PALABRA DOMINICAL, 5° DOMINGO DE CUARESMA (Jn 11, 1-45) «YO SOY LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA… ¿CREES TU ESTO?»

5° DOMINGO DE CUARESMA

(Jn 11, 1-45)

 «YO SOY LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA… ¿CREES TU ESTO?»

 Habiendo recorrido ya durante cuatro semanas el tiempo cuaresmal, ejercitándonos en la caridad, la oración y la penitencia, este V Domingo de Cuaresma,  la liturgiaaborda uno de los temas esenciales en la vida de todo creyente, más aún, en la vida de todo ser humano: el destino final de nuestra existencia. 

 San Juan en su evangelio nos narra el episodio de la resurrección de Lázaro (Jn 11, 1-45). Jesús, como cualquier otra persona, tiene amigos, entre los cuales el  evangelista destaca a tres de ellos: Lázaro, Marta y María, quienes vivían en Betania. El texto nos hace suponer que Jesús llevaba una relación muy estrecha con ellosSin embargo, ellos como cualquier otra persona no están exentos de sufrir las  contrariedades propias de la vida. Lázaro, enferma y muere. Circunstancia que interpela profundamente nos sólo a Marta y a María sino  al mismo Jesús. Al punto de llorar por su amigo (v. 35). Sin embargo, Jesús aprovecha esta amarga experiencia para darnos una gran enseñanza. Quiere que pongamos nuestra mirada en la vida futura, en la resurrección. Con esta experiencia Jesús desea llevar a sus interlocutores a pensar y tener clara una de las verdades que fundamentan la existencia. 

 Él mismo se revela como la resurrección y la vida. “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí aunque haya muerto, vivirá; y todo aquel que está vivo y cree en mí, aunque haya muerto no morirá para siempre” (vv. 25.26a). Esta es la verdadera novedad, que irrumpe y supera toda barrera. Esta es la gran novedad que ha dado un giro a la historia. Con esta revelación Jesús quiere cambiar los esquemas que llevan al ser humano a creer que la vida termina aquí. Que la vida llega a su fin con la muerte, más aún Jesús quiere llevarnos a caer en la cuenta que sólo en él y con él, la vida llega  a su plenitud. Jesús nos resuelve la duda que ha logrado correr la tinta de tantos escritores, y que ha interpelado a tantos filósofos existencialistas. Cristo derrumba el muro de la muerte; en él habita toda la plenitud de Dios, que es vida, vida eterna. Por esto la muerte no tuvo poder sobre él. La resurrección de Lázaro es el signo dedominio total de Jesús sobre la muerte física, que ante Dios es como un sueño (cf. Jn 11, 11).

 Es curiosa la pregunta que inmediatamente después de su auto revelación Jesús le dirige a Marta: “¿Crees tú esto?” (v. 26b). Para todos nosotros —creyentes y no creyentes — es el momento de respondercon sinceridad de cara Jesús, a esta pregunta. Dla cualidad y calidad de nuestra respuesta,depende la cualidad y calidad de nuestra fe y de nuestra vida. Junto con Marta, poniendo toda la esperanza en Jesús de Nazaret estamos invitados a decir: “Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo” (v. 27). La resurrección supone la fe. La resurrección supone creer. La resurrección supone la voluntad. No tengamos miedo de decir: “Sí, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios” (Jn 11, 27),

 La fe en la resurrección de los muertos y la esperanza en la vida eterna abren nuestra mirada al sentido último de nuestra existencia: Dios ha creado al hombre para la resurrección y para la vida, y esta verdad da la dimensión auténtica y definitiva a la historia de los hombres, a su existencia personal y a su vida social, a la cultura, a la política, a la economía. Privado de la luz de la fe todo el universo acaba encerrado dentro de un sepulcro sin futuro, sin esperanza.