesús pertenece a todos los pecadores; a la ira del Padre; y para su Madre María ya no es si no una víctima que la encargan guardar hasta la hora del sacrificio. ¡Terrible encargo para una madre! Pues ese fue el encargo de María por su calidad de Madre de Dios.
Simeón había profetizado: “Este Niño está para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción”. Para caída completa, para perdición irreparable. ¡Cómo! ¿Habrán de vivir gentes para quienes hubiera valido más que Jesús no hubiese descendido a la tierra? Cierto, sólo para amar vino Jesús al mundo, y he aquí que su advenimiento tiene como primer resultado una oposición que causará la eterna perdición de muchas almas, la devastación de su patria terrenal y la dispersión de su pueblo escogido. ¡Oh cruelísima previsión para María, la más cruel de todas!
Alivio a su inconsolable dolor debió haber sido el pesar en las innumerables muchedumbres de los que se habían de salvar, y así fue creciendo en el corazón dolorido de María un tierno afán de salvar almas.
Santísima Madre, te queremos dar gracias por acatar la soberana voluntad de Dios y por enseñarnos que nuestra voluntad humana no es perfecta si no cuando nuestra sumisión a la voluntad divina es absoluta.
¡Ruega por nosotros, Dolorosa madre! Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo. Amén.
(Hagamos un momento de meditación, y luego la petición)
𝗥𝗲𝘇𝗮𝗿 𝗲𝗹 𝗔𝘃𝗲 𝗠𝗮𝗿𝗶́𝗮 𝘁𝗿𝗲𝘀 𝘃𝗲𝗰𝗲𝘀.
𝑉. Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre, Jesús.
𝑅. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros los pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
𝗢𝗥𝗔𝗖𝗜𝗢́𝗡 𝗙𝗜𝗡𝗔𝗟.
Oh, santa Madre de Dios, al sumergirme en el océano de tus dolores y contemplar lo que has padecido junto a tu hijo por mi salvación y la salvación de mundo entero, el arrepentimiento de mis pecados invade mi corazón y surge, en mí, un firme propósito de enmienda y cambio de vida. Además, tengo la plena confianza de que Tú acoges, en tu corazón inmaculado y dolorido, mi humilde suplica que ahora te presento (hago mi petición por la que estoy haciendo esta novena) … Oh dolorosa Madre, entrégala a tu divino Hijo, Nuestro Señor Jesucristo; y así, asociándome contigo a su pasión, pueda yo merecer participar de su gloriosa resurrección, Amén.
¡Ruega por nosotros, Virgen Dolorosa!
Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
𝗦𝗘𝗡̃𝗔𝗟 𝗗𝗘 𝗟𝗔 𝗖𝗥𝗨𝗭.
PERSIGNARSE: Por la Señal + de la Santa Cruz, de nuestros + enemigos, líbranos + Señor Dios Nuestro.
SANTIGUARSE: En el nombre del Padre, + y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
𝑉. ¡Ave María Purísima!
𝑅.. Sin pecado concebido.
𝗖𝗔𝗡𝗧𝗢 𝗙𝗜𝗡𝗔𝗟
Ruega por nosotros Dolorosa Madre.
*Ruega por nosotros,
Dolorosa Madre,
para que tu Hijo
no nos desampare.
Salve mar de penas,
Salve triste Madre,
Salve Reina hermosa,
llena de piedades.
*Ruega por nosotros, etc.
De tus ojos penden
las felicidades,
míranos Señora,
no nos desampares.
*Ruega por nosotros, etc.