HOMILÍA EN LA CELEBRACIÓN DEL DOMINGO DE RAMOS Y DE LA PASIÓN DEL SEÑOR

(JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD) 

Santa Iglesia Catedral, Ciudad episcopal de Santiago de Querétaro, Qro., a 20 de marzo de 2016.

Año de la Misericordia  – Año de evaluación y programación del PDP

 Estimados hermanos y hermanas todos en el Señor, queridos jóvenes:

  1. Después de haber peregrinado durante ya casi cuarenta días, guiados por el espíritu de la penitencia, la oración y el ayuno, el día de hoy llegamos a los umbrales de esta semana en la cual unidos a toda la Iglesia, de manera profunda queremos contemplar la pasión de Jesús (Lc 22, 14-23,56) y unirnos a ella desde nuestra realidad, nuestra historia personal y nuestra condición de vida.
  1. Y es precisamente en esta “hora” ― (Lc 22, 14-23, 56), cuando comienza la “prueba” mediante la cual, Jesús lleva a cumplimiento el proyecto del Padre, que consiste en “la reconciliación y la salvación de los hombres, para que junto con él, ―aquellos que perseverando en la prueba—, puedan sentarse a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el Reino de los cielos”. Una prueba que se vive apoyándose directamente en la cruz, y teniendo como modelo principal a Jesús, el Hijo de Dios y el Siervo Inocente. Jesucristo manifiesta la fidelidad a este proyecto de Dios, porque es fiel a la escucha de la Palabra de su Padre y porque no se siente abandonado por él (cf. Is 50, 4-7). La pasión de Jesús constituye la última etapa del “camino” que ha llevado al Mesías a través de Galilea hacia Jerusalén. Este camino conducirá a Jesús a la derecha del Padre. Lucas poniendo en boca de Jesús una terminología clave, característica de esta etapa, habla de su partida, es decir, del éxodo (Lc 9, 31), de su asunción (Lc 9, 51) y del cumplimiento (Lc 13, 32).
  1. La pasión representa al mismo tiempo, el fin del camino y de la misión terrena, llevadas positivamente a término, convirtiéndose así en una etapa a la resurrección y a la entrada en la gloria eterna. Así, el sufrimiento viene asumido, en tal modo, como elemento indispensable para la vía que conduce a la gloria, a la felicidad (Lc 24, 26); un camino que Jesús inaugura para el hombre y que se convierte en ‘paradigma’ de la existencia cristiana. La cultura que nos circunda, muchas veces nos confronta con la idea que el dolor y el sufrimiento no deben, ni pueden ser parte de la vida ordinaria. Sin embargo, hoy Jesús nos está diciendo que el dolor y el sufrimiento, son parte esencial y constitutiva de la vida misma del ser humano, del camino para llegar a la gloria del cielo.
  1. Es en la escucha de la Palabra de Dios y en una constante comunicación con él, que se puede entender y se puede asumir lo que Jesús nos está proponiendo con su pasión,. El profeta Isaías lo refiere cuando escribe: “Mañana tras mañana, el Señor, despierta mi oído, para que escuche yo como discípulo. El Señor me ha hecho oír sus palabras y yo no he puesto resistencias” (cf. Is 50, 4-5). En un lenguaje nuestro diríamos que es en la experiencia del discipulado que se entiende el plan de Dios. La tradición hebraica refiere que el discípulo es “aquel alumno que viene instruido, capacitado, ejercitado o familiarizado con cualquier cosa”, más aún, “es aquel quien debe sellar la ley en su corazón”, con el objetivo de conocer los caminos de Dios (Sal 25, 4; Dt 5, 1; Sal 119, 7. 71). Pues lo exige la palabra que viene de la fuente de la sabiduría. El ideal no está en apoyarse en un maestro humano, sino en ser discípulos de Dios mismo. En tal modo, la sabiduría divina es personificada con claridad a los hombres, para escucharla y seguir sus enseñanzas (cf. Prov 1, 20; 8, 4).
  1. Durante esta semana santa abramos los oídos y escuchemos con atención la Palabra de Dios de manera que podamos entender que en el camino de la vida, el dolor y el sufrimiento son realidades que no podemos excluir. La Palabra de Dios exige la disposición de la mente y del ánimo para poder entrar en la vida del hombre y dar cabida a Dios, pues la liturgia cristiana, siendo una liturgia interpretativa, motiva a los creyentes a dar una respuesta efectiva y afectiva. Cristo, mañana tras mañana (cf. Is 50 4), es modelo de quien sabe escuchar la Palabra de Dios, entenderla y llevarla a la práctica con la propia vida, al grado de exponerse y entregarse a la muerte (cf. Hb 10, 1-18).
  1. Queridos jóvenes, reunidos aquí para celebrar en este día la Jornada Mundial de la Juventud, bajo el lema: «Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia» (Mt 5,7), es contemplando a Cristo en su pasión dolorosa, camino al clavario, donde hayan respuesta muchas de las interrogantes existenciales que anidan en su corazón. El santo Padre Francisco en su mensaje para esta Jornada, consciente de la realidad de muchos de ustedes, lanza estos cuestionamientos para cada uno de ustedes: “¿has sentido alguna vez en ti esta mirada de amor infinito que, más allá de todos tus pecados, limitaciones y fracasos, continúa fiándose de ti y mirando tu existencia con esperanza? ¿Eres consciente del valor que tienes ante Dios que por amor te ha dado todo? Como nos enseña San Pablo, «la prueba de que Dios nos ama es que Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores» (Rom 5,8). ¿Pero entendemos de verdad la fuerza de estas palabras?” —Y el mismo responde—: “¡La cruz es el signo más elocuente de la misericordia de Dios! Ésta nos da testimonio de que la medida del amor de Dios para con la humanidad es amar sin medida! En la cruz podemos tocar la misericordia de Dios y dejarnos tocar por su misericordia” (Francisco, Mensaje para la XXXI Jornada Mundial de la Juventud, 15 de agosto 2015). Hagamos de la cruz nuestra bandera, nuestro escudo y nuestra fortaleza. Carguemos cada día la cruz que el Señor no ha dado, confiando en que él camina con nosotros.
  1. Vivamos con intensidad estos días santos, dando el espacio y el momento para reflexionar y vivir los misterios de Dios en nuestra vida. Sin duda que la religiosidad popular nos ayudará a entender y a conocer mejor la celebración de estos días, por lo cual les deseo que participemos con devoción y con fe, evitando caer en la sola presencia artística o cultural. Es necesario que intensifiquemos la oración, la penitencia y particularmente el ejercicio de la caridad. Amén.

 

 

 

+ Faustino Armendáriz Jiménez

Obispo de Querétaro