SANTA MISA, INICIO DE CURSOS DEL AÑO ACADÉMICO DE LA ESCUELA DE MÚSICA SACRA Y EL CONSERVATORIO DE MÚSICA “J. GPE. VELÁZQUEZ”

Templo el dulce nombre de Jesús (Teresitas), ciudad episcopal de Santiago de Querétaro, Qro., a 01 de septiembre de 2017.

En el Templo del Dulce nombre de Jesús, mejor conocido como «Teresitas» se celebró la Sagrada Eucaristía, presidida por Mons. Faustino Armendáriz Jiménez, Obispo de Querétaro, la noche del día 01 de septiembre del presente, con la que, la Escuela de Música Sacra y el Conservatorio de Música, J. Guadalupe Velázquez, encomendaron a Dios el inicio del curso escolar 2017-2018. Participaron como concelebrantes los Pbros. Carlos Hernández Reséndiz (Director de esta Institución educativa), Pbro. Benjamín Vega Robles, Israel Arvizu Zarazua y Víctor Rogelio García Sánchez. Familiares y alumnos denotaron su agradecimiento a Dios, con un prolongado aplauso al final de la Misa, encomendando esta nueva etapa a su Providencia. En su homilía Mons. Faustino, expresó:

“Estimados alumnos y profesores de estas nobles instituciones, apreciables miembros del cuerpo administrativo, hermanos y hermanas todos en el Señor:  Con profunda esperanza, con esta celebración queremos dar inicio a los trabajos y empeños educativos que han de guiar la formación académica de cada uno de ustedes a lo largo de este año, pues como creyentes en Cristo, confiamos en que es la Sabiduría que procede del Espíritu, la que nos ha de asistir y permitir adentrarnos en las profundidades de la verdad y belleza, que en la música encuentran un extraordinario vehículo para poder experimentar la verdad y belleza divinas. Somos conscientes que si bien, Dios les ha dotado de muchas cualidades, sin la sabiduría que procede del Espíritu, sus estudios y conocimientos académicos se verán privados del sello de Dios que los lleva a la plenitud. Que siempre al iniciar su jornada escolástica, su taller de instrumento, sus academias  o alguna otra clase, no duden en invocar el auxilio divino, al final del año se darán cuenta que algo fue diferente, algo bueno ha sucedido.

Me alegra que sea esta santa misa el ‘primer movimiento’ de esta gran sinfonía que juntos queremos interpretar al sumergirnos en el campo de la enseñanza, pues sin duda que la educación es integral, procesual, preformativa. De tal manera que cada uno desempeñe la función que mejor le permita ser feliz.  En esta sinfonía entramos muchos pero juntos tocamos a misma nota, hacemos los mismos silencios, respetamos los movimientos que el autor de la misma pensó de tal manera que al compás de la batuta, la sublimidad de la belleza resuene al oído del ser humano.

Es un honor y una responsabilidad para esta Universidad Católica, consagrarse sin reservas a la causa de la verdad, promoviendo que estas tres características se logren.  Es ésta su manera de servir, al mismo tiempo, a la dignidad del hombre y a la causa de la Iglesia, que tiene «la íntima convicción de que la verdad es su verdadera aliada… y que el saber y la razón son fieles servidores de la fe». Sin descuidar en modo alguno la adquisición de conocimientos útiles, la Universidad Católica se distingue por su libre búsqueda de toda la verdad acerca de la naturaleza, del hombre y de Dios. Nuestra época, en efecto, tiene necesidad urgente de esta forma de servicio desinteresado que es el de proclamar el sentido de la verdad, valor fundamental sin el cual desaparecen la libertad, la justicia y la dignidad del hombre. Por una especie de humanismo universal la Universidad Católica se dedica por entero a la búsqueda de todos los aspectos de la verdad en sus relaciones esenciales con la Verdad suprema, que es Dios. Por lo cual, ella, sin temor alguno, antes bien con entusiasmo trabaja en todos los campos del saber, consciente de ser precedida por Aquel que es «Camino, Verdad y Vida» Especialmente, cuando nos damos cuenta que “la educación católica es uno de los desafíos en este tiempo más importantes de la Iglesia, dedicada hoy en realizar la nueva evangelización en un contexto histórico y cultural en constante transformación” (cf. Juan Pablo II, Const. Apost. Ex corde ecclesiae, 4).

La palabra de Dios que hemos escuchado en este día, nos anima para que nos demos cuenta que al iniciar este ciclo escolar, la “santidad” es el objetivo más importante que debemos  buscar, pues como ha dicho el apóstol san Pablo, cuando escribe a los Tesalonicenses: “Lo que Dios quiere de ustedes es que se santifiquen” (v. 3).  Con el trabajo el hombre colabora al progreso de la sociedad y contribuye a la felicidad de los demás, siguiendo el ejemplo y las enseñanzas de Jesucristo y de los primeros cristianos. El trabajo -el estudio, por tanto- es camino de santidad. Santificar el estudio significa convertirlo en un medio para corredimir, para salvar almas, con Cristo. Explica el Catecismo de la Iglesia Católica que santificar el trabajo lleva a convertirlo en un medio para colaborar de cierta manera en la Redención, para corredimir con Cristo. Santificar el estudio es lo mismo: lleva a colaborar con Cristo en la salvación de los hombres. “Soportando el peso del trabajo (cf Gn 3,14-19), en unión con Jesús, el carpintero de Nazaret y el crucificado del Calvario, el hombre colabora en cierta manera con el Hijo de Dios en su Obra redentora. Se muestra discípulo de Cristo llevando la Cruz cada día, en la actividad que está llamado a realizar (cf LE 27). El trabajo puede ser un medio de santificación y una animación de las realidades terrenas en el espíritu de Cristo”. Para santificar el estudio y convertirlo en un trabajo bien hecho conviene esforzarse en estos campos, pidiéndole ayuda a Dios.

  • “Santificar el estudio” lleva a estudiar para la gloria de Dios, con rectitud de intención; no por vanidad, por sacar buenas notas o por un simple deseo de superación. Como expresión práctica de ese deseo, a la hora de estudiar es aconsejable poner un crucifijo delante, que sirva como recordatorio de la presencia de Dios.
  • “Santificarse en el estudio” lleva a convertir cada hora de estudio en una hora de oración, poniendo intenciones concretas para cada rato de estudio que se ofrece a Dios: por la Iglesia, por el Papa, por los grandes problemas de la sociedad: la paz, la justicia… por nuestros padres, por nuestros hermanos, por nuestra familia, por nuestros amigos…
  • “Santificar a los demás con el estudio” significa convertirlo en una ocasión, en una oportunidad, en un medio de apostolado personal. Sólo si se estudia mucho y bien; sólo cuando se sacan buenas notas y se es un buen compañero, se adquiere prestigio entre la gente de la clase; un prestigio que se convierte en anzuelo de pescadores, siguiendo el símil evangélico: se admira a esa joven cristiana, a ese joven cristiano, que además de trabajar bien, procura vivir cerca de Dios. Un vago, por el contrario, no arrastra a nadie.

 Un cristiano consecuente estudia con el deseo de servir a la Iglesia y a la sociedad. Para la nueva evangelización se necesitan buenos profesionales, que unan a una sólida preparación humanística o científica, una vida espiritual llena de buena doctrina y un profundo conocimiento de la fe: artistas, cristianos que sean capaces -por su talento, por su buena preparación profesional, por su capacidad de trabajo y de establecer relaciones humanas- de llevar a Cristo a los demás.

Estudiar cada día las horas que se deben estudiar es la mejor respuesta; la mejor forma para solucionar los problemas sociales y la justicia en el mundo. No tendría sentido dedicarse a labores de voluntariado con el deseo teórico de combatir la pobreza y ser un vago en el estudio. El primer medio para combatir la pobreza y para promover la justicia y la paz durante los años en que uno es estudiante, es prepararse profesionalmente bien para ejercer la propia profesión del futuro. Y eso se concreta en el afán de saber y sacar buenas calificaciones.

Queridos alumnos y profesores, hagamos de esta experiencia una oportunidad propicia para lograr que la educación realmente nos ayude a santificarnos. Es nuestro deseo que cada uno de ustedes encuentre aquí un lugar donde se sientan plenos, felices; un lugar donde encuentren una razón para vivir y alcanzar aquello que su corazón más desea, más necesita.  Hoy hay que incentivar ulteriormente este compromiso en todos los niveles y renovar la tarea de todos los sujetos que actúan en ella desde la perspectiva de la nueva evangelización. En este horizonte, les doy las gracias por todo su trabajo e invoco, por intercesión de la Virgen María, la constante ayuda del Espíritu Santo sobre ustedes y sobre sus iniciativas. Amén.”